- Capítulo XXVI - Bruce

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El pánico empieza a apoderarse de mí, tendría que haber salido por la puerta. ¡Seré imbécil! Max parece notar mi ansiedad así que no tarda en acercarse a mí para intentar tranquilizarme. Al fijarme, me doy cuenta que no camina muy bien, creo que se ha roto una pata. ¡Puta abuela!

   - Bruce, cariñito, cada vez estoy más cerca de ti - oigo desde lo lejos.

Empiezo a dar golpes a la puerta cerrada con mis puños. Al final me acabo haciendo daño en los nudillos. A su vez, grito y luego empiezo a dar patadas. Nadie me va ayudar. Esto no puede ser, ¿así es como termina mi historia? ¿Con una madre muerta y unos abuelos que lo torturan? La verdad es que podría ser peor. Poco a poco noto que me falta el aire, reconozco los síntomas rápido, un ataque de ansiedad. Ya he tenido algunos anteriormente, así que los puedo controlar, más o menos. Cojo aire por la nariz y expiro por la boca, dejando marchar una gran cantidad de aire. Lo repito unas cinco veces y eso ayuda a bajar el ritmo de mi corazón.

Con una mente más clara y centrada puedo pensar mejor. Miro el pomo de la puerta cerrada y me doy cuenta de que si encuentro algo afilado creo que seré capaz de abrirla. Rebusco por todo el pequeño ascensor, hasta que en una de las esquinas distingo un objeto brillante, es una horquilla, no tardo mucho en abrir la cerradura y poder salir de ese claustrofóbico ascensor.

La verdad es que creo que hubiera sido mejor idea que la abuela me torturara, porque lo que ven mis ojos es aún peor.

Niños enjaulados gritando que alguien los ayude. El lugar está bastante oscuro, pero soy capaz de reconocer la silueta de estos pequeños indefensos niños. El lugar huele bastante mal, como si alguien muerto estuviera en este. Sin pensarlo dos veces empiezo a gritar el nombre de Jessica Swan, al poco tiempo una figura de una niña cabreada y con la mirada fija al ascensor sale de la oscuridad.

    - Hola... ¿Eres Jessica Swan? - pregunto. No responde. - No te haré daño, he venido para ayudarte... Creo que podemos salir de aquí... - un ruido molesto empieza a sonar. Al analizarlo, me doy cuenta de que es el sonido de una ametralladora. No procede de aquí así que pienso que vendrá de casa de la abuela.

    - Será mejor que te largues de aquí niñito de mamá. - dice con tono molesto.

     - ¿Por qué? - pregunto sin entender nada.

      - No lo entiendes, si sigues aquí te van a encerrar como a todos nosotros y seguro que empiezan a experimentar también contigo. Además ese chucho que traes contigo no va a durar mucho. A la abuela no le gustan, los odia.

     - Eso ya lo sé. ¿Has dicho que hacen experimentos? ¿Con niños? - pregunto sin entender nada.

      - Sí, eso es lo que he dicho. ¿Eres sordo?

      - No... - respondo avergonzado. 

      - Pues si me has escuchado no preguntes. - dice enfadada - Sí, hacen experimentos. Mira - dice señalando a una niña enjaulada - ella es Hedda, bueno lo era, ayer le quitaron sangre y al poco tiempo murió. Verás, prácticamente la estaban vaciando, era lógico que al final acabaría muerta. Por eso huele tan mal. Hedda era una chica que tenía un color de ojos peculiar, eran violetas, los más hermosos que he visto. Hay un rumor que dice que la sangre de esta gente, puede ayudar a curar enfermedades, como el SIDA o el lupus. Por eso hay tantos niños aquí. Cada uno sirve para una cosa diferente. Si te fijas, en el fondo de la sala puedes ver órganos, los conservan aquí hasta que los pueden vender por algún lado. - ¡Esto es espantoso! Me había imaginado alguna cosa turbia, pero esto es otro nivel.

     - ¿Una pregunta, cómo es que tu no estás en una jaula de esas?

     - Haces muchas preguntas niño.

      - No me llames así, tenemos la misma edad, haces que me sienta inferior.

      - Que pena. Bueno, respondiendo a tu estúpida pregunta, yo estoy aquí por qué están chantajeando a mi familia. Me raptaron y han amenazado a mi familia a que si no les dan doscientas mil coronas noruegas me van a matar. Los abuelos fueron muy ilusos en hacer esto, a mi familia no le importó una mierda, en especial a mi padre, me odia, todo porque no seguí con el estúpido legado familiar.

     - Cariñito, estoy de camino -oigo decir a la abuela. ¡Mierda!

     - Tenemos que escapar de aquí. ¿Conoces alguna salida o algún sitio para escondernos, Jessica?

     - Podríamos ir a la sala dónde están los cadáveres, no suelen entrar ahí porqué está llena de insectos, ratas y un olor putrefacto. 

     - De acuerdo, vamos, corre. - digo susurrando. 

Accede. - Pero que quede claro, no te estoy ayudando, simplemente es porqué no quiero que me maltraten más y me das bastante pena. 

Escapa de la verdad (INCOMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora