23. LA LOBA HA VUELTO

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Abrí los ojos y la luz de una lámpara de gas portátil me cegó durante unos segundos. Miré a mi alrededor, algo confundida, y encontré a la loba durmiendo plácidamente al lado de la cama, Hershel la había mandado a mi habitación tras el chequeo. No me había acostumbrado a la idea de que estaba en una prisión. Sentía una ligera claustrofobia dentro de la celda, como si realmente estuviera prisionera ahí. Llevaba tanto tiempo durmiendo en la caseta de madera, que era mucho más acogedora que el calabozo, que me costaba acostumbrarme a estar encerrada ahí dentro, pese a que la puerta estaba abierta todo el tiempo.

Me incorporé haciendo un gran esfuerzo, el dolor de la pierna se había vuelto mucho más intenso. Nya alzó la cabeza al oír el ruido que hacía el colchón bajo mi peso. Clavé la mirada en el pantalón. Ahí donde tenía la herida había una mancha de sangre fresca. Mierda, maldije para mis adentros. Comencé a pensar en una forma de tapar la mancha para que el viejo Hershel no se enterase de que se había abierto. Si ve esto no va a permitir que salga de la cama hasta que el bebé de Lori haga la primera comunión, farfullé mentalmente mientras apretaba los dientes al sentir una nueva punzada de dolor.
Levantarme sola no era una opción, puesto que las muletas estaban en el suelo y debía agacharme para recogerlas, con lo que solo conseguiría abrir más la herida. Cambiarme el pantalón tampoco era una solución viable, porque sola no lo conseguiría sin hacerme más daño. La cachorra se acercó a mí al notar la angustia que se iba apoderando de mi pecho, mientras yo seguía devanándome los sesos tratando de idear otras formas para salir de ese lío. En ese momento, como si de un milagro se tratase, Lori apareció tras la cortina.

― ¡Gracias a Dios que has aparecido!― comenté, aliviada.

― ¿Tú nombrando a Dios? ¡Sí que te ha cambiado el haber estado separada de nosotros durante tanto tiempo!― respondió con una sonrisa.

Entró, mirando a la loba de reojo, era evidente que no terminaba de fiarse del animal. Como si Nya tratase de relajarla, volvió a recostarse.
Lori se acercó a la cama y la sonrisa que la había acompañado hasta entonces se desdibujó al ver la ropa manchada de sangre.

― Sara... ¡Estás sangrando!

― ¡Shh! Baja la voz, por favor.

― ¡Tenemos que avisar a Hershel!― siguió, aún en voz demasiado alta.

― No, por favor, Lori.― la miré con ansiedad.― Hershel no puede enterarse de esto. Necesito que me guardes el secreto. Por favor.― volví a suplicar.

Se sentó en la silla con esfuerzo, debido a su avanzado embarazo, y me miró con preocupación. No dijo nada, parecía esperar una explicación convincente.

― Si se entera de que se me ha abierto la herida, no me dejará salir de aquí en una buena temporada. No puedo pasar más tiempo encerrada aquí dentro, se me cae el mundo encima. Sabes perfectamente que no estoy hecha para estar metida en una cama día tras día.

Se acercó a mi rostro con el semblante serio.

― Dime la verdadera razón.― espetó.

― Esa es la verdadera razón. Estoy cansada de que todos me miréis como a la pobrecita que ha sobrevivido cinco meses ahí fuera sin vosotros. No soy una niña, Lori. Necesito acción, sentir que estoy viviendo para algo, que sirvo para algo y, postrada en una cama, lo único que hago es sentirme una completa inútil.― me lanzó una mirada llena de lástima.― No me mires así, por favor. Quiero ocuparme con algo, dejar de pensar por unos minutos.

Bajó la mirada hacia sus manos, que había entrelazado con nerviosismo. Pareció meditar por unos segundos y, finalmente, alzó la cabeza.

― Está bien, pero a cambio quiero que me hagas un favor.― suspiró, mientras yo la miraba confundida.― Quiero que estés en el parto. Lo que voy a pedirte ya se lo he pedido anteriormente a Hershel, sin embargo, me temo que quizá no será capaz de hacerlo.

My bow girl  [Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora