13. Caricias Y Más Problemas

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.......

Elsa

20 minutos antes...

Jack estaba tardando, dijo que tenía un regalo para mi, pero que lo había dejado en la habitación.

Así que intentando ser paciente, seguí aplaudiendo con los demás cada vez que alguien abría un regalo.

Pasaron casi 10 minutos, y Jack aún no volvía. Los regalos se acabaron y ahora todos charlaban de las cosas que habían recibido y de que harían el día de mañana.

Algunos, seguían bebiendo al tal punto de que ya habían unos 3 o 4 ebrios que animaban la fiesta haciéndonos reír a todos.

En ese momento, reía de un chico llamado Philips que estaba usando el karaoke. No le daba ni a una nota, pero le ponía empeño.

De repente, sentí una mano en mi hombro.

—Elsa.

—Eugene, ¿Qué pasa? —Le pregunto sonriendo.

—¿Me acompañas a la cocina un momento? Se han acabado los canapés —Señala la mesita del picadillo.

Efectivamente, los platos estaban vacíos.

Asentí y me puse de pie.

—Vale, vamos.

Pasamos por el pasillo principal hasta llegar a la cocina.

—¿Y Jack?

—Estaba buscando algo en la habitación. —Respondí mientras iba rellenando uno de los platos con canapés.

—¿Quieres algo de vino? —Pregunta señalando la botella que quedó de la cena.

Y cómo iba media achispada, acepté.

¿Qué? Era noche buena, teníamos excusa.

—Vale.

Me sirvió un poco en una copa limpia y el también se sirvió.

Lo tragué casi de un sorbo y seguí acomodando los canapés.

—Elsa, mira —Volteo a ver donde está señalando Eugene, y veo esas típicas ramitas verdes, muérdago.

La típica tradición del beso.

—¿Recuerdas las navidades en casa de mis primos? —Pregunta sonriendo.

Asentí.

¿Como olvidarlo?

Cuando mis padres aún vivían, pasábamos algunas navidades con la familia de Eugene porque eran muy amigos con mis padres.

Y cada año, bajo el muérdago, Eugene me daba un tierno beso en la mejilla, teníamos 13 años y nuestros padres nos molestaban con la tradición del muérdago.

—¡Es muérdago! —Dije al recordar todas aquellas navidades.

—¿Recuerdas la tradición? —Pregunta divertido acercándose.

Asentí sonriendo.

—No me olvidaría nunca —Tomé las bandejas de canapés y lo seguí a la salida, pero antes de cruzar el umbral de la puerta, Eugene me tomó de la muleca.

—Muérdago es muérdago —Dice sonriendo divertido, con un toque de coquetería.

Rei.

—Estás loco, Eugene.

—Ajá, no sé tú, pero no romperé esa tradición.

Toma las bandejas de mis manos y las coloca en el mueble que está tras de él.

El Arte De Fingir [JELSA] (#1) ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora