Fantasías e ilusiones

445 53 18
                                    



Estoy muriendo con este resfriado y los ataques de tos que tengo, solo quiero pasar el día en la cama pues así no me entero de mi maldito resfriado.

— ¡Hey! – dice Maggie. – Luces como una mierda.

— No sé cómo es que solo yo me enferme.

— Tenemos un don. – responde.

Pone un par de sopas instantáneas en el microondas y prepara unos platos para poner comida en la mesa de centro. Tomo mi computadora y comienzo a escribir la poca documentación que tenemos del proyecto. Maggie me mira extrañada mientras continúo tecleando en la computadora.

— ¿Qué?

— Cuando bebimos dijiste muchas cosas. – comenta.

— ¿Ah sí? – pregunto nerviosa.

— Sí, pero lo que más recuerdo es que estabas casada. – responde y asiento, me mira como si esperara una respuesta, pero no digo nada. – Cuéntame. – pide, suspiro y continúo escribiendo. – Por favor.

— Pues no hay mucho que contar, nos conocimos en un intercambio y todo fue muy intenso...

— ¿Era un estudiante?

— No, de hecho, lo conocí en un bar, pero... no sabía quién era.

— ¿Es alguien importante?

— Algo así.

— Vaya y decías... ¿Intenso?

— Si.

— O sea que era bueno en el sexo. – responde y pongo los ojos en blanco.

— Me refiero a que tuvimos una buena conexión... pero al final no y por eso terminamos.

— ¿Sólo así?

— Si ¿Por?

— Porque cuando uno se divorcia es por una infidelidad, una mentira, ya no hay amor, hay hijos ilícitos, hay más problemas que amor... Es lo que imagino, mis compañeras de escuela platicaban cuando sus padres se divorciaban y un 99.99% es porque hubo una infidelidad. – comenta y me pongo un poco nerviosa. – Fu eso ¿verdad?

— No. – respondo. – Fue más... falta de confianza y uno que otro error.

— Como la infidelidad.

— Dios Maggie, no siempre se trata de una infidelidad.

— Es que no entiendo ¿Por qué te divorciarías tan joven?

— Pues quizá no era para mí. – digo mientras me encojo de hombros.

— Ven a comer. – dice.

Aunque me encanta la comida china debo decir que esta no es mi favorita, aunque quizá es por mi resfriado y que no puedo degustar nada.

— Sabes... yo una vez estuve a punto de coger con un sacerdote. – confiesa. – Bueno en realidad un monaguillo porque así empiezan, pero una de las monjitas que más me cuidaba nos descubrió en mi dormitorio, tuvieron que echarlo a la calle porque él si tenía familia y yo no.

— Vaya...

— Era muy extraño tocar mi cuerpo y ver decenas de fotografías de Jesucristo, lo sé se escucha enfermizo, pero era real. – comenta.

— ¿Cómo es que decidiste explorar tu cuerpo en un orfanato cristiano?

— No lo sé, un día simplemente mire mi cuerpo en un espejo, pude ver mis pechos, las curvas que comenzaban a formarse y entonces deslice mis manos, cada vez se sentía mejor, sentía una vibración interna que a su vez producía fuego y entonces comencé a friccionarme en mi almohada. Grave error porque era la única que tenía. – dice y ambas liberamos una carcajada. – Pero al final lo conseguí, sentía el líquido entre mis piernas y todo el día siguiente no había nada que me pusiera de mal humor, lo cual las monjitas decían era un milagro y lo era, el milagro del sexo, solo se necesitaba un momento. ¿Y tú?

ENTRE AMIGOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora