S2. Una

236 39 9
                                    

—¿Qué? — parpadeé varias veces seguidas, sin poder procesar lo que estaba escuchando—. Esto debe ser una broma de mal gusto.

Lo peor es que por mi mente se estaban cruzando miles de imágenes que no cesaban, por más que trataba de evitarlas. En mi rostro debía notarse a simple vista que de todo lo que dijo, las dos palabras que más se quedaron grabadas en mi mente fueron «nuestro bebé», y el único método que conozco de concebir. Digo, somos dos chicas, ¿cómo podría concebir un bebé suyo?

—¿Dudas de mis habilidades?

—Así de dudar, ahora mismo no sé qué pensar.

—Desistes de la idea de sacrificar a un bebé ajeno e inocente, pero al parecer, la idea de concebir a nuestro bebé la tienes muy clara y la estás considerando.

—¿Qué estás diciendo? Cuidado con lo que insinúas.

—No estoy insinuando nada. ¿En qué momento aprendiste esas cosas, Emma? Te hacía muy tímida e inocente, pero resulta que por dentro guardas unas fantasías de infarto.

—¿Por dentro? Espera un momento...

Recordé el libro que leí sobre su pasado y sobre ese supuesto poder que tiene de leer la mente. En mi vida pasada siempre hubo cosas que consideré extrañas, pues ella parecía muy al tanto de lo que pensaba y callaba.

¿Significa que todo este tiempo, ella ha sabido lo que pienso? Si antes no podía mirarla a la cara, ahora mucho menos. Sentía tanta vergüenza que podría morir. Ya no sentía casi mi rostro del calentón.

—¿Por qué te has vuelto tímida de nuevo?

—Debe haber otra forma de ayudar a mi hermana. Esa idea que has dado es absurda y estoy segura de que lo has hecho para burlarte de mí. ¿Cómo podríamos tener un bebé nosotras? Incluso si hay una posibilidad, cosa que no creo, ¿crees que podría sacrificar a mi propio bebé?

—No estarías sacrificando a ese bebé. Todo lo contrario, le estarías dando la oportunidad a tu hermana de renacer y tener la vida que siempre ha querido. Podrá experimentar lo que es volver a caminar y te tendrá a ti para cuidar de ella durante su desarrollo y crecimiento. Su alma y espíritu será transferido a ese recipiente vacío y puro, que irá poco a poco creciendo y tomando forma en tu vientre. Cuando nazca, no recordará su vida pasada, va a ocurrir lo mismo que pasaste tú. La diferencia es que te tendrá a ti en todo momento.

—Mi bebé sería mi propia hermana. ¿No suena retorcido para ti?

—¿Retorcido? En esta vida eres Edith, por lo que no comparten ningún vínculo sanguíneo. ¿Por qué es tan importante eso para ti? Al final, ¿salvarla no es lo que quieres?

—Sí, pero...

—Pero si no estás del todo segura, entonces podemos optar por la primera opción.

—No, no voy a sacrificar a un inocente, aunque mi hermana dependa de ello. No podría hacerlo.

—Y, ¿entonces? ¿Qué harás?

—¿Has pensado en mis padres? Si salgo embarazada como por arte magia y sin casarme, ellos van a morirse de un infarto.

—¿Por arte de magia? — volvió a sonreír, tocando mi vientre con ambas manos—. He insertado una semilla en ti, capaz de germinar en solo meses.

—¿Ya? No habías tenido mi consentimiento todavía. ¿Cómo te atreves?

—¿Te has decepcionado? Luego de todas esas interesantes imágenes y fantasías que me has revelado, sería muy decepcionante y desafortunado no ponerlas en práctica, ¿no crees? — rodeó mi cuerpo, hasta irse a mi espalda.

—No te burles más de mí.

Su mano rodeó mi cintura, mientras la otra despejaba mi cuello, llevando mi cabello hacia la espalda.

—Viktoria...

Su fría lengua entró en contacto con mi cuello, enviando corrientes eléctricas a todo mi cuerpo. Cuando se trata de ella, esas vibraciones y temblores siempre se hacen presente. Su cola se enroscó alrededor de mi cuerpo, como si no quisiera dejarme ir, no sé ni en qué momento tomó esa forma, pero no me sentía amenazada en lo absoluto, pese a no poder moverme.

Tomó entre sus manos mis senos y los amasó despacio, sumando su respiración agitada cerca de mi oído. La tela de mi camisola es tan fina y suave, que podía sentir la frialdad de sus manos en ellos, como si los estuviera tocando directamente. Ya cuando caí en cuenta, mis gemidos no podía controlarlos.

—Si solo tocándote te excitas de esta manera, imagina el placer que podrás experimentar cuando nos volvamos una, Emma.

—Me acostumbré a que me llamen Edith, ahora no sé por qué razón me resulta extraño que me digan Emma.

—Para mí siempre serás Emma — lamió el lóbulo de mi oreja, provocándome un temblor incontrolable—; mi Emma.

Luna Roja [✓] [EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora