S2: • Luna Roja •

429 49 10
                                    

Sus besos tienen la habilidad de volverse una adicción, dejan un sabor imborrable en mi boca y debilita mis sentidos.

—¿Por qué te detienes?

—Isabel — sus ojos se oscurecieron y, sin decir una sola palabra más, subió las escaleras.

La vi tan apurada que tuve un mal presentimiento. ¿Es que acaso ocurrió algo con Isabel?

Subí corriendo en dirección a la habitación y cuando entré, me di cuenta de que había una mujer de cabello oscuro cargando a Isabel. Ella se veía profundamente dormida entre sus brazos.

—Hasta que por fin nos volvemos a encontrar… — pude reconocer la voz de Kaede y todo mi ser vibró de miedo.

¿Cómo entró al castillo? Viktoria dijo que este lugar era seguro, que ni Kaede ni nadie podría invadirlo.

—¡Suéltala, Kaede! — vociferé.

—¿Así que esta es la nueva parte de ti, Viktoria? No es normal que una criatura de la oscuridad tenga un hijo con cualquier mortal y pueda traerlo a este mundo sin un sacrificio a cambio. Apuesto lo que quieras de que has debido darle de tu energía a las dos, ¿no es así? ¿Realmente crees que no sabía que esto pasaría? ¿Por qué crees que no te he atacado hasta este momento? Sabía que tú misma te ibas a debilitar por tus propios medios.

—¿El escarmiento que te di la última vez no fue suficiente, que ahora vienes por más? — Viktoria tomó su verdadera forma, es solo que había algo extraño en ella, y es que sus escamas no brillaban intensamente, como otras veces.

Me encontraba en una situación donde no sabía qué hacer. Tenía miedo de dar un paso en falso, que pudiera traer graves consecuencias a mi hermana.

—¡Entrégame a mi hija, Kaede! — volví a pedirle, esta vez intentando acercarme, así fuera un poco a la cama.

La cola de Viktoria no podía cruzar esa barrera que se había creado alrededor de ellas, por más veces que la golpeó. Se oía la fuerza en que chocaba, pero no cedía.

—¿Por qué no sales a enfrentarme? ¿Le temes a la muerte?

—Esto solo ha sido una visita fugaz. Ya me iba.

Kaede lanzó a Isabel por los aires hacia nuestra dirección. Quise actuar con rapidez, pero Viktoria se adelantó, enroscándola con la cola, asegurándose de que Isabel no resultara herida por la caída. Todo ocurrió en tan solo un segundo; pensé que las cosas no podrían ir de mal en peor, pero resulta que Kaede tenía otras intenciones con Viktoria. Tomó el descuido nuestro a su favor, clavando una daga larga en el pecho de Viktoria, la cual atravesó de un lado a otro, dejando el filo sobresaliendo de su espalda y tiñendo su cabello plateado a rojo. De su herida salía un humo blanco que, conforme más tiempo transcurría, se volvía negro.

Sentía un agudo dolor en el pecho que evitaba que pudiera respirar adecuadamente. Tenía la sensación de que diminutas cuchillas me habían atravesado en todo el cuerpo.

—¿Recuerdos, Viktoria? Esto es por mi hija — Kaede arrancó la daga abruptamente de su pecho y su imagen se disolvió en el aire.

Viktoria cayó al suelo retorciéndose, entre gritos de agonía y dolor. Pese a todo lo que estaba sintiendo, soltó a Isabel gentilmente en el suelo. Quise acercarme a ella, en el intento de socorrerla, pero me empujó sin permitir que lograra el objetivo. Se veía muy mal, pero no encontraba qué hacer para ayudarla. Lucía tan débil y lastimada.

—¡Aléjate de mí! — su voz se oía distorsionada y gruesa.

De su espalda seguía brotando sangre y mucho humo sin cesar.

—Déjame ayudarte, por favor — lágrimas de impotencia y dolor brotaban de mis ojos, sin posibilidades de retenerlas.

Sentía un hueco muy grande en mi pecho. A pesar del dolor, para mí era más importante asegurarme de que ella estuviera bien, pero su herida se veía grave. Isabel gateó hacia ella, pero Viktoria se arrastró hacia la ventana. Descansó su mano en ella y todas las paredes fueron cambiando de color y apariencia. Esa oscuridad parecía impregnarse con facilidad, dejando visible muchas grietas, lo suficientemente grandes como para verse el exterior. Nada era igual, el resto del castillo lucía abandonado y deteriorado, como si no hubiera sido habitado por nadie durante todo este tiempo.

Me sentía confundida con lo que ella estaba rebelando ante mis ojos. Todo a nuestro alrededor parecía una pesadilla, la cual cambiaba y se distorsionaba a medida que los segundos transcurrían. Esa oscuridad fue arropando la habitación completamente, mostrando lo deteriorada que se encontraba la estructura entera.

La cama se esfumó, tomando forma de miles de pequeñas y negras serpientes enroscadas. Se oía el crujido de las grietas que se iban formando en el suelo, acompañado de un fuerte temblor debajo de nuestros pies.

—¡Viktoria! — tomé a Isabel en los brazos quien, por primera vez, en sus ojos reflejaba preocupación—. Hay que salir de aquí.

Viktoria por fin se volteó hacia nosotras. De sus ojos brotaba un líquido negro, el cual fue cubriendo su piel blanca y tiñendo el resto de su cabello.

—Déjame ayudarte, por favor.

—Desaparece — sentenció.

Un escalofrío se situó en mi espalda baja, al momento de ser testigo de cómo su perfecta y humanoide apariencia dejó de existir, convirtiéndose completamente en una serpiente gigante y oscura. Ahora que se encuentra en esta situación tan precaria, por primera vez estoy viendo quién realmente es debido a su falta de energías. Jamás y nunca imaginé verla así.

Quizá la voluntad de sobrevivir la ha llevado a que todo lo que no es real a su alrededor se destruya y, por estos breves instantes solo persista la realidad, algo a lo que había estado ajena hasta ahora. El castillo no se le puede llamar castillo, es una ruina; una completa ruina.

Su semblanza humana desapareció, no quedaba nada que pudiera compararse con algo humano. Era enteramente una serpiente. Su piel fue reemplazada por escamas. Su largo y platinado cabello dejó de existir. Inclusive la forma de sus ojos cambió, ahora mismo es alargada. Lo único que no cambió en ningún momento fue el color rojizo escarlata de sus ojos.

Dentro de mí había un descontrol de emociones. Aunque trataba de contener mi llanto, cada segundo era más difícil de controlarlo. El dolor en mis entrañas era insoportable, es como si estuvieran ardiendo, pero ese dolor no se compara jamás y nunca al que sentí cuando nos apartó de su lado como si fuéramos nada. 

¿Es que acaso todo este tiempo hemos vivido en un engaño? ¿Alguna vez existió algo real en ella?

Lo único que nos quedaba era contemplar las ruinas desde la distancia. La estructura que consideré mi hogar en algún momento, ahora estaba rodeada de una espesa nube oscura. El humo que de allí emanaba ha creado una densa nube que aparentaba haber envuelto la luna y la ha teñido de rojo. Esa será la imagen que para siempre vivirá en mi memoria; las ruinas de mi antigua vida bajo la luna roja.

El segundo libro será publicado en este mismo apartado...

Luna Roja [✓] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora