11. SIEMPRE TÚ

550 45 59
                                    

Por más vueltas que daba y por mucho que intentaba dejar la mente en blanco, no podía dormir. En mi mente se reproducía una y otra vez la voz de Daryl, relatando la historia de las rosas cherokees.

Los recuerdos de la noche en que la oí por primera vez se agolparon en mi cabeza. Dormía en una de las casetas de madera que habíamos encontrado por el bosque. Hacía tres días que habíamos enterrado a mi padre y las pesadillas me atormentaban cada noche. Me levantaba empapada en sudor y ya no podía volver a dormir, así que salía a hacer compañía al hermano Dixon que estuviera de guardia. Esa noche me encontré con Daryl, que limpiaba las flechas de su ballesta con mimo. Vio mis ojos llorosos y me pidió que me sentara a su lado. Siempre me preguntaban qué era lo que me hacía pasarlo tan mal, pero, cuando llegaba a la parte en que mi padre convertido en caminante se abalanzaba sobre mí, decía que no recordaba nada más. Esa noche conseguí explicar la pesadilla que se repetía cada día al completo. Al acabar, la ansiedad era tan fuerte que apenas podía respirar. Daryl me abrazó con ternura y me contó la leyenda de las rosas blancas que crecieron sobre el rastro de lágrimas de las indias cherokees. Dijo que debía mantener la esperanza de que todo se calmaría, de que el futuro me deparaba algo mejor, y le creí. Las pesadillas no cesaron hasta que no dormí con él en la misma cama, pero al menos, cuando me despertaba aterrorizada, recordaba ese relato y conseguía tranquilizarme.

Unos golpecitos en la ventana me sacaron de mis recuerdos y me sobresaltaron. Me incorporé asustada, buscando el cuchillo en la penumbra, y me volví hacia la ventana, a través de la cual Lori me miraba con los ojos enrojecidos. Abrí la puerta y me hice a un lado para dejarla entrar. Se sentó a mi lado, cabizbaja.

― ¿Estás bien? ¿Ha pasado algo?

Su expresión me asustaba, nunca la había visto así de decaída. Lo primero en lo que pensé fue en Carl. Puse una mano en su hombro y entonces me miró directamente a la cara. Había llorado, de ahí que tuviera los ojos tan rojos, y respiraba aceleradamente, posiblemente había sufrido un ataque de ansiedad.

― Sara... Estoy embarazada.

Tres palabras fueron suficientes para desmontar todos mis planes. Tenía pensado marcharme con las primeras luces del alba, coger la mochila, que había llenado de ropa y cosas de primera necesidad en Atlanta, e irme con mi moto para nunca volver, pero esa noticia acababa de romper todos mis esquemas.
Lori lloraba desconsolada a mi lado. Cuando fui capaz de reaccionar, la estreché entre mis brazos y traté de calmarla.

― Shh... Estoy aquí, querida, estoy aquí.― le acariciaba el pelo con ternura, tratando de apaciguar su llanto.

― ¿Qué voy a hacer?― me miró desesperada.

― Qué vamos a hacer, recuerda que no estás sola, no pienso irme y menos ahora.

― Espera. ¿Ibas a irte?

― Me lo había planteado, pero sería incapaz de dejarte en un momento como este.― agaché la cabeza.

― ¿Ibas a abandonarnos como si nada?

― Lori...

― Sara, formas parte de esta familia, no puedes largarte de esa forma. No puedes irte...

Se me partía el alma al verla así. No podía irme, lo sabía, y no iba a hacerlo mientras hubiera alguien en el grupo que me necesitara. La tomé de la mano y la estreché entre las mías.

― No voy a irme a ningún lado, Lori. ¿Me oyes? No me voy. No mientras tú, Carl y ese pequeñín que viene en camino sigáis con vida y me encargaré de que eso sea así.

Me abrazó con fuerza.

― ¿Qué puedo hacer? No es el momento.

― No creo que vuelva a ser nunca más el momento, aunque tampoco creo que tengamos que dejar de vivir por el simple hecho de que el mundo haya cambiado. Crecerá en un mundo hostil, sí, pero aprenderá a vivir en él desde pequeño. Además, tendrá unos padres maravillosos y un hermano que lo cuidarán y protegerán.

My bow girl  [Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora