4. Laberintos, indecisiones y reinas.

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Al romper el alba, los integrantes del grupo de búsqueda nos reunimos en el Puño de Zeus. Llevaba mi mochila con todo lo que creí necesario, principalmente, néctar, ambrosía y ropa. Y en mis bolsillos llevaba mi espada y mi varita, como siempre. Lo cierto es que ya rara vez sacaba ambas cosas de allí si no las tenia que usar.

Hacía una mañana despejada. La niebla había desaparecido y el cielo estaba azul. Los campistas seguirían asistiendo a clases, volando en pegaso, practicando el arco y escalando la pared de lava. Nosotros, entretanto, nos sumiríamos bajo tierra. Enebro y Grover se habían apartado un poco del grupo. Como no sabíamos con qué íbamos a encontrarnos, Grover se había vestido como un humano, o sea, con la gorra para ocultar sus cuernos, con unos vaqueros y unas zapatillas con relleno para esconder sus pezuñas de cabra. Quirón, Quintus y la Señorita O'Leary permanecían junto a los campistas que habían acudido a desearnos buena suerte, pero reinaba demasiado ajetreo para que resultase una despedida feliz.

Habían levantado un par de tiendas junto a las rocas para hacer turnos de vigilancia. Beckendorf y sus hermanos estaban construyendo una línea defensiva de estacas y trincheras. Quirón había decidido que era necesario vigilar la entrada del laberinto las veinticuatro horas. Por si acaso, Annabeth estaba revisando su mochila por última vez, cuando Tyson y Percy llegaron

—Tienes una pinta horrible, Percy —dijo Annabeth

—Ha matado la fuente esta noche —susurró Tyson en tono confidencial.

—¿Qué? —Alcé una ceja.

Antes de que Percy pudiera explicarlo, Quirón se acercó al trote.

—Bueno, parece que ya estáis preparados.

Procuraba parecer optimista, aunque noté que estaba muy preocupado. Percy le dijo:

—Quirón, ¿podrías hacerme un favor mientras estoy fuera?

—Claro, muchacho.

—Enseguida vuelvo, chicos.

Ambos se alejaron un poco. Observé como se apartaron de todos, pero era imposible saber de que hablaron. Solo supe que tardaron un buen rato en volver. Me pregunté si tenia algo que ver con eso de que "había matado la fuente esa noche", porque intuí que tenia algo que ver con un sueño.

—Cuidaos —recomendó Quirón—. Y buena caza.

—Tú también —le respondió Percy

Era hora de partir. Subimos a las rocas, donde Tyson y Grover nos aguardaban ya. Estudié la grieta entre los dos bloques: aquella entrada que estaba a punto de tragarnos. Y para que mentir, me estaba poniendo nerviosa la idea de entrar allí. Solo podía acordarme de la reacción de Clarisse y su negativa de ir a la misión. Conociéndola, si hasta ella estaba asustada del laberinto, aquello no iba a ser nada fácil.

—Bueno —dijo Grover, nervioso—, adiós, luz del sol.

—Hola, rocas —asintió Tyson.

Y los cinco juntos nos sumimos en la oscuridad.

Apenas habíamos caminado treinta metros y ya estábamos totalmente perdidos. El túnel era redondo como una alcantarilla, tenía paredes de ladrillo rojo y ojos de buey con barrotes de hierro cada tres metros. Por curiosidad, enfoqué uno de aquellos ojos de buey con mi varita que llevaba encendida con Lumos —a diferencia de los demás, no llevaba una linterna y en el laberinto en si ya había tanta magia, que sería imposible que detectaran el hechizo—, pero no vi nada. Se abría a una oscuridad infinita. Creí oír voces al otro lado, pero tal vez fuese sólo el viento. Annabeth hizo todo lo que pudo para guiarnos. Pensaba que debíamos pegarnos a la pared de la izquierda.

HOPE: LABERINTOS Y TORNEOS. (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora