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—No puedo —dijo en un susurro, su voz sonando tan quebrada que Jennie sintió su corazón encogerse.

—Si puedes —su mano siguió repartiendo caricias en el cabello de Yoongi— ¿De qué tienes miedo?, ¿Crees que voy a juzgarte o algo?

Yoongi negó con la cabeza, siendo inconsciente del sonrojo que eso provocó en su amiga, ya que su cabeza seguía sobre los pechos de Jennie.

Yoongi había llorado al rededor de 20 minutos, sin parar, y sin decir nada, solo aferrándose al pequeño torso de su mejor amiga y escondiendo su rostro empapado de agua salada en la camisa holgada de Jennie.

Estuvieron en una posición bastante incómoda, Jennie no sentía las piernas y Yoongi tenía su torso doblado para poder abrazarla, por lo que Jennie decidió estirar las piernas en la cama y acostarse boca arriba, pensando que Yoongi se separaría y encontraría una manera de acomodarse para que pudieran hablar.

Gran equivocación, lo supo cuándo aún moviéndose mucho, Yoongi no la soltó, ni siquiera cuando Jennie quedó acostada en la cama, Yoongi se recostó de igual manera, quedando de costado un poco más abajo de Jennie, con su cabeza aún en el pecho de su amiga, y su brazo rodeando el pequeño torso.

Una posición bastante íntima según Jennie, pero pudo notar como Yoongi no estaba siendo él. O quizás si, quizás estaba siendo él por primera vez. Parecía un niño pequeño con problemas de abandono, no soltaba a Jennie por nada del mundo, y Jennie querría decir que la ponía nerviosa el contacto físico pero Yoongi se veía tan vulnerable y tierno que Jennie solo podía sentir eso, ternura.

Excepto cuando Yoongi removía la cabeza sobre sus pechos o movía su gran mano de lugar, dejándola en distintas partes del abdomen de Jennie.

Como justo ahora, que se acababa de acomodar y su mano quedó justo en el vientre de Jennie. Dios, ella no saldría viva de esa habitación, Yoongi la mataría de un paro cardíaco o una sobredosis de sentimientos.

Jennie sabía que Yoongi no lo hacía con dobles intenciones, solo estaba buscando refugio en la única persona que tenía en ese momento, y Jennie llevaba una camisa holgada que no dejaba identificar dónde estaban sus costillas, ombligo o en este caso, su vientre. Además, Yoongi era gay.

Pero eso no quitaba que los nervios de Jennie estuvieran a flor de piel y su rostro más rojo que el trasero de un mono.

—No es eso —suspiró—, no quiero tener que recordar todo y ponerme a llorar otra vez.

—No tienes que contarme tu historia con... tu ex —dijo Jennie, evitando decir el nombre de Jimin como si eso activara una bomba.

Yoongi frunció el ceño— ¿Qué quieres que te diga entonces?

Jennie suspiró con dificultad, su pecho sintiendo el peso de la cabeza de Yoongi— Que me digas cómo te sientes, que te desahogues, que me digas por qué lloraste para que al dejarte solo no vuelvas a llorar por lo mismo. Suelta todo ahora, Yoongi.

Yoongi mordió sus labios pensativo. Expresarse era una de las mil cosas en las que era pésimo.

—Solo hazlo cuándo estés listo —le dijo Jennie en un intento de calmarlo, un intento que funcionó.

Cuándo Yoongi suspiró preparándose para hablar, inconscientemente su mano fue al otro extremo de la cintura de Jennie, abrazándola y apretándola contra él con nervios, sin darse cuenta.

Y Jennie supo que sería una tarde muy larga. Y calurosa para su rostro.












[...]













Me Extrañas • YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora