Capitulo #8

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(Sydney)

Willy y yo nos sentamos en una banca. Aún tenía algunas ganas de cantar, pero no por dinero, sino que por gusto.
Mire un poco a Willy. Este chico me resulta bastante tierno, por el hecho de ser extremadamente tímido.  

-¿Qué crees que pase?

-¿A qué te refieres?- el siguió mirando al frente.  

-Con ellos... ¿crees que intenten retomar la relación... formar una familia?

-No lo sé- el bostezo- ¿Por qué te preocupa tanto?

-Solo es curiosidad...

El no dijo nada más y nos sumimos a un silencio un poco incómodo.
Examine el parque con la mirada. Era bastante verde y concurrido. A lo lejos, vi a un vendedor de algodón de azúcar. Dios, muero de hambre y enserio tengo ganas de uno.
Hermosas nubes de colores alegres, con ese glorioso sabor dulce. Debía comerme una de esas "cabelleras de unicornio".

-Eh, Willy, hagamos algo- logre que esta vez sí me mirara a los ojos- Pero será un secreto, algo que no le diremos a nadie. Una cosa entre tú y yo.

Note de nuevo ese típico color rojo en sus mejillas, además de que puso los ojos como platos, como si estuviera asustado de mi propuesta.
Nunca había visto sus ojos tan abiertos. Tiene bonito color de ojos.

-¡Que mente tan sucia tienes!- exclame, en plan de broma- Yo solo te proponía que gastáramos algo del dinero que recaudamos y no decirle a los demás.

El soltó una risa nerviosa y se acomodó el flequillo. Luego, miro al piso.

-Pero... yo no pensé nada sucio, Sydney- dijo. Intuí que estaba nervioso, por alguna razón.  

-No te creo- me puse de pie- Anda, vamos.

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Nos sentamos en otra banca, una más pegada a los árboles.
Decidimos comprar  un solo algodón de azúcar y compartirlo, para no gastar mucho dinero.
Notaba que Willy arrancaba pequeños pedazos de algodón con nerviosismo, para luego masticarlo con mucha lentitud.
Sentía como que Willy no me tenía mucha confianza. O siendo extremista: lo aterrorizaba.

-Hombre, no seas tímido- le acerque un poco el algodón de azúcar a la cara- No muerdo, ni nada.

El solo me dedico una media sonrisa. Sus ojos me resultaban interesantes, en especial cuando reía.

Terminamos de comer el algodón y aún no había señal de los chicos. ¿Por qué estaban tardando tanto?
Me estaba aburriendo bastante. Y bueno, Willy no decía mucho como para entablar una conversación con él.

-¿Por qué tardan tanto?- me queje- ¿Acaso fueron a celebrar la despedida de soltero, la boda y la luna de miel al mismo tiempo?

Willy se encogió de hombros, sin siquiera mirarme. Dios, la actitud de este chico enserio que soy cómica.

-Eh, Willy. ¡Willyyyyy!

Esta vez, si volteo a verme. ¡Gracias al cielo! Le sonreí animadamente, para transmitirle algo de confianza.
O tal vez, si le diera algo de alcohol... No, mala idea.

-¿Le tienes miedo a las chicas, o solo a mí?

-¿Eh?

-Nada- negué lentamente- Es solo que no hablas mucho.

El asintió y miro de nuevo al piso. Más silencio. ¡Joder! ¿Quién me pasa una cerveza? Este chico debe relajarse un poco.
Solté un largo suspiro y mire al cielo. Había una que otra nube. Una tenia forma de oveja, y la última a la izquierda tenia forma de manzana. Si, a esto se le llama aburrimiento extremo...
¿Cuánto tiempo me quedaba? ¿Cuánto tiempo más conviviría con estos chicos hasta que cada quien siguiera su camino?

•La Búsqueda• {Rubén Doblas}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora