¿Ellos, él o yo? © [Darkness 0.1] En Pausa

Capítulo 35

Alessa.

En estos momentos, no tengo palabras, no sé exactamente que decirles, es tan frustrante, tan humillante, que realmente quisiera cambiar la historia, aunque francamente hubieses preferido que sea una historia, de esas de ficción, o quizás de amor, pero la vida real se vuelve tan complicada, que por ello entiendo a cada uno de los seres humanos que se refugian en la lectura, en aquellos libros que hacen que tú vida sea menos difícil, porque yo, extraño tomar algún libro en mis manos y pertenecerle en lo absoluto.

Me veía con un libro en las mano, por el semblante de mí rostro puedo decir que es algunos de esos libros interesantes que desde el primer capítulo le perteneces. El lugar era desconocido, pero me sentía bien, cuando de repente, escucho a lo lejos una voz.

—Aless, despierta—.

No quiero.

No deseaba en los absoluto despertarme, quería seguir soñando por lo menos con algo bueno de mí asquerosa vida, pero no pude resistir mucho y mis ojos se abrieron poco a poco.

La luz del sol tocó mí rostro y el rostro de Matthew fue lo primero que vi.

—Por un momento creí que te habías desmayado—, me dijo Matt preocupado.

Me incorporé, procesando mí existencia.

—¿Estás bien?, ¿no te pasó nada?, ¿qué fue lo que ocurrió?—, indagué al recordar no recordar que había pasado.

—Estamos bien, ya estamos a salvo.

Sentí alivio de inmediato.

—¿Y tú, como te sientes?—, me preguntó.

—De mierda, pero que se hace.

Me dio una sonrisa triste.

—Vamos a casa, te prometo que ya no volveremos a estar en peligro nunca más.

—¿Qué?, ¿cómo piensas hacer eso?, estamos atados…

—La policía puede ayudarnos, el detective de aquel día…

—No, en definitiva, ¿te has vuelto loco?— dice horrorizada.
Matthew se pasa las manos por el cabello.

—¿Qué más podemos hacer?, ¿seguir hasta que nos maten algún día?— eleva un poco el tono de su voz.

—No sé, Matthew, no tengo idea de lo que vamos hacer, pero buscar a la policía no sería lo más conveniente—, traté de hablar tranquilamente —, ¿por qué tienes que ser tan terco?
—Alessa, no quiero que sigan pretendiendo que les perteneces, no quiero que sigan lastimándote…—, su voz se entrecorta—, no soporto saber que sufres y que te sometes a cosas tan depravantes…

—¿De que hablas?...—, hablé y mí voz tembló.

Mí corazón late desenfrenadamente.

—¿Crees que no lo sé?, ¿crees que no tengo la menor idea de todo lo que te hacen?—, me grita—, son unos hijos de perra y más ese Mons.

No…

—¿Sabes todo?—, pregunté.

—Si, Alessa, lo sé casi todo— dice agachando la cabeza—, tengo que matarlos.

—Mons, Esteben, Nikoly y Paky… ellos…

—Lo sé, pero todo es mí culpa.

Unas cuantas lágrimas se deslizan por mis mejillas.

—Todo va estar bien—, me tranquiliza, mientras me da un corto beso en mis labios—, te prometo que todo acabará.

—No hagas nada estúpido.