18. EMPEZAR DE CERO

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[RECOMENDACIÓN DE LA AUTORA: CANCIÓN DEL CAPÍTULO]*



El crujido de una rama me hizo abrir los ojos de golpe. Miré a mi alrededor, aguzando mis sentidos para poder determinar qué había causado el ruido, mientras empuñaba el cuchillo que había colocado previamente justo a mi lado por si aparecía algún caminante mientras dormía. Me gustaba más defenderme con el arco, no obstante, tenía que admitir que hacerlo con el cuchillo era más rápido.

Aún era de noche, había dormido una media hora a lo sumo. La luna incompleta brillaba con una luz blanquecina e iluminaba los claros que había por esa zona de la arboleda. Me levanté del suelo con cautela y salí del campamento que había improvisado en medio del bosque. Unos metros más allá, el ruido de un ave nocturna en un árbol cercano me sacó del estado de alerta. Solo es un búho, Sara. Suspiré con alivio.

Volví al pequeño campamento (compuesto por una mochila a modo de almohada, mi vehículo y unas cuerdas, donde iba atando las latas de comida vacías, amarradas a los árboles más cercanos para cerrar un círculo a mi alrededor que me advirtiera si algún caminante se acercaba a mí), y me estiré en el frío suelo. Bostecé a causa del cansancio.
Llevaba algo más de tres semanas durmiendo a la intemperie en medio del bosque a merced del frío y de los caminantes, aunque dormir era un dicho, el hecho realmente era que me pasaba las noches en vela. No había dado la oportunidad de que mi mente crease muchas pesadillas nuevas porque no era capaz de conciliar el sueño, y si lo hacía, solamente podía dormir un par de horas. Estaba volviendo a experimentar de nuevo la angustia de verme completamente sola, habiendo perdido a mis seres queridos, con la única diferencia de que esta vez hacía mucho más frío. El invierno empezaba a acercarse y las noches eran horriblemente heladas, si no encontraba un refugio pronto, iba a enfermar.

Los primeros días fueron un auténtico calvario. Me pasaba toda la jornada buscando algo, una pista, un indicio de dónde podía estar el resto del grupo. Mi rutina consistía en esconder mi moto entre la vegetación y andar en círculos en una misma zona, repasando cada milímetro de bosque por si había pasado por alto alguna huella que me resultase familiar. Por las noches lloraba desconsoladamente.
No había cesado de buscar a los míos, aunque era consciente de que en mi huida me había alejado bastante de la carretera en la que había quedado encontrarme con el cazador. Daryl... Mentiría si dijera que, con el paso de los días, no empecé a maldecir que no hubiera sido capaz de buscarme. Me odiaba y le odiaba casi a partes iguales. Me odiaba por haberme alejado de él, por no haberle hecho caso y olvidarme de la idea de buscar a Andrea para salvarla de, posiblemente, más de una veintena de caminantes. Le odiaba por no haberme buscado. En cierta parte me sentí abandonada, no porque se fuera de la granja cuando se lo pedí, sino porque no volvió a por mí.
Pasadas las dos primeras semanas, desistí y empecé a pensar en mí misma, en sobrevivir. Poco a poco, me fui haciendo a la idea de que ya nunca volvería a verle, y quizá era mejor así.

Una lágrima cayó por mi mejilla. La sequé con rabia y cerré los ojos. Tiritaba bruscamente a causa del frío que helaba mis huesos. Mañana no me detendré hasta encontrar un maldito refugio, no pienso morir congelada.



La noche transcurrió con una lentitud pasmosa. Cuando el sol empezó a aparecer en el horizonte, recogí los pocos enseres que aún poseía y tomé un trago de agua.

― Un sorbo de agua, ¡el desayuno de las campeonas!― comenté, irónicamente.― Mírate, hablando sola como si estuvieras loca...

Bajé la vista al suelo, avergonzada de mí misma. Creía que, tras todo lo vivido y con toda la experiencia que había adquirido, sería mucho más fuerte, lo que no imaginé nunca era que, en momentos como ese, la fuerza mental sería incluso más importante que la física, y yo me sentía derrotada.

My bow girl  [Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora