•La Búsqueda• {Rubén Doblas}

Capítulo #37

Maratón 3/3

(Sydney)

Vegetta y Arianna estaban frente a nosotros. Una de las manos de la chica estaba escondida tras su espalda.

-Entonces, queríamos darles una gran noticia- dijo el chico.

Ambos se miraron a los ojos por unos largos segundos. Los demás estábamos un poco impacientes.

-¡VAMOS A CASARNOS!

Ambos dieron un brinco y luego Arianna nos enseñó el anillo.
Todos nos quedamos en shock un momento, para luego estallar en gritos de emoción y abrazarnos entre todos.

-¿Desde cuándo están comprometidos?- pregunto Kate, con lágrimas en los ojos.

-Eso no es todo- dijo Arianna- Tenemos otra noticia.

Todos asentimos, esperando que ella hablara. ¿Qué otra noticia más emocionante habría? Lo de casarse no podría ser superado.

Arianna agarró la mano de Vegetta y luego puso ambas manos en su vientre.

-¡Estoy embarazada!- gritó ella con emoción.

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Todos empacábamos con pereza. Ryan nos había echado a patadas. Nadie le discutió, mucho menos yo.

Vegetta se mudaría con Arianna, como Willy con Kate. Alex y Mangel rentarían un lugar juntos, y eso haríamos Rubén y yo. Los planes de cada quien parecían perfectos.
Nos quedaríamos a vivir en la capital y buscaríamos trabajos o algo. Rubén me había incluso dicho que si no nos funcionaban bien las cosas aquí, podríamos irnos a Noruega.

El timbre sonó. Oh Dios, no creo que sean buenas noticias.

Me tocaba a mí abrir, así que me acerqué a la puerta con lentitud. La abrí sin preocupación y me quedé petrificada cuando vi a la persona frente a mí.

-Eh, hola, Sydney.

Era Edgar. Estaba bien vestido y sobrio. Nunca lo había visto tan impecable y bien vestido.

-Edgar...

-¿Podemos hablar?

Sentí un nudo en la garganta y me quedé quieta, soltando unas pequeñas lágrimas. Cerré la puerta y salí. No quería que ninguno de los chicos me viera.

-¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar con London, tu hija soñada y adorada?- pregunte, con resentimiento. Me quedé de pie frente a él.

-Sobre eso quiero hablar.

-No...

-Sydney, ¿me podrías dejar hacer bien las cosas?

-Es muy tarde.

-No, no, no...

-¿Por qué mierda me haces sufrir más?- protesté- Nada ha cambiado. No hagas esto solo porque London te lo pidió. Sé que yo no te intereso, no finjas.

-No entiendes, Sydney.

-¡Claro que lo hago! Tú no me quieres a mí, me lo has demostrado.

-Eres idéntica a tu madre...- susurró- Me dolía verte. En especial porque tus abuelos me prohibieron verte a ti o a tu madre.

-Estas mintiendo.

-Juro por lo que más quieras que no- insistió- Cuando tu madre se embarazo, tus abuelos me prohibieron verte. Me dolió tanto porque no deseaba alejarme de ustedes. Por eso empecé a beber. Por eso quería alejarte de mí, porque sentía que era lo mejor.

Las palabras se me atragantaron en la garganta. No podía decir mucho. No sabía cómo reaccionar.

-Cuando tu madre murió fue peor. Solo sentía dolor. Y luego estabas tú, tan idéntica a ella...

-¿Por qué hasta ahora?- susurré- ¿Por qué hasta que London apareció?

-Porque estaba ciego. Luego la vi a ella... idéntica a mí. Recordé lo que solía ser y en ese momento me di cuenta que tenía que hacer lo correcto.

Las lágrimas se desbordaban con más rapidez. Él intentó abrazarme, pero yo me hice a un lado. No sabía si creerle. No aguantaría más mentiras de su parte.

-¿Podrías darme una oportunidad?

Me limpié rápidamente las lágrimas y traté de decidir. Mi cerebro estaba en blanco. Lo único que escuchaba eran los deseos de mi corazón.

Me lancé sobre él, para darle un fuerte abrazo. Edgar me retuvo entre sus brazos y ambos soltamos unas cuantas lágrimas.

-¡Bravo!

Edgar y yo nos separamos y vimos a London acercarse corriendo a nosotros. Ella nos abrazó a los dos y luego entre los tres, nos dimos un fuerte abrazo familia. Dios, que rápido había pasado algo.

-Esto significa que ahora somos una familia, ¿no?- sonrió London.

Nuestro padre asintió y yo hice lo mismo. Me sentía más emocionada que nunca antes.

-¡Esperen! Debo presentarles a alguien.

Corrí dentro de la casa. Rubén seguía empacando. Lo jale con fuerza, logrando que saliera de la casa. Cuando se topó con mi padre, abrió los ojos como platos y me miró con confusión.

-Padre, él es Rubén, mi novio- presenté, con orgullo- Rubén, mi padre.

Rubén me sonrió con felicidad antes de darle la mano a mi padre. Entre los dos se saludaron y luego mi padre me sonrió y London también.

-Deberíamos ir a cenar un día de estos- dijo mi padre, tratando de intimidar a Rubén.

Mi chico solamente soltó una risita y asintió.