25. ENTRE EL BIEN Y EL MAL.

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Steve había estado dormitando en una silla mientras esperábamos la reaparición del médico, pero se dio por vencido cuando me vio caminar de un lado a otro.

-Dar vueltas no va a hacer que el médico se apresure – dijo.

-Y decirme eso no logrará que deje de hacerlo – espeté.

-Como sea – rodó los ojos – ¿De dónde dijiste que conocías a esta chica?

-Es hermana de Justin.

-¿Del amigo de Brian? – frunció el ceño.

Asentí.

-Bueno, ¿y por qué no lo llamas y le dices que su hermana está aquí? Probablemente está preocupado.

Apreté los labios. Algo en la manera en que Savannah me pidió que no le dijera a nadie me había preocupado. Y no sabía qué hacer.

Steve me miraba fijamente, a la espera de una respuesta. No fue necesario dársela, pues el médico apareció para informarnos sobre los parámetros:

-Sufrió un enorme corte en el rostro, pero afortunadamente está estable – hizo una pausa realmente larga – ¿Saben lo que sucedió?

Donson y yo negamos con la cabeza.

-Hay signos de violencia, por lo que tendré que dar aviso a las autoridades – su mirada recayó en mí – No servirá de nada si su amiga se niega a dar una declaración. Se alteró en cuanto se lo propuse y tuvimos que atarla a la cama para evitar que se hiciera daño.

-¿Por qué no la sedaron? – preguntó Steve.

-Ese es el problema: no podemos. Le hicimos algunos estudios y encontramos gran cantidad de drogas.

-Bueno, no me sorprende – comentó Donson – El amigo de su hermano se dedicaba a vender drogas  antes de ser arrestado. Podría estar casi seguro de que Justin hace lo mismo.

-¿Cuál fue la droga que encontraron? – me enderecé.

Y entonces el médico mencionó la droga, y con ella varios recuerdos que quisiera borrar de mi memoria vinieron a mí.

-Quiero verla – sentencié – Necesito hablar con ella.

Me dio un par de indicaciones para poder llegar y cuando estuve frente a la puerta correspondiente, abrí con una mano temblorosa.

Savannah había desistido de soltarse así que permanecía acostada, con la mirada perdida. No fue hasta que toqué su hombro que reparó en mi presencia.

-¿Quién fue? – mi voz salió afilada – ¿Quién te hizo esto?

Una lágrima resbaló por su mejilla, haciendo que la impotencia en mí creciera.

-Yo no quería – sollozó – Te juro que yo no quería.

-Te creo, ¿de acuerdo? – coloqué mi mano sobre la suya.

-Fue Justin – se atrevió a decir, y entonces me contó lo sucedido.

Para cuando terminó de hablar, yo ya estaba hecha una furia. Pero también sentía culpa. Vi las señales de que algo estaba mal y no intervine. Sin decir una sola palabra, Savannah había estado pidiendo ayuda. ¿Y qué fue lo que hice? La ignoré.

Cerré los ojos con fuerza y respiré hondo. Mi intento por calmarme fracasó. La culpa y la ira iban en aumento, como si estuvieran luchando quién vencería a quien.

Finalmente me rendí. Quizá no había podido evitar que Savannah resultara lastimada, pero ahora podía hacer algo.

Ignorando las protestas de Savannah, me dirigí hacia la puerta y salí sin mirar atrás.

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