22. CELOS

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Sentí el tacto de una tela fría sobre mi frente. No tenía fuerzas ni para abrir los ojos. Quise hablar, pero lo único que salió de mi garganta fue una especie de gruñido. Aquella cosa fría que tenía sobre la cabeza se había vuelto helada y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Quise moverme, sin embargo, el cuerpo parecía no querer responder.
En mi mente se agolpaban toda una serie de imágenes y frases inconexas, hasta que al fin solo resonó la misma frase: "ya estás en casa, fiera". ¿Lo había soñado o verdaderamente Jonathan había conseguido llevarme de vuelta con los míos?

Reuní todas las fuerzas que pude y, lentamente, abrí los ojos. Fueron apenas unos segundos, no obstante fue suficiente para ver a la persona que apretaba el trapo húmedo sobre mi sien. Volví a cerrar los ojos y tragué saliva con esfuerzo.

― ¿D... Daryl...?― conseguí musitar.

― Estoy aquí, pequeña. Estoy aquí.

Los ojos me ardían y me pesaban como si estuvieran recubiertos de yeso. Traté de volver a hablar, intenté no dormirme, pero todo esfuerzo fue en vano.


Todo un seguido de sueños y pesadillas me persiguieron durante el largo y pesado sueño en el que me vi sumida. Parecía que mi cuerpo se había apagado, mientras que mi mente seguía completamente activa. Había momentos en los que me parecía estar despierta, oía a alguien hablándome, sin embargo, no podía responder ni abrir los ojos. La situación se volvió angustiante, era como vivir en mis propias carnes las pesadillas que me habían estado atormentando, solo que esta vez no se me permitía tampoco ver la escena.


― Hola, mi niña.― era una voz de mujer que me sonaba muy familiar.― Has vuelto con nosotros. Tenía tanto miedo de perderte... Todos hemos pasado mucho miedo por ti, pero Daryl... Ha estado buscándote por todos lados, apenas comía ni dormía.― suspiró.― Llegué a pensar que no volvería a verte, que no conocerías a mi bebé...― la mujer empezó a llorar y sus lágrimas bañaron mi brazo.

No quería seguir durmiendo, no quería ser una mera oyente de lo que pasaba a mi alrededor. Traté de hablar, pero solamente pude murmurar algo ininteligible. El llanto cesó.

― ¿Sara? ¿Puedes oírme?

Me mojé los labios con la lengua, tratando de despegarlos. Estaban completamente resecos y me había salido un herpes en el lado derecho. Joder, cómo duele esto. ¿Qué cojones ha pasado? Parecía que mi voz interior había vuelto a mi cabeza, eso era una buena señal. Me percaté entonces de la quemazón que sentía en la pierna, era como si tuviera un clavo ardiente metido en el muslo derecho. Tragué saliva y me sentí con las fuerzas suficientes para hablar.

― ¿Lori...?― susurré.

― Sí, cariño. Soy yo.

Pese a no poder abrir los ojos, podía imaginarme a la mujer sonriéndome. Las lágrimas empezaron a caer por mis mejillas.

― Lori...― pronuncié, esta vez más fuerte.

Me abrazó, poniendo su cabeza en mi abdomen, y se deshizo en un llanto más agitado que el anterior. Sus lágrimas pronto mojaron por completo esa zona de mi camiseta. Entonces, pude mover mi mano izquierda y, lentamente, la puse sobre su cabeza. Abrí los ojos, parpadeando numerosas veces para acostumbrarme a la luz incipiente, incorporé el cuello como buenamente pude y, entre las lágrimas, pude verla por fin. Estaba sentada en una silla que había al lado de la cama, tenía el pelo más largo y la barriga muy abultada.

― He llegado a tiempo.― sonreí débilmente.

Lori se incorporó, me miró y sonrió, mientras sorbía por la nariz.

My bow girl  [Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora