Capitulo #18

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Maratón 2/2

(Sydney)

Creo que es obvio que mi maleta es la más pesada. Sí, soy una chica, lo siento. Rubén se ofreció a cargar mi maleta, entonces yo tenía que cargar la de él. Y, es bastante gracioso, pero casi no pesa. Esta bastante liviana. ¿Es que acaso no empaco nada, o...?

El cielo estaba totalmente cubierto de nubes. No sabíamos la hora exacta, pero ya parecía que estaba anocheciendo. No sabíamos bien cuanto tiempo había pasado, pero por los rugidos de nuestros estómagos, imaginábamos que mucho.

-¿Cuánto falta?- pregunto Alex.

-No lo sé- mire al cielo- Pero les juro que acabo de escuchar un claxon.

-Espero estés en lo correcto- dijo Mangel, soltando un suspiro.

Seguimos subiendo. Mis piernas me dolían y sentían que en cualquier momento se rehusarían a dar otro paso más.

Me limpie el sudor de la frente con el antebrazo. Sentía que todo mi cuerpo estaba pegajoso y sudoroso. Dios, enserio necesito una ducha.

El cielo se estaba coloreando de un triste gris. ¿Estará a punto de caer una tormenta? Teníamos que apresurar el paso, porque si comenzaba a llover, eso significaría que el suelo se llenaría de lodo, y bueno, eso no sería una ventaja para nosotros. Además, estaríamos en desventaja en comparación con los animales salvajes del bosque. ¿Habrá osos también, como en el cuento de "Ricitos de Oro"? Lo único que falta es una casa de caramelos con una malvada bruja, como en "Hanzel y Gretel".

-Joder, no puedo más- se quejó Willy.

-Falta poco- lo anime.

-¿Estas segura? Porque...

Un fuerte crujido interrumpió a Willy. Todos miramos a nuestro alrededor. Solté la maleta y me abrace del cuerpo de Rubén. El paso su mano por mis hombros, con aires de protección. Había algo entre los árboles y los arbustos. Espero que los videojuegos les hayan enseñado algo de lucha a estos chicos...

-No se muevan ni hagan ruido- susurre.

Acerque más mi cuerpo al de él. Podía escuchar los latidos de su corazón. Cada vez más rápido.

Escuchamos otro crujido. Los demás se fueron acercando a Rubén y a mí. Estábamos todos juntos. Los observe a todos. Tal vez sería la última vez. Mi última oportunidad.

Alce la mirada, para encontrarme con el rostro de Rubén. En sus ojos se notaba el miedo y preocupación. Me abrazaba con más fuerza cada vez.

Más crujidos. Los arboles nos impedían ver qué cosa se acercaba a nosotros. Recordé a Alexby hablando sobre los lobos. Sentí la adrenalina circular por mis venas. Si debía correr para salvar mi vida, eso haría. Pero, si los demás no corrían, no los abandonaría a su suerte. Me quedaría con ellos. Si íbamos a morir, lo haríamos todos juntos. Ellos no solo eran mis amigos, eran mi familia.

-¡Los hemos encontrado! ¡Aquí están!

¡Una voz! ¿Una voz? Era una voz grave, como de un hombre de 30 años. ¿Estaré alucinando? ¿Acaso yo era la única que había escuchado eso? Me sentía cansada y débil.

-Joder, los lobos no hablan... ¿o sí?- dijo Rubén. Sonaba cansado.

-El de Caperucita Roja hablaba- dije.

Mis piernas comenzaron a temblar, y sin poder tenerlo, caí al piso. Comencé a sentirme débil.

-¡Sydney!

Rubén se arrodillo a mi lado y tomo mi rostro con ambas manos, obligándome a mirarlo a los ojos.

-Todo estará bien, resiste- susurro.

Asentí con lentitud. Me envolvió en sus brazos y beso mi sien. Me sentía muy cansada. Mi estómago rugía y no podía controlarlo.

-Joder, no, no cierres los ojos- dijo el- Por favor, no. Si algo te pasa, yo...

Se escuchó un alboroto en uno de los arbustos más grandes. Varios bomberos salieron de ahí y corrieron en nuestra dirección. Sentí como mis ojos se cerraban poco a poco.

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La señorita de la ambulancia termino de hacerme las típicas pruebas básicas y me dejo sentada en la orilla de la ambulancia, con el suero conectado a mi brazo. No me gustaban las agujas, pero debía admitir que me estaba sintiendo mejor.

Busque a los chicos con la mirada. Cuando los bomberos nos subieron a la carretera (junto con las maletas), nos esperaban muchos paramédicos y nos separaron. A mí me habían llevado a las ambulancias de la derecha, mientras que a Mangel y Rubius a las ambulancias de la izquierda y a Vegetta, Alex y Willy a las que estaban en medio. No lograba verlos, todo era un alboroto. Paramédicos corriendo, junto con reporteros y bomberos con nuevos heridos. Mire a los reporteros. ¿Saldríamos en las noticias?

-¿Quieres algo para esa cortada?

La paramédica me señalo un raspón que tenía en el brazo derecho. No lo había notado, ni siquiera sentía dolor.

-Una pequeña venda está bien.

Ella asintió y puso un kit de primeros auxilios junto a mí. Saco primero alcohol para desinfectarme la herida.

-Fue un horrible accidente, ¿no?- dijo ella, mientras me ponía la venda.

-Si- la mire- Pero al menos todos salimos ilesos.

-Benditos cinturones de seguridad- me sonrió.

Le devolví la sonrisa. Necesitaba ver a mis amigos. La radio de la paramédica comenzó a sonar y ella se alejó para contestar. Seguro le avisaban que iba otro herido en camino.

Volví a observar la escena frente a mí: policías, bomberos, paramédicos, ambulancias, reporteros y hasta un helicóptero buscando personas por el bosque.

El camión con el que casi nos estrellábamos, también perdió el control y cayo por el acantilado, unos metros más adelante. Era uno de esos camiones de turistas, donde se transportaban al menos 70 personas. Ya habían encontrado más o menos a la mitad de los que se transportaban ahí.

Un escalofrió recorrió mi cuerpo. Espero que todos se encuentren bien. ¿Acaso Rubén se sentirá culpable de todo esto? ¿Acaso sentirá el que todo es su culpa? Espero que no. Espero no se esté atormentando con ese tipo de pensamientos.

La señorita de la ambulancia volvió y en su rostro se formó una mueca de horror. Si alguien como ella (que estaba acostumbrada a accidentes y sangre), estaba disgustada, seguro seria por algo extremadamente horroroso.

-¿Qué... que pasa?- pregunte.

No estaba segura si quería oír su respuesta. Ella me dedico una mirada de tristeza, lo cual me preocupo más al instante. ¿Y si había pasado algo relacionado con los chicos?

-Han encontrado dos cuerpos destrozados, en el bosque- me informo- Seguro víctimas de los lobos, u otro animal salvaje.

Recordé lo que menciono Alex. Imagine la escena y al instante sacudí la cabeza, como si eso me ayudara a sacar la imagen de mi mente.

-Eso suena terrible- fue lo único que pude decir.

La paramédica asintió, luego fue a atender a una pareja que acababa de ser rescatada. Eran dos jóvenes enamorados. Note los anillos en el dedo de la chica. Seguro eran unos recién casados. Ella se veía bastante lastimada, y él no quería despegarse de ella, aunque la paramédica le pedía espacio. El chico seguía sujetando la mano de su esposa sin importarle nada.

Note que otro paramédico se acercaba al chico y le señalaba su brazo ensangrentado, pero el negaba con la cabeza y apretaba con más fuerza la mano de ella.

Baje la cabeza. Las felices parejas me lastimaban. Me recordaban constantemente lo que yo no tenía. Lo que seguramente nunca tendría.

-¡Sydney! 

•La Búsqueda• {Rubén Doblas}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora