35. Una prueba inesperada

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—¡Potter!, ¡Weasley!, ¿queréis atender?

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—¡Potter!, ¡Weasley!, ¿queréis atender?

La irritada voz de la profesora McGonagall restalló como un látigo en la clase de Transformaciones del jueves, y tanto Harry como Ron se sobresaltaron.

La clase estaba acabando. Habíamos terminado el trabajo: las gallinas de Guinea que habíamos estado transformando en conejillos de Indias estaban guardadas en una jaula grande colocada sobre la mesa de la profesora McGonagall (el conejillo de Neville todavía tenía plumas), y habíamos copiado de la pizarra el enunciado de sus deberes («Describe, poniendo varios ejemplos, en qué deben modificarse los encantamientos transformadores al llevar a cabo cambios en especies híbridas»). La campana iba a sonar de un momento a otro. Cuando Harry y Ron, que habían estado luchando con dos de las varitas de pega de Fred y George a modo de espadas, levantaron la vista, Ron sujetaba un loro de hojalata, y Harry, una merluza de goma. Y yo solo podía hacer lo posible para no reírme.

—Ahora que Potter y Weasley tendrán la amabilidad de comportarse de acuerdo con su edad —dijo la profesora McGonagall dirigiéndoles a los dos una mirada de enfado cuando la cabeza de la merluza de Harry cayó al suelo (súbitamente cortada por el pico del loro de hojalata de Ron) —, tengo que deciros algo a todos vosotros.

»Se acerca el baile de Navidad...

—¿Cómo que baile de navidad? —salté alarmada antes de poner contenerme

—Si, señorita Lupin, el baile de Navidad —dijo la profesora mirándome con expresión seria que tan solo pude encogerme en mi sitio—. Constituye una parte tradicional del Torneo de los tres magos y es al mismo tiempo una buena oportunidad para relacionarnos con nuestros invitados extranjeros. Al baile sólo irán los alumnos de cuarto en adelante, aunque si lo deseáis podéis invitar a un estudiante más joven...

Lavender Brown dejó escapar una risita estridente. Parvati Patil le dio un codazo en las costillas, haciendo un duro esfuerzo por no reírse también, y las dos miraron a Harry. Alcé una ceja, no me sorprendía su emoción, todo lo contrario a mi. Nunca había ido a nada así, ni parecido, ni me había interesado. Todo lo que podía recordar de mi vida había sido entrenar y entrenar, más los últimos años en Hogwarts. Quizá había ido a algún evento así, mínimamente elegante, cuando estaba en las casas de acogida o con mi padre de pequeña, pero era demasiado pequeña para recordarlo. No sabía nada de ese tipo de eventos, como arreglarme o comportarme.

—Será obligatoria la túnica de gala —prosiguió la profesora McGonagall—. El baile tendrá lugar en el Gran Comedor, comenzará a las ocho en punto del día de Navidad y terminará a medianoche. Ahora bien... —La profesora McGonagall recorrió la clase muy despacio con la mirada—. El baile de Navidad es por supuesto una oportunidad para que todos echemos una cana al aire —dijo, en tono de desaprobación.

Lavender se rió más fuerte, poniéndose la mano en la boca para ahogar el sonido. Esta vez, yo hice lo mismo al comprender dónde estaba lo divertido: la profesora McGonagall, que llevaba el pelo recogido en un moño muy apretado, no parecía haber echado nunca una cana al aire, en ningún sentido. Merecería la pena ir si era para ver como la profesora se 'desmelenaba' un poco.

HOPE: LABERINTOS Y TORNEOS. (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora