- Capítulo XXIV - Bruce

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Vuelta a la casa infernal. ¡Qué ilusión!

     - Hola abuela, me he encontrado este perro en la calle y me ha dado pena... - espero que me deje quedarme con él. 

    - Hola cariñito - dice entre dientes - no pasa nada, se puede quedar aquí - continúa diciendo junto una sonrisa enorme de oreja a oreja. Me da miedo.

     - Tengo deberes así que mejor me voy... - espero que me deje en paz.

    - Una cosa, ¿has bajado al sótano? - ¡MIERDA! Lo sabe, no me cabe duda.

      - No abuela, sabes que siempre hago caso a lo que me dicen los mayores - digo con un tono poco convencedor. 

     - Es curioso, he visto sangre fresca al bajar las escaleras y veo que no andas muy bien. ¿Te has hecho daño cariño? - ¡Mierda! Lo ha notado todo. No sé que hacer, el pánico empieza a apoderarse de mi.

     - ¿Dónde está el abuelo? - pregunto para despistar.

     - Está... Está donde debe estar. No tienes porque preocuparte. Ahora, ¿me dejas ver ese pie que tanto te duele, para que tu abuelita pueda curarlo? - No se que hacer, lo mejor será que lo cure, sino acabará infectado. En fin, ya me ha pasado de todo en esta vida de mierda, poco tengo que perder.

       - Claro.

     - Parece ser que te has clavado un hierro pequeño, ¿tal vez el clavo de las escaleras que bajan al sótano? - Ahora mantiene la mirada fija en mis ojos. No me gusta por dónde está yendo esto. Poco a poco, se va acercando a mi herida. No tarda mucho en girar y coger un lápiz bien afilado. ¡No se atreverá! Max, por favor, haz algo. Es como si el chucho me leyera la mente, se lanza encima de la abuela y le muerde el brazo con sus afilados dientes, suerte que ayer le di un hueso para afilarlos.

     - Chucho asqueroso... - lo aparta con una fuerza sobrenatural y el perro cae rendido al suelo. ¡Joder! Seguro que se ha hecho daño. Se vuelve a sentar a mi lado y adentra la punta del lápiz en la herida. Me es inevitable gritar de dolor. ¡Joder! Esto duele demasiado. Aparto el pie lo más rápido que puedo. Le digo a Max que venga conmigo, no tarda en hacerme caso. Corremos los dos hacia las escaleras. Sé que tendría que salir por la puerta, pero no creo que sea una muy buena idea. - Vamos Bruce, ya queda menos. - digo en mi mente. ¡Por fin consigo subir todas las escaleras! Miro la puerta del sótano, está abierta. No puede ser, escucho a la abuela acercarse a mí, va bastante rápido, debo admitirlo. Bajo las escaleras del misterioso sitio lo más rápido que puedo, recuerdo apartarme del escalón con el clavo así que está vez no me hago daño. Al bajarlas todas, recorremos el largo pasillo para poder llegar al ascensor. Espero que tenga alguna salida, sino no podré ir por ningún lado. ¡Toma! Escucho los pequeños gritos de la abuela, me río, se ha clavado ese hierro asqueroso. Eso me da unos segundos de ventaja, entramos al ascensor y se cierran las puertas. Al subir a la primera planta, descubro que hay una puerta que no se puede abrir. ¡Mierda!

      - Bruce, cariñito, no podrás salir... - escucho que dice a lo lejos con un tono siniestro y de alegría. 

Escapa de la verdad (INCOMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora