34. Los apoyaré

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Narra Aly

Los meses habían pasado, ya había asimilado por completo todo lo que había pasado estos meses en mi vida, superé la traición de Hector y Diego y yo cada vez nos íbamos haciendo mas cercanos.

Me estaba arreglando porque Diego y yo quedamos en salir, ya que ambos teníamos día libre. No sabía absolutamente nada, me dijo que era una sorpresa, pero que me fuera con un atuendo cómodo.

Me puse unos jeans negros, una playera negra de manga larga, mis tenis converse del mismo color, una chamarra de mezclilla algo holgada y accesorios.

Tome mi celular y salí de mi casa, Diego ya estaba ahí.

—¿En serio no me dirás a donde iremos?

—Es una sorpresa.

Diego condujo por aproximadamente media hora, cuando llegamos, me di cuenta de que estábamos afuera de un parque de diversiones.

—¿Es en serio?

—Si, ¿no te gusta?

—Si— mentí, jamás había ido a ningún parque de diversiones, no tenía hermanos, ni primos con quien ir, pero la verdadera razón, es porque me daban miedo los juegos.

Compramos las entradas y entramos al parque.

—¿A cuál te quieres subir primero?—me pregunto Diego con entusiasmo. Lo miré y luego miré todos los juegos al rededor, eran escalofriantes.

—Tú decide.

—Okay—miró los juegos— Vamos a ese— señaló la montaña rusa.

—De acuerdo— fingía no temer.

Estábamos a punto de subirnos al carrito, mis manos sudaban y mi respiración cada vez se agitaba mas. El carrito llegó y las persona bajaron del mismo, los barandales se abrieron dándonos el paso para subir y así lo hicimos,

—Tengo que decirte algo— Diego me miró— Jamás me he subido a ningún juego mecánico, es mas, jamás había venido a un parque de diversiones y estoy aterrada.

—¿En serio?—se rió.

—Callate, es en serio— el juego comenzó.

—Bien, pues ya estás arriba, solo disfrútalo.

Grité mucho, pero de verdad el juego había sido muy divertido, me había gustado.

—¡Tenemos que subir otra vez!—dije eufórica. El rió.

—¿Si te gustó?

—Lo amé.

—Bien, vamos de nuevo— me tomó de la mano y corrimos a la fila, por suerte no teníamos que esperar tanto para volver a subir.

Una vez arriba del juego, el miedo ya no estaba en mi ser, solamente era felicidad y adrenalina, la mejor combinación.

La tarde transcurrió en risas, adrenalina, y miradas coquetas, cosa que me ponía nerviosa, pero tengo que admitir que me gustaba.

Nos fuimos hasta que el parque cerró, aproximadamente a las ocho de la noche, y fuimos a casa de Diego, que no estaba muy lejos de la mía, iríamos a cenar.

Cuando entramos a su casa, nos quedamos estáticos, al ver quien estaba sentado en el jardín. Era mi padre.

—Vaya, hasta que los encuentro—dijo serio. Nosotros nos miramos, pero de mi parte no salió ni una sola palabra, estaba procesando todo.

—Hola señor, que agradable sorpresa— dijo Diego agradable.

Yo no podía tener sentimientos buenos hacia esta situación, solamente recordaba la vez que me golpeó y como me trató.

—¿Qué haces aquí?

—¿No te da gusto ver a tu papá después de casi dos años?

—No después de como me trataste— Diego me tomó del hombro para que me calmara.

—Estoy muy arrepentido— se levantó del escalón.

—¿Gusta pasar?—le ofreció Diego.

—Diego—susurré.

—Tranquila.

—Si, creo que sería lo mejor—le contestó mi padre y nos metimos a la casa.

—Bueno, yo iré a arriba ¿gustan algo de tomar antes de que me vaya?

—No, de echo vengo a platicar con los dos—cruzamos miradas.

—¿Se puede saber sobre que?

—Bueno, contigo— se dirigió a Diego— Sobre el equipo, se que ahora estas en el Betis, pero quiero hacerte parte de la Selección Mexicana, como verás, los Juegos Olímpicos comienzan dentro de poco. Pero antes de que me respondas para bien o para mal, a ambos quiero pedirles una disculpa por como me porté. Entré en pánico cuando vi esa escena de ustedes dos en el jacuzzi, me costó trabajo entender que mi hija había crecido y que estaba con un chico del equipo, que para mí son también como mis hijos, en especial tú Diego, que llegaste tan chico al América. Un revuelo de emociones se posó dentro de mi, me sentí traicionado por mi propia hija, no me dijo absolutamente nada y cuando vi eso— hizo una pausa— Como sea, el tiempo que no te tuve cerca— me miró— Me sirvió para entender que eres demasiado madura para tomar tus propias decisiones, y que ninguna cosa que hagas me da el derecho de tratarte como lo hice, no quiero volver a perderte de nuevo.

—Casi dos años para vinieras a buscarme, ¿crees que se te hace poco?

—No, no me malinterpretes, yo desde que no te encontré te busqué, te busqué por todo México, ocho meses después, cuando comenzaste a modelar aquí en España, claro que me enteré, pero no sabía donde buscarte, no sabía tu dirección, te la pasabas viajando, hasta que alguien me llamó y me lo dijo.

—¿Quién te lo dijo?

—Un chico, pero me pidió por favor que no les dijera el nombre— Diego y yo cruzamos miradas.

—Bueno, creo que merecemos saberlo.

—Bueno, por lo que me dijo es del equipo del Betis al igual que tú— miró a Diego— Se llama Hector. Pero me dijo que no les dijera su nombre porque no habían terminado en muy buenos términos con ninguno de los dos, pero que quería ayudarme.— hubo un silencio algo incómodo. ¿Por qué Hector había contactado a mi papá? ¿Sería su forma de venganza?— Me dijo que estaban saliendo o en una relación, yo ya no me interpondré.

—No, no somos pareja— dijimos Diego y yo sonrojados al unísono.

—Como sea, yo se que ustedes dos se quieren mucho, y en el momento que quieran ser algo más, yo los apoyaré.

Amor prohibido [Diego Lainez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora