6. ESTAMOS VIVOS

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Observé el gran recibidor del edificio, aún asustada por el mal rato que habíamos pasado afuera. Tras mi espalda estaba la puerta que había supuesto para todos la diferencia entre la vida y la muerte. Las paredes acristaladas dejaban ver el exterior, donde se había reunido un grupo numeroso de caminantes. Mi mirada se cruzó con la de Daryl, que había entrado detrás de mí. Parecía preguntarme con los ojos si estaba bien, asentí a modo de respuesta. Todos mirábamos a nuestro alrededor con miedo y una cierta expectación. De golpe, apareció un hombre por una de las puertas, apuntándonos con un rifle. Era rubio, alto y vestía en, ¿pijama? Instintivamente, los que llevábamos armas lo apuntamos con ellas.
No era lo que se dice una imagen esperable cuando uno pensaba en un científico, pero supuse que hasta el fin del mundo podía cambiar ciertos formalismos en la vestimenta. Menos en Rick, claro, él seguía vistiendo el uniforme de sheriff. Parecía muy sorprendido de vernos. No esperaba encontrar gente viva. Supuse, y ese dato me pareció bastante alarmante.

― ¿Alguno de vosotros está infectado?― dijo, con voz firme.

Rick pensó unos segundos antes de responder.

― Había una persona infectada, pero la abandonamos en el trayecto.

― Y, ¿qué estáis buscando aquí?

― Una oportunidad, sabemos que hoy en día es quizá mucho pedir, pero, por favor, la necesitamos.

― Un análisis de sangre.

― ¿Cómo?― pregunté, algo sorprendida.

― El precio para entrar es que os sometáis a un análisis de sangre, si no estáis dispuestos a ello no hay oportunidad alguna.

Bajé la mirada al suelo. Tenía más de la mitad del cuerpo tatuado, sin embargo, la fobia a las agujas jamás la superé. Sarna con gusto no pica, decía mi madre cada vez que le exponía mis miedos, cuando tenía ya cita para hacerme el primer tatuaje. Y ¡qué razón tenía! Ninguno de los tatuajes me dolió como para dejar de hacérmelos, en ninguna de las sesiones me maree, así que seguí haciéndome más y más. Pero cuando me tocaba revisión médica... eso ya era otra cosa. Era incapaz de soportar la visión de una aguja ante mis ojos, caía redonda ipso facto. Sí, era de risa.

― Es un precio más que justo.― respondió Rick, mirándome de reojo.

Bajó su arma y los demás le imitamos. Empezaron a sudarme las manos.

― Si queréis traer algo, este es el momento. Cuando cierre las puertas ya no las volveré a abrir.

Daryl, T-Dog, Shane y Glenn salieron a por las mochilas, que contenían lo más esencial para sobrevivir, así como algo de ropa limpia. Los demás los protegimos desde las puertas.
Una vez estuvieron dentro, el hombre nos condujo a un ascensor y dijo al aire:

― Vi, cierra las puertas y corta la corriente.

En ese momento, Rick se presentó, tendiéndole la mano. Él se llamaba Edwin Jenner.

El corto trayecto en ascensor se hizo tenso y pesado, nadie dijo nada. Estaba algo preocupada, había algo en Edwin que no me acababa de convencer. A mi lado, Daryl me miraba de soslayo. Tenía la mano derecha muy cerca de mi cadera, se la acaricié disimuladamente, él me la cogió y la estrechó. "Estoy aquí", parecía decirme.

Las puertas del ascensor se abrieron y salimos a un pasillo completamente blanco. Las luces del hospital volvieron a mi memoria, me estremecí ante ese recuerdo. Entramos a una sala que estaba a oscuras, Jenner volvió a hablarle a la nada.

― Vi, enciende las luces.

Quien fuera o lo que fuera que le escuchaba, le hizo caso, y ante nosotros se presentó una sala repleta de ordenadores, únicamente había eso, ordenadores. No había una sola persona aparte de nosotros y el hombre que nos había acogido en el edificio.
Observé mi alrededor, confundida.

My bow girl  [Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora