Capítulo 6

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Itachi observó a los niños del clan entrenar, algunos estaban con Kunais, otros con Katanas y en resto, Shurikens. A diario, los pequeños eran sometidos a situaciones rigurosas, muchos despertaron el Sharingan de esa manera. Y fueron enviados a que recibieran el sello, al menos no era un proceso doloroso, pero aumentaba el rencor hacia la aldea. El hokage los trataba como seres humanos, el consejo de ancianos creía que ellos eran una especie de ganado al que debían marcar.

—Itachi, que gusto verte.—Izumi se acercó a él.

—Vengo a evaluar el desempeño de los chicos.

Ella sonrió—Son geniales, ¿verdad? Solo queda pulir detalles, pero en resto lo han estado haciendo de maravilla.

—Me alegra mucho.—hacía tiempo que no conversaban y no sentía nada, ni mariposas ni nerviosismo, nada.

La chica enlazó las manos tras la espalda—Respecto al golpe de estado... Lo siento, hice lo que tenía que hacer.

—No te disculpes, entiendo por qué, es lo que se esperaba que yo hiciera.

—La aldea significa mucho para ti, ¿cierto?

—Sí... Y considero que todavía podemos llegar a un acuerdo.

—Itachi, míranos, no podemos usar nuestras habilidades, ¿crees que estará bien?

Tiene que estarlo.

Izumi—ante la mención de su nombre, se sonrojó—. Aprendí el arte del ninja por mera necesidad, no disfruto matar, solo quiero paz.

—No mato por gusto—refutó, triste—. El clan lo es todo para mí. Me gustaría que volviéramos a ser como antes—su rostro se ensombreció—. Podemos comer algo juntos, platicar frente al río, lo que quieras, no dejemos de ser amigos.

Itachi era conocedor de los sentimientos de la chica, él mismo los había compartido y deseó formar una familia junto a ella. No podía dárselo. Ya no.

—Tengo que irme—dijo al ver pasar a Obito—. Debo resolver unos pendientes. Hablemos otro día, ¿si?—la chica asintió, su expresión dolida, pero Itachi no podía quedarse, solo le haría más daño—. Cuídate.

A paso rápido, alcanzó a Obito que parecía siempre en calma, de no ser porque estaba siendo cada vez más abierto en cuanto a lo que sentía, él pensaría que el chico ya tenía un plan definido de cómo triunfar en la próxima guerra.

—¿Se te ofrece algo, Itachi?—se detuvo.

—¿Puedo acompañarte?

Obito levantó una ceja, desvió la mirada hacia la chica de cabello largo oscuro y no tuvo que indagar al respecto.

—Si no te agrada, solo debes decírselo.

—Sí me gusta—sus mejillas se tiñeron—. Pero no como antes, supongo.

El Uchiha mayor, acomodó su máscara y emprendió la marcha. El era el menos indicado para hablar del tema, en realidad, no quería ni siquiera maquinar un consejo.

—Sufre en silencio—comentó, tosco—. Solo he estado en posición del no correspondido, no tengo idea de cómo te sientes. Para mí, eres el malo de la historia.

—Eso no ayuda, Obito—vio enrededor, las personas los miraban—. ¿A dónde nos dirigimos, por cierto?

—Florería.—respondió, entrando al local.

La fragancia fresca y dulzona invadió sus fosas. Se recreó en la variedad de colores y tipos de plantas florales. Sonrió, era pacífico, lo que imaginaba de estar muerto.

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