2. Jugamos con escorpiones

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Al día siguiente, durante el desayuno, había mucho revuelo en el comedor. Al parecer, a las tres de la madrugada se había localizado un dragón etíope en la frontera del campamento. Lo curioso fue que no me hubiera dado cuenta, más cuando me había despertado en mitad de la noche por aquel extraño sueño que había tenido. Los límites mágicos habían mantenido al monstruo a raya, pero éste siguió merodeando por las colinas intentando encontrar algún punto débil en nuestras defensas y no pareció dispuesto a marcharse hasta que Lee Fletcher, de la cabaña de Apolo, y dos de sus camaradas se pusieron a perseguirlo. Cuando el dragón tuvo una docena de flechas alojadas en las grietas de su armadura, captó el mensaje y se retiró.

—Debe de seguir ahí fuera —nos advirtió Lee durante los anuncios de la mañana—. Tiene clavadas veinte flechas en el pellejo y lo único que hemos conseguido es enfurecerlo. Es de un color verde intenso y mide nueve metros. Sus ojos... —Se estremeció.

—Buen trabajo, Lee —dijo Quirón, dándole una palmada en el hombro—. Que todo el mundo permanezca alerta, pero sin perder la calma. Esto ya ha sucedido otras veces.

—Así es —intervino Quintus desde la mesa principal—. Y volverá a ocurrir. Cada vez con más frecuencia.

Hubo un murmullo general. No había quien no había escuchado los rumores de que Luke y su ejército de monstruos planeaban invadir el campamento. Muchos de nosotros creíamos que el ataque se produciría aquel verano, pero nadie sabía cómo ni cuándo. Recordé mi sueño, pero por muy mala espina que me diera, no entendía por qué. Solo era Pettigrew. Aun así, me inquietaba, sobre todo sea lo que fuera que llevase en brazos. Volví a recordar lo que me había dicho Luke en el Princesa Andromeda "Hasta de los tuyos se nos unen, Hope", lo que quería decir que Pettigrew no era el único. Pero el caso es que me seguían preocupando mas los monstruos que los magos.

—Un buen motivo para practicar nuevos ejercicios de guerra —prosiguió Quintus, con un brillo especial en los ojos—. Esta noche veremos qué tal lo hacéis.

—Sí —convino Quirón—. Bueno... ya está bien de anuncios. Vamos a bendecir la mesa y a comer —Alzó su copa—. ¡Por los dioses!

Todos levantamos nuestras copas y repetimos la bendición. Fuimos al brasero de bronce y arrojamos a las llamas parte de la comida. Luego volvimos a nuestra mesa. Cuando todos habíamos empezado a comer, pude ver de reojo como Quirón y Grover se acercaron a la mesa de Percy y Tyson. Quirón no estuvo mucho tiempo antes de apartarse de nuevo. Annabeth y yo nos miramos en ese momento, ella también había estado atenta a ello. Sin hablar, entendí lo que quería hacer, así que yo me levanté también y decidimos acercarnos a la mesa de Poseidon.

—Quiere que me convenzas —musitaba Grover cuando nos sentábamos

—Te diré de qué estamos hablando —dijo Annabeth—. Del laberinto.

—Se supone que no deberíais estar aquí —señalo Percy.

—Tenemos que hablar —insistió Annabeth.

—Pero las normas...

—Mira —dijo Annabeth—, Grover está metido en un buen aprieto. Sólo se nos ocurre un modo de ayudarlo. El laberinto. Eso es lo que Clarisse y yo hemos estado investigando.

—Pero, ¿el laberinto? —dije—. ¿Estas segura, Annabeth?

—¿Os referís al laberinto donde tenían encerrado al Minotauro en los viejos tiempos? —dijo Percy

—Exacto —dijo Annabeth

—O sea... que ya no está debajo del palacio del rey de Creta —dedujo Percy—, sino aquí en Norteamérica, bajo algún edificio.

HOPE: LABERINTOS Y TORNEOS. (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora