V. Cuñadas

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—Oh, ¡gracias! 

Espera un momento, ella ha dicho que es hermana de Viktor, pero la Sra. Josefa dijo que solo tenía un hijo. No me está gustando esto. En primer lugar, ¿por qué me ha ocultado tantas cosas? 

—¿Dónde está su hermano? 

—Salió. Ni lo esperes despierta, no regresará hasta mañana. 

—¿Eres hija de la Sra. Josefa? 

—Sí. ¿De quién más? 

—Ella me dijo que solo tenía un hijo, nunca me habló de ti.

Su frío y largo dedo índice elevó mi mentón y en la comisura de sus finos labios se formó una ligera curvatura. 

—Repite conmigo: no me meteré en lo que no me importa. 

Aunque sus palabras fueron algo crueles, su tono no se percibió molesto en lo absoluto, tanto así que ni siquiera pude molestarme con ella. Es la segunda vez que las palabras no salen de mi boca. Es difícil mantener una conversación tranquilamente con una mujer tan… única. 

—Emma, ¿podemos salir al jardín? Hay muchos lugares que explorar — la voz energética de mi hermana, permitió que Viktoria retrocediera. 

—Claro que pueden ir a explorar, pero les sugiero no salir del castillo. Hay muchos animales salvajes en el bosque y no querrán toparse con uno — subió las escaleras, y desapareció en tan solo un instante de nuestra vista.

—Esa mujer me pone los vellos de punta — comentó Isabel—. Esta mañana la vi salir de la habitación de tu esposo. 

—Hermano y hermana duermen juntos. ¡Fantástico! Olvidemos a esa mujer y hablemos de lo que realmente importa. ¿Cómo pasó? ¿Cómo pudiste caminar? Cuéntamelo todo — le interrogué.

—No lo sé, solamente ocurrió. Cuando desperté, sentí mis piernas entumecidas y al principio me costó moverlas con naturalidad, pero cuando me levanté, esa sensación se desvaneció por completo. Había olvidado lo que se sentía caminar, correr y saltar. ¿No es increíble? 

—Sí, sin duda alguna lo es — es solo que no entiendo nada—. Iré a ducharme y cambiarme de ropa. Tan pronto desayunemos, exploramos los alrededores. ¿De acuerdo?

Luego de asearnos, los mayordomos nos sirvieron el desayuno. Esa mujer no se unió a la mesa, de hecho, no la he visto desde que desapareció esta mañana. 

Entre los lugares que exploramos estaban: la cocina, el gran salón de actividades, los establos, el patio, el pozo, dejamos por último el jardín y la torre. De camino nos encontramos lo que parecía ser una capilla, lo supe por el mismo círculo que identificaba el santuario de la Sra. Josefa. No lo sé, algo me atraía a ese lugar, es solo que no pude abrir las puertas, porque el mayordomo apareció de repente a darnos información del castillo. Según su historia, el mismo fue abandonado hace unos años y el hijo de la Sra. Josefa lo obtuvo mediante una serie de negociaciones. Me gusta este lugar, a pesar de lucir tan misterioso y antiguo. 

Si me piden describir cómo ha de ser el paraíso, sin duda alguna el puesto debo dárselo al jardín. Estábamos rodeadas de gigantes, coloridas y hermosas flores. La mezcla de aromas era tan exquisita y agradable, que cerrando los ojos tenía la sensación de flotar entre ellas y de mi piel ser acariciada por la suavidad de sus pétalos. 

Observé mi ventana desde la distancia, teniendo la misma sensación de esta mañana cuando vi a Viktoria aquí. Vi el tallo de lo que parecía ser el mismo del que ella tomó los pétalos y por simple curiosidad lo acaricié. Imagino que le gustan mucho las flores.  

—Mira, Emma, hay un árbol de manzanas — señaló al final del camino de piedras, ese árbol se veía muy distante y solitario de todo el cultivo. 

Eso sí, las manzanas se veían bastante rojas, dejando a entender que debían estar dulces y preparadas para su cosecha, pero ¿por qué aún no las han recogido? 

—¿Puedo comer una?

—No, no lo hagas, Isabel. 

—Déjala, no seas aguafiestas — escuché la voz de Viktoria detrás de mí, y quedé firme. 

Pasó por mi lado, hasta alcanzar una manzana y se la extendió a mi hermana. Es tan alta que no le cuesta llegar a ellas.

—Nunca van a probar una manzana más dulce que esta. 

Mi hermana la mordió directamente y sin dudarlo de la mano de Viktoria y dejó escapar un gemido de satisfacción, el cual me dejó atónita. 

—Tienes que probarla, Emma. Se hace agua en tu boca. 

Viktoria mordió el otro extremo y me extendió la manzana. 

—¿Qué esperas? 

Observé a mi hermana nuevamente y, al verla disfrutando tanto, decidí animarme a darle un mordisco. Sin duda alguna, era la manzana más dulce que haya probado alguna vez. Mi cuerpo tuvo una reacción muy extraña, es como si un ligero escalofrío se situara directamente en mis pechos. 

—Nada mal, ¿eh? Un beso indirecto entre cuñadas. 

Luna Roja [✓] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora