27. CATARSIS

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Los acontecimientos habían sucedido tan rápidamente que no había sido plenamente consciente de todo lo que había ocurrido hasta ese mismo instante. Tenía la mirada perdida en el horizonte, mientras mantenía la motocicleta a una velocidad constante. Trataba de no mirarme las manos, aun con restos de sangre de Lori, no quería revivir la escena de su muerte una vez más. Me daba la sensación que habían pasado siglos, cuando hacía tan solo unas horas corría a su lado para encontrar un escondite donde poder refugiarla y protegerla mientras daba a luz. El peso de la ansiedad, los nervios y el estrés me cayó encima de una forma tan aplastante que no era capaz de centrar mis sentidos en aquello que habíamos salido a buscar. ¡Concéntrate, Sara, estás aquí por la niña!, pensé, mientras me abofeteaba mentalmente para sacarme de mis pensamientos.
Aún notaba una cierta rigidez en los músculos a causa de la tensión que había experimentado a la hora de tener que abrir el vientre de la que había considerado como a una hermana; por otro lado, me sentía pletórica por haber conseguido cumplir la promesa de haber visto nacer a su hija. El rostro de la pequeña volvió a mi mente. Se parecía mucho a su madre, pero habría mentido si hubiera dicho que no había algo en ella que me recordaba a Shane. Presentía que, con el tiempo, cualquier atisbo de similitud que hubiera entre la niña y su padre biológico se acrecentaría, y sabía que entonces más que nunca debería cuidarla y protegerla, tal y como le había prometido a Lori.

El cazador se acercó, situando su moto a pocos metros de la mía, y señaló con un dedo hacia un camino de asfalto que se adentraba en una zona de la cual se había apoderado completamente la vegetación a causa de la falta de mantenimiento.

― ¿Has visto el cartel que acabamos de pasar? Quizá haya un supermercado, unos almacenes o algo así. Echemos un vistazo.― dijo, alzando la voz para que pudiera oírle por encima del ruido de las motos.

A decir verdad, no había visto el cartel del cual me hablaba, de tan sumida que estaba en mis pensamientos, no obstante, como si fuera un robot, seguí su moto por el sendero asfaltado sin tan siquiera responderle.

Poco después, nos encontramos ante una colorida casa. "Little Sunshine Nursery", rezaban las letras de múltiples colores del maltrecho cartel que colgaba en la fachada. La visión parecía un oasis. No cabía en mí de estupefacción.

Llevábamos varias horas recorriendo esa carretera. A lo largo de ese tiempo habíamos encontrado algunas casas, sin embargo, no habíamos tenido suerte, puesto que en su interior no habíamos encontrado nada que nos pudiera servir ni para la niña ni para los adultos que formábamos el grupo. Encontrar aquella guardería alejada del último grupo de casas que habíamos registrado fue como un milagro para nosotros.

Nos bajamos de las motos y miré a Daryl sonriendo.

― No cantemos victoria tan pronto, fiera. Si hay otros supervivientes pueden haber saqueado esto.― susurró él.

― Claro... ¿Cuántos niños crees que habrán nacido esta semana en este maldito infierno? ¡Ni que este fuera un mundo ideal como para que hubiera de repente un baby boom!― farfullé.

No obstante, sabía que el cazador podía tener razón. Sospechaba que en la guardería no solo habría cosas de bebé, pero en aquel momento solamente me importaba aquello que necesitara la recién nacida.

Negué con la cabeza para reafirmar mi oposición a su idea. Empuñé el cuchillo, me acerqué a la puerta de color blanco y golpeé el sol sonriente que había dibujado en ella. Daryl se colocó a mi lado, ballesta en mano, preparado para disparar si hubiera sido necesario. No se oyó nada al otro lado. Exhalé aliviada, lo último que me faltaba para completar el día era encontrarme un bebé convertido en zombi.
Giré el pomo, abrí la puerta y entramos lentamente al edificio. Por las ventanas llenas de polvo entraban los rayos de sol y creaban una atmósfera un tanto extraña. El interior estaba revuelto, quizá porque quienquiera que hubiera estado ahí dentro tuvo que huir rápidamente cuando las cosas se pusieron feas en aquella zona, o porque realmente había sido el objetivo de algunos saqueos. No hice ningún comentario al respecto, no quería ver la típica cara de satisfacción, antesala de un "te lo dije", del cazador.
El suelo enmoquetado de la primera estancia estaba lleno de papeles, juguetes y enseres infantiles. Las paredes, pintadas de muchos colores, presentaban dibujos pueriles de los niños y niñas que habían formado parte de aquella escuela infantil.

My bow girl  [Daryl Dixon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora