Capítulo 5

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Fugaku cumplió su palabra, Izumi dirigió escuadrones que se encargaron de distribuir alimentos, materiales y apoyo en la construcción de los lugares destruidos. Junto a la noticia de Naruto yendo con Jiraiya en busca del quinto hokage, levantó las esperanzas de los aldeanos. Sin el tercero, el consejo tomó el mando temporal de Konoha, ya que no confiaban en los Uchihas, Obito e Itachi recibieron el sello que neutralizaba la capacidad de usar chakra. Por suerte, el Uchiha mayor ya conocía la forma de lidiar con el sello, de lo contrario, habrían perdido todo contacto con Shisui; incapacitados para entrar a la dimensión de Obito.

—Aquí estás.—escuchó la voz de Mikoto.

Obito detuvo su labor de tender la ropa, sin el Sharingan y el apoyo del tercero, las misiones se detuvieron.

—Pude hacerlo yo.—la mujer colocó ambas manos en sus caderas, viéndolo divertida.

Mikoto seguía dolida por la partida de Sasuke, pero fue debido a ello que pudo meditar mejor las cosas en cuanto a la aldea y el clan. Con Kushina había compartido una amistad especial, el esposo de ella era el cuarto hokage, las conspiraciones del clan contra la aldea quizás pudieron detenerse si se hubiese apoyado en ella. Era una posibilidad, las cosas ya estaban hechas y no había forma de cambiarlas. Aún así, escuchar que el hijo de ella apoyaría a Sasuke sin importar qué, la hizo reflexionar en que Itachi quizás tenga razón y debían dejar ir el orgullo y jurar lealtad a Konoha.

—No tengo muchas cosas para hacer.—el chico estiró los brazos, desperezándose.

Ella no odiaba a Obito, muchos habían sufrido por sus acciones, pero lo consideraba un buen chico... Una persona buena que no supo lidiar con el dolor. La maldición del odio era conocida por ella y Obito era la primera persona de la que supo, logró superarla. El tercer Hokage se había mostrado dispuesto y comprensivo, también por eso quería darle el beneficio de la duda a Konoha, no todo era blanco y negro, dado que existía el gris.

Mikoto se dispuso a preparar la cena, Obito la siguió y para su sorpresa, él quería ayudarla. Soltó una risa cuando vio al chico sin saber qué hacer, examinando las ollas y los vegetales en el mesón.

—Puedes encargarte de esto—le pasó una tabla para picar y unas papas—. Solo le quitas la cáscara.

El Uchiha hizo una mueca—Sé cómo se hace.—refunfuñó.

Mikoto le dio la espalda y siguió con lo suyo mientras tarareaba una canción. Obito se concentró en su tarea, él no era un cocinero por excelencia, pero su manejo con las armas le daban la precisión suficiente para terminar rápido. Cortó las papas en cubitos y carraspeó avergonzado por demostrar su ignorancia en el tema de la cocina.

—¿Está bien así?—preguntó.

Mikoto se dio la vuelta y sonrió—Más pequeños—el pelinegro asintió—. Si no tienes nada que hacer, puedo enseñarte a cocinar.

—¿En serio?—ni siquiera pudo ocultar su interés.

Durante su tiempo con Madara aprendió de la guerra y el arte de la manipulación, porque sí, apesar de todo consideraba que había cierta gracia en el asunto. Obito disfrutaba aprender y en realidad se sentía fastidiado de no poder realizar algo tan sencillo como una comida. Simplemente lo sacaba de quicio.

—Seré tu maestra ahora—Mikoto, declaró—. Oh, ahora que recuerdo...

Dejó la frase al aire. La mujer desapareció por la puerta y reapareció, extendiendo hacia Obito, una bufanda bordada de color verde.

—El clima frío se acerca y no quiero que te enfermes.

Obito la tomó, era suave y calientita—Gracias.—pronunció, deslizando sus pulgares por la tela suave.

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