50. Habitación 116

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Narra Aly

Diego y yo nos encontrábamos en el aeropuerto rumbo a Grecia, para mi siempre había sido un sueño desde pequeña, y ahora lo estaba cumpliendo a lado de la persona más especial.

—¿Lista?— preguntó Diego cuando dieron la llamada para abordar. Lo miré y sonreí mientras asentía.

Nos paramos tomando nuestras maletas y nos introdujimos al avión.

***

—Bienvenida a Grecia— dijo Diego una vez que salimos del aeropuerto, cuando la brisa griega pegó por primera vez en nuestros rostros.

—Estoy tan emocionada— lo tomé de la mano y la apreté.

—Me encanta verte feliz. No se como le voy a pagar a Miguel este regalo y no lo digo por estar en Grecia, sino porque me esta dando la oportunidad de verte cumplir uno de tus más grandes sueños.— pasó su brazo por mis hombros y me dió un beso en la frente. Amaba a este hombre.

Subimos a una camioneta que nos llevaría hasta nuestro hotel.

Una vez ahí, fuimos a nuestra habitación, que era espectacular. El color blanco me daba una sensación de paz increíble, también tenía un balcón con vista al mar Egeo, con una piscina pequeña, pero suficiente para Diego y para mí.

—Es lo que siempre imaginé.

—Yo nunca imaginé estar aquí, si te soy honesto, es mejor de lo que pude si quiera haber imaginado, ¿y sabes por qué?

—¿Por qué?

—Porque estoy contigo.—sonreí.

—Te amo, Dieguito— lo besé.

—Te amo preciosa. ¿Tienes hambre? ¿Qué quieres hacer primero?

—Si, mucha. Me cambio y vamos a comer, ¿vale?

—Esta bien.

Fui por mi maleta y me metí al pequeño closet que había, me puse un short de mezclilla con un top y unas sandalias.

Fuimos a comer a un rico restaurante de comida típica del lugar, fue algo estrafalario a mi parecer, pero me había encantado. Después de eso regresamos a la habitación, nos pusimos nuestros trajes de baño y fuimos a la piscina.

Diego y yo jugábamos en la misma, como si fuésemos niños pequeños.

Narra Diego

Desperté a lado de Aly, había dormido como nunca. Me giré para verle mejor, como su calmado rostro posa sobre uno de sus brazos al igual que unos mechones de cabello posan sobre su rostro.

Estaba extremadamente enamorado de ella, tanto que quería pasar el resto de mi vida a su lado.

¿Qué era lo que me detenía para no pedírselo de una vez?

Intenté hacer una lista mental de los obstáculos que habían para pedirle a Aly que fuera mi esposa lo más pronto posible, pero por más que lo pensé, nada vino a mi mente.

¿Por qué no hacerlo?

¿Por qué pedírselo en Grecia?

Me levanté de la cama con cuidado de no despertarla, tomé mi celular que estaba en la mesa de noche, apreté el botón de bloqueo para que se prendiera y poder ver la hora, seis y media de la mañana. Odiaba los cambios de horario, pero el día de hoy me ayudaba para lo que estaba apenas planeando en mi cabeza.

Me di una ducha rápida y me cambié con algo ligero, porque aunque era muy temprano y todavía no salía el sol, hacía algo de calor.

Salí de la habitación con cautela y me dirigí hacia el elevador, pulse el botón para ir al lobby.

—Hola— le dije a la recepcionista con una sonrisa.

—Hola, buenos días ¿en que puedo ayudarle?— me dijo amablemente.

—Quería saber si me podrían ayudar a adornar una habitación.

—Si, claro que si— sonrió de nuevo— ¿Qué habitación es?

—Es la habitación 116 en el quinto piso.

—Con gusto, ¿cómo le gustaría adornar la habitación?— saqué mi celular y busqué en mi galería una foto que me di la tarea de buscar mientras venia en el elevador y se la mostré.— Bien, en seguida estará lista.

—No, es una sorpresa, ahora voy a comprar algunas cosas, pero quisiera tenerla lista a las seis de la tarde. Mi novia ahora esta en la habitación, pero mientras nosotros salimos a conocer la ciudad, pueden adornarla.

—Ah, es una perfecta idea— la chica seguía con una sonrisa amable.— En cuanto los veamos salir, comenzaremos con la decoración.

—Muchas gracias— le dije ahora yo con una sonrisa.

Salí del hotel en busca de alguna tienda de joyas, lo bueno de este lugar es que por ser un lugar turístico, parecía que jamás dormían.

Fui a tres tiendas, pero no me gustaban del todo los anillos, sentía que no estaban en la misma sintonía que ella, merecía lo mejor y ninguno me sorprendía como para entregárselo.

Entré a una cuarta tienda, y esperaba por fin encontrar algo.

—Hola, buenos días, ¿podemos ayudarle en algo?— dijo la chica de la tienda muy amablemente.

—Buenos días, quisiera ver anillos de compromiso, por favor.

—Claro, por aquí— dió media vuelta y se dirigió a una vitrina llena de anillos de todos los colores, formas y tamaños.

Desde lejos me llamó la atención un anillo con un diamante rosa incrustado en forma de corazón. Era ese.

—¿Puede enseñarme ese, por favor?— le señalé el anillo por fuera del vidrio de la vitrina

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—¿Puede enseñarme ese, por favor?— le señalé el anillo por fuera del vidrio de la vitrina.

—Por supuesto— abrió la vitrina con la ayuda de unas llaves y sacó el anillo que anteriormente había señalado.

Cuando tuve el anillo entre mis manos, las ganas de llorar se hicieron presentes y una sonrisa salió de mis labios por inercia.

—Si, es éste— dije tratando de contener las lágrimas en mis ojos— Lo quiero.

—De acuerdo— le entregué el anillo y fui a escoger el estuche en el que se lo entregaría. Lo escogí en forma de rosa, me pareció que tenía un significado bonito y profundo pues, además de que ahí le entregaría el anillo, es una rosa que jamás se marchitará y esperaba que así fuera nuestro amor.

Amor prohibido [Diego Lainez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora