28

40 8 0
                                    

El muchacho leía como el niño huérfano pedía limosna a la casera. El libro que tenía en sus manos era viejo, Madeleine se lo había regalado.

Estaba blanco el cielo, no estaba nublado ni soleado. Ni siquiera se veían las nubes ni el sol, daba un aire de frescura, podía escapar de su realidad.

Estaba tranquilo el Patrick de 14 años sentado al pie del árbol, leyendo ese libro. Estaba tan encantado con la chica por habérselo regalado, el muchacho había llegado hace pocos meses, dos meses atrás apenas había cumplido 14 y él había llegado a mitades de sus treces.

Cuando apenas llegó le molestaba la actitud de la chica, que era de su misma edad. La veía como una persona sumamente irritante y hablaba demasiado, además que se metía en asuntos a los que nadie le había hablado. Se acercaba mucho a Patrick, lo que le molestaba al chico, que solo quería estar solo.

El chico pasaba de malas manos a unas peores, no sabía en quien debía confiar, así que aprendió a solo confiar en si mismo. Y a veces ni eso podía hacer, se sentía solo y tenía miedo. Pero prefería estar solo que ir mal acompañado.

Pensaba que Madeleine solo se acercaba para molestarlo y hacerle burla, pero a medida que ella captó que el chico quería estar solo lo empezó a dejar en paz. Patrick creía que había parado el martirio, pero ya estaba demasiado acostumbrado a que la chica se la pasara hablando y tratando de sacarle respuestas al chico. Empezó a sentirse raro y más vacío.

Y por fin, la próxima vez que le habló Madeleine, él respondió. Recuerda que fue un buenos días. La chica se había sorprendido pero igual le sonrió, Patrick se sentía raro y avergonzado, pero no volvió a ignorar a la chica.

Estaba tan inmerso en su libro que no prestaba atención a su alrededor.

—¡Hola!—una voz femenina le gritó, al muchacho le dio hipo del susto, además de tirar el libro al césped. Madeleine había colgado sus piernas en la rama resistente del árbol, quedando de cabeza. Al ver la reacción del chico se empezó a reír.—¡Perdona, pero no pude evitar asustarte!—el hermoso colgante circular plateado que colgaba de su pálido cuello.

—Tú no evitas nada.—responde monótonamente el muchacho, quitando una hoja de su hombro. Se notaba que le había molestado el susto.

—¡Ay, Pat! ¡No te enojes! Sabes que no fue mi intención.—Madeleine luego baja de la rama con precaución y se sienta a lado del muchacho.—¿Qué lees?—pregunta lanzándole una mirada a la lectura del chico.

—La verdad no sé, no tiene portada.—Patrick le muestra el libro, solo un violento desgarre en la parte delantera donde debería estar la portada se podía apreciar.

—Ya veo...¿al menos esta interesante?—Marionette jugaba con sus dedos por el aburrimiento. La verdad nunca le había interesado leer, pero quería saber porque a Patrick le encantaba tanto.

—Pues a mí sí me está gustando. Si quieres te lo presto.—Patrick le extiende el libro para dárselo, a lo que la chica niega.

—No, gracias. Ya tengo suficiente con lo que tengo.—una sonrisa en el rostro de Madeleine estaba presente, el chico adoraba cuando hacía eso, le alegraba el alma.

—¿Estas leyendo algo ahorita?—pregunta el chico, cambiando un poco el tema. Parecía que a la muchacha se le iluminaron los ojos al oír la pregunta.

—¡Esperaba a que preguntaras eso!—exclama feliz.—Encontré algo muy interesante entre las cosas de Terry.—Patrick frunció el ceño al oírla llamar al presentador por un apodo anormalmente agradable, el malvado señor no se lo merecía. Pero el chico se mantuvo callado para poder dejar hablar a la otra.—¡Encontré un lugar que se llama París!—

El Circo del Roble Oscuro [FNaF]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora