36. El Baile de Navidad

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A pesar del sinfín de deberes que nos habían puesto a los de cuarto para Navidad, por una vez no me apetecía ponerme a hacerlos para tenerlos hechos ya y no preocuparme más

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A pesar del sinfín de deberes que nos habían puesto a los de cuarto para Navidad, por una vez no me apetecía ponerme a hacerlos para tenerlos hechos ya y no preocuparme más. La torre de Gryffindor seguía casi tan llena como durante el trimestre, y parecía más pequeña, porque a mis compañeros les había dado por hacer mucho más jaleo aquellos días. Así que de lo último que tenía ganas era de seguir estudiando. Hermione por supuesto era la excepción.

Fred y George habían cosechado un gran éxito con sus galletas de canarios, y durante los dos primeros días de vacaciones la gente iba dejando plumas por todas partes. No tuvo que pasar mucho tiempo, sin embargo, para que los de Gryffindor aprendiéramos a tratar con muchísima cautela cualquier cosa de comer que les ofrecieran los demás, por si había una galleta de canarios oculta, y George me confesó que estaban desarrollando un nuevo invento. Y yo decidí no aceptar nunca de ellos ni una pipa de girasol.

En aquel momento nevaba copiosamente en el castillo y sus alrededores. El carruaje de Beauxbatons, de color azul claro, parecía una calabaza enorme, helada y cubierta de escarcha, junto a la cabaña de Hagrid, que a su lado era como una casita de chocolate con azúcar glasé por encima, en tanto que el barco de Durmstrang tenía las portillas heladas y los mástiles cubiertos de escarcha. Abajo, en las cocinas, los elfos domésticos se superaban a sí mismos con guisos calientes y sabrosos, y postres muy ricos. La única que encontraba algo de lo cual quejarse era Fleur Delacour.

—Toda esta comida de «Hogwag» es demasiado pesada —la oímos decir una noche en que salíamos tras ella del Gran Comedor (Ron se ocultaba detrás de Harry, para que Fleur no lo viera)—. ¡No voy a «podeg lusig» la túnica!

—¡Ah, qué tragedia! —se burló Hermione cuando Fleur salía al vestíbulo—. Vaya ínfulas, ¿eh?

—¿Con quién vas a ir al baile, Hermione?

Ron le hacía aquella pregunta en los momentos más inesperados para ver si, al pillarla por sorpresa, conseguía que le contestara. Sin embargo, Hermione no hacía más que mirarlo con el entrecejo fruncido y responder:

—No te lo digo. Te reirías de mí.

—¿Bromeas, Weasley? —dijo Malfoy tras ellos—. ¡No me dirás que ha conseguido pareja para el baile! ¿La sangre sucia de los dientes largos?

Harry, Ron y yo nos dimos la vuelta bruscamente, pero Hermione saludó a alguien detrás de Malfoy:

—¡Hola, profesor Moody!

Malfoy palideció y retrocedió de un salto, buscándolo con la mirada, pero Moody estaba todavía sentado a la mesa de los profesores, terminándose el guiso.

—Eres un huroncito nervioso, ¿eh, Malfoy? —dijo Hermione mordazmente, y ella, Harry, Ron y yo empezamos a subir por la escalinata de mármol riéndonos con ganas.

—Hermione —exclamó de repente Ron, sorprendido—, tus dientes...

—¿Qué les pasa?

—Bueno, que son diferentes... Lo acabo de notar.

HOPE: LABERINTOS Y TORNEOS. (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora