Epílogo

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    El tic tac del reloj era lo único que se podía escuchar en el sepulcral silencio de la habitación.

    El castaño se encontraba leyendo una carta, nunca la había leído. Era la carta que siempre había tenido guardada, pero que no se atrevía a leer por miedo a saber que se encontraba escrito. Pero ahora era tiempo de dejar el miedo atrás, algo que era de admirar era que su lectura había mejorado con el paso de los años.

    El muchacho había crecido, ya se comportaba más prudente y tomaba más serio el trabajo, pero seguía siendo el chico amable que siempre había sido.

    El arrufado papel se encontraba en sus manos, el castaño empezó a leer.

    "Querido hijo:

    No se como empezar esto. Es inhumano lo que haré, una madre abandonando a su retoño es algo que se merece el repudio de la gente y de una misma. No quiero que me perdones, yo fui la que se embarazó y la que no te puede cuidar.

    Como dije antes, no es necesario que me perdones, pero quiero que me entiendas. Yo no te podré dar la vida que una buena madre le hubiera dado a su hijo. Lamentable.

    Por eso te dejaré a los pies de esta casa, quiero que vivas al menos debajo de un techo y que duermas en una buena cama que en las calles junto a mí pasando hambre y no sabiendo cuanto nos quedará.

    Quisiera tenerte en mis brazos, apenas eres un bebé, no te lo mereces.

    ¿Pero qué más puedo hacer?

    Estoy desesperada, no quiero que pases una mala niñez. Aquí te cuidarán y tú crecerás con buena salud y una buena infancia que nunca podrás tener a mi lado.

    A pesar de necesitar dejarte aquí, no quiero dejarte ir. Ver tus ojitos llorando por él hambre me mata, pero no los quiero dejar de ver. No soportaría dejar al único hijo que tengo, pero me lo merezco por hacer esto. Al menos te salvaré.

    Quiero que vivas bien, voy a confiar en que crecerás sano y te convertirás en una persona de bien, espero volver a verte en algún futuro próximo.

    Te amo, mi hijo. Nunca lo olvides. Te deje aquí porque te quiero, no creas que nunca te quise.

    Que vivas una larga y feliz vida.

    Te quiere, mamá."

    Frederick al terminar la carta empezó a llorar, había veces en las que necesitaba a su mamá, cuando a veces estaba aterrorizado o se sentía solo, para poder sentirse un poco mejor se abrazaba a él mismo y lloraba en silencio, esperando que la mujer que le dio la vida rodeara su diminuto cuerpo con sus cálidos brazos.

    Nunca había leído aquella carta, pensaba que solo diría que lo dejarían por el mero hecho de no hacerse cargo de él, o que lo odiaban. Pero era todo lo contrario.

Puede que no vuelva a ver a su madre, nunca la conoció. Pero agradecía el gesto de tomarse el tiempo de escribirle al chico. Hacia su corazón estremecerse.

    Al escuchar que entraron bruscamente por la puerta se secó rápidamente las lágrimas con la manga de su camiseta. Pero lo que no podía quitar era su sonrisa.

    —¡Freddy!—exclama George, estaba eufórico y venía acompañado por Félix.—¡Franz logró cazar un ganso!—el rubio se notaba feliz, sabía de los sazones que preparaban los muchachos y se le hacía agua la boca.

    Las orejas doradas en la cabeza del rubio ahora eran inexistentes, no había rastro de ellas por ningún lado. También era el mismo caso con ambos castaños. Con arduo trabajo lograron comprar de todo.

El Circo del Roble Oscuro [FNaF]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora