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Era una mañana de noviembre, estaba fresca, pero más tarde estaría un poco caluroso. El agua para lavarse la cara estaría fría, tal como a Félix le gusta y tal como a Springtrap le disgusta.

El cielo tenía un tinte grisáceo con un tono amarillo y azul, se veía lindo, podías asomarte afuera y cegar tu vista con la anaranjada luz del sol.

Cecille se había despertado temprano, tenía una gran idea, una idea que compartía con sus hermanos cuando aún vivía en Whitechapel, tenía que esmerarse y verse obligada a ponerse en el papel de mamá por la ausencia de su madre, tenía cinco hermanos en total y los cuidaba de forma eficaz, al ser la hermana mayor tenía que proteger a sus pequeños hermanos, aunque todos venían de la misma mujer, venían de distintos padres. Pero la adorable Cecille los quería igualmente.

    Recordaba las frías noches en su pequeña casa, apenas tenían para en que caerse muertos, su madre se la pasaba en las calles de hombre a hombre, gastando su dinero en la bebida, otra razón por la que la rubia tenía conflicto con el género masculino.

    Cecille se vió obligada a abandonar su hogar al escuchar que el circo venía al pueblo y al escuchar al alegre presentador por los barrios bajos decir que la entrada era gratis y comida se regalaría por atender, la rubia no podía desaprovechar esa oportunidad.

    Lo único que quería era que sus hermanos estuvieran sanos y salvos, quizás en un orfanato o podría ser que a su madre le remordió la consciencia y decidió cambiar para bien, aunque sonaba casi imposible. No sabía que pensarán sus hermanos ahora, ¿los había dejado solos a morir?, ¿estaría en una mejor casa?, ¿se cansó de nosotros? Algo que Cecille nunca podrá responderles personalmente.

La idea que tenía era cocinar, como lo hacía con sus hermanos y en su pequeño trabajo que tuvo en una panadería, gracias a su jefe se sabía muchos secretos culinarios, los cuales compartía con los que le importaban. Aprendió de todo en aquella repostería, desde como hacer buen pan hasta como hacer galletas.

Planeaba ir al pueblo temprano, pedirle permiso al presentador de ir y un poco de dinero para comprar ingredientes, para después ordenar la cocina y enseñarles a hacer galletas.

Se levantó de su cama silenciosamente, para agarrar un vestido azul claro de su baúl que estaba lleno de ropa como vestidos, abrigos y zapatillas. Tomó un cepillo del tocador y se dirigió al baño, en donde se lavó su somnolienta cara, se miró en el espejo roto y suspiró. No podía sacar de su mente a sus hermanos, ¿siquiera seguirían vivos al no tenerla a ella que les diera de comer?

Shia sacó esa posibilidad rápidamente tal como entró en su cabeza, ella quería creer que alguien los encontró y los estaba cuidando en ese mismo momento, mínimo que hubieran aprendido a sobrevivir.

En el espejo se veía cansada, sus manos estaban duras, las frías noches y tener siempre las manos ocupadas le habían hecho las manos pesadas. Cuando llegó apenas al circo buscó un refugio en los niños y en Mangle, que era un año menor que ella, un refugio en donde ella los cuidaría, estaba tan dependiente en cuidar a los demás que podía poner mano dura si era necesario. Por eso se comportaba más como una mamá que una chica de quince.

Ella pensaba que si no podía confiar en los mayores, podía confiar en los pequeños y dejar a sus hermanos le hizo un hueco enorme. Al ver a los gemelos y a los de menor edad de entre ellos recordaba a sus queridos hermanos, no quería perder nuevamente a su familia.

La chica terminó de lavarse la cara y de cepillarse su cabello, se quito su camisón y se puso su bonito vestido azul claro, salió del baño y entró al dormitorio nuevamente. Se puso sus zapatos negros y se puso un sombrero con una flor rosada.

El Circo del Roble Oscuro [FNaF]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora