Capítulo 2

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— Te lo pongo fácil... le doy al diablo lo que me pida con tal de pasar una noche con él.

Hyunjin rodó los ojos, asqueado cuándo ese ultimo comentario llegó a sus oídos. Él no era fanático de los deportes, casi no participaba en esa clase, pero otros chicos que tampoco lo hacían con el único propósito de mirar a Seungmin participar. Él subió las piernas a la banca donde se encontraba sentado, acomodándose para echarle ojo. Lo observó correr por el campo mientras perseguía el balón. Llevaba pantalones cortos, una playera sin mangas. Su cabello sujeto en una coleta alta, unas cuantas gotas de sudor en las puntas de su llamativo fleco largo. Sus labios entreabiertos para coger aire mientras seguía estúpidamente un balón con el fin de obtener un punto por participación. De pronto lograba tener el control de la pelota, patea y...

— ¡Gol! —Exclamaron los chicos, como si él hubiese obtenido el logro del siglo.

— ¿Lo ves? Es perfecto. Un chico bonito, que sabe de fútbol. Y mira esw cuerpo, sus piernas...

Haciendo recuento, no era que Seungmin fuera feo. Hyunjin sabía reconocer la belleza en las demás personas. Pero el chico de cabellos rubios cenizos no era alguien por quien suspirar, tampoco vendería su alma al diablo porque el diablo mismo era Seungmin. Como decían por ahí, el diablo era tercer género. El diablo era Seungmin.

A pesar de su belleza, de su carisma, lo consideraba muerto por dentro. Desconocía los motivos de Seungmin para odiar tanto a los extranjeros, de sus prejuicios o sus simples problemas internos, pero su sonrisa, esa que conquistaba a los demás, era la misma sonrisa que muchas veces pudo contemplar justo antes de recibir algún golpe por parte de sus amigos. Los ojos profundos de Seungmin que observaban con detenimiento cuando alguien hablaba eran los mismos que se posaban en el cuerpo de Hyunjin mientras los demás lo lastimaban. Ni hablar de esa boca que para todos era una creación deleitable. Hyunjin la detestaba y si pudiera eliminarla de la faz de la tierra, lo haría. También estaba el aura de princesa que todos decían que poseía, era la misma que se tornaba testaruda, terca, y cruel mientras ordenaba lo que harían con él. Sus manos no eran suaves y delicadas como ellos aseguraban. Al contrario, esas manos lo habían sostenido fuertemente de la muñeca para llevarlo a sus verdugos. Y esos dedos lo habían señalado y condenado desde el momento en el que dijo a todos que era un invasor que debería volver a su país.

Hyunjin podía decir que había tenido a Seungmin en más de una ocasión, podía ponerse a presumir de ser su centro de atención muchas veces, pero no era algo de lo que se sintiera orgulloso y lo que más detestaba era el saber que algunos en el colegio darían cualquier cosa por estar con él. Harían lo que sea, incluso tomar su lugar. Era Seungmin alguien perfecto para los demás, pero para él no era más que el mismísimo demonio que gobernaba en su infierno.

Si mi infierno es aquí en la tierra entonces al morir ¿Adónde iré?

Salió de su ensimismamiento cuándo escuchó la campana anunciar el cambio de clase. Los que no participaban en los deportes tenían cinco minutos para llegar al salón de la asignatura siguiente. Bajó las piernas para ponerse en pie. Mochila al hombro, una calma inquietante mientras la brisa otoñal le acariciaba los cabellos, pero antes de poder avanzar un paso siquiera las risas acercándose provocaron su cuerpo tensar y paralizarse. El deseo constante de salir corriendo, huir, gritar y pedir ayuda hizo que su corazón palpitara tanto que podía sentirlo en su garganta, pero simplemente no hizo nada por sí mismo. Su sentido de supervivencia estaba agotado y se había rendido algún tiempo atrás.

— Oye, chico del desierto... —masculló Félix. Él pasó un poco de saliva por su garganta al sentirlo a sus espaldas. El chico llevó su suave mano al hombro de su víctima para hacerle girar, le sonreía con malicia— ¿Ibas a clase? —Hyunjin asintió, temeroso— La clase de deportes ha estado realmente agotadora.

Asustado los miró, tenían sonrisas malignas y parecían dispuestos a usarle de sacrificio para su diversión. En ese momento pidió ayuda a cada uno de ellos con la mirada, tratando inútilmente de apelar a sus lados humanos. Aunque ellos no parecieran tener uno. Cuando los miraba, reían. Todos, excepto Chan, él siempre desvió la mirada cuando sus pupilas se encontraban con las suyas.

Siempre he pensado que Chan es una buena persona, intentando sobrevivir. Incluso he tenido la estúpida idea de que hace lo que hace con tal de no tomar mi lugar, tal vez porque su hermano gemelo era uno de los más crueles.

Sintió una presencia detrás suyo nuevamente, en ese instante reparó en que Seungmin no estaba entre ellos, al notarlo comenzó a sudar frío.

— Y como estuvo muy cansada... y hace calor... Tal vez tengas sed, Hyunjin —sugirió la voz de Seungmin, las piernas del chico en cuestión de volvieron temblorosas.

Sus amigos rieron, empezando a caminar en dirección a los tocadores llevándolo entre empujones. Ni siquiera tenía el valor o, probablemente, el derecho a discutir el destino que le esperaba. Elegía ir con ellos mientras le murmuraban amenazas. Si de casualidad algún profesor les veía, tanto el docente como él decidían desviar la mirada. Una vez más fingir que nada extraño ocurría.

—Por favor... —suplicó en un bajo tono de voz, mas fue ignorado. No podía evitar que sus ojos comenzaran a arder, tampoco era capaz de impedir que su cuerpo temblara.

Al llegar a los tocadores no tardaron en cerrar la puerta principal de los mismos, Seungmin dedicó una mirada a su víctima antes de girar en sus talones y encender un cigarrillo, dándoles la espalda mientras dejaba el asunto en manos de los demás.

Hyunjin esperó sin poder dejar de temblar. Kwangmin y Shinyul, lo tomaron de los brazos y patearon sus piernas para hacerle caer de rodillas frente a uno de los retretes. A pesar de cuanto se quejó, forcejeó, suplicó e hizo todo para que no le hicieran nada, parecía que solo los animaba a hacerlo y, sujetando sus cabellos, Félix se encargó de sumergir su rostro en el agua del inodoro. Todos reían, las cámaras de sus celulares tomaban vídeos y fotografías, ellos lo ahogaban en repetidas ocasiones.

El dolor era inexplicable, sus pulmones se llenaban de agua y por momentos no podía respirar, apenas intentar expulsar un poco del liquido para tratar de recuperarse, pero eso a ellos no les importaba. Continuaron haciéndolo hasta que sus estómagos dolieron por la risa. Entonces le dejaron caer al piso, como autodefensa Hyunjin se acomodó en posición fetal. Jisung y Yeonha tomaron turnos para patearle, abofetear y escupir en su rostro. Insultos. Golpes. Quejas y llantos. Un cóctel de dolor que se mezclaba en el ambiente.

En algún punto siempre dejaba de escucharlos, todo se volvía lejano. Llegando al momento en el que se acercaba el final eran los peores segundos, sintiendo que ya no aguantaba más, que iban a acabar con su vida y negarle la oportunidad de un día siguiente. En parte era uno de sus más grandes anhelos; que la tortura terminara con su agonía y le permitiera irse para no volver a despertar. Su cuerpo no parecía soportar un golpe más, la respiración se le volvía pesada y pudo sentir, detalladamente, que su corazón latía con dificultad, pero era justo entonces cuando se detenían. Se alejaron de él dejándolo a su propia suerte, a la de Minho, de la enfermera que los dejaba pasar y a la del destino que decidía dejarle un día más en su miseria.

Cuando hacen eso, los detesto aún más. No fue piedad. No fue un acto de humanidad, sino el simple cinismo de hacerme saber que todo eso volverá a ocurrir.

El Aforismo De Lo No Dicho (HyunMin) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora