Capítulo 4

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—¿Quien quiere darme la respuesta de esta pregunta? —Indagó el profesor, señalando la misma escrita en el pizarrón blanco. Algunos levantaban la mano mientras Valentín intentaba esconderse entre su libro, pero el docente le miró con interés—. No te hemos escuchado en un buen tiempo y sé que lo sabes, Hyunjin, ¿por qué no nos lo dices?

Él mordió sus labios antes de levantar lentamente la mirada y leer en su mente la pregunta. Inspiró hondo antes de responder.

— Madame Bovary.

El adulto sonrió encantado mientras anotaba un punto por participación en su hoja de evidencias, era el maestro favorito de Hyunjin y el sentimiento era mutuo. Ni bien la docente continuó con su clase cuándo la punta del lapicero de Seungmin se enterró en su costilla, pero antes de siquiera quejarse, Jisung le propinó un golpe en la nuca desde la silla de al lado. El amor por la literatura, el gusto por participar y tener puntos, se retiraban del pecho de Hyunjin cuando Seungmin y sus amigos le hacían odiar levantar la mano. Si lo hacía ellos no dudaban a molestarle y burlarse de él.

A veces le surgían las ganas psicópatas por devolverles cada una de sus bromas, de hacerlos sufrir y reírse de ellos mientras lloraban y suplicaban que se detuviera. Quisiera que algo le diera la fuerza para darles por vuelta cada golpe, cada insulto, cada burla. Que sintieran lo que él, que sufrieran como él y que no encontraran salida, hasta el punto en que desearan morirse mientras mojaban sus pantalones por el miedo. Hyunjin daría todo por arruinarles la vida con una dulce y satisfactoria venganza.

El sonido del lápiz partiéndose en dos le hizo salir de sus pensamientos, sin darse cuenta sus dientes se habían presionado unos contra otros, su ceño se enmarcaba y su mano presionó tanto el material para escribir que acabó por romperlo. Lo miró roto y se sonrió consigo mismo, como si estuviese enloqueciendo.

Así como suena el romperse de un lápiz, así como se ve, así como se lamenta que ya no sirva... así estoy yo, todos los días.

Cada vez que tenían que abandonar el salón de clases era una carrera por sobrevivir. Hyunjin se preparaba mentalmente, deseando llegar con vida a la salida del colegio. Ajustó las tiraa de su mochila, abrazó algunos libros, tomar aire y como si estuviese en una isla de depredadores, siendo un ratón, dio el primer paso. Asustado, nervioso.

Una mano se posó en su hombro, el miedo se apoderaba de su cuerpo. Comenzaría a paralizarse, creyendo que serían ellos, pero antes de que pudiera empezar a suplicar, la figura de su profesor de literatura se movió hasta detenerse delante suyo.

— Oye, pareces alterado —el tono risueño del profesor fue remplazado por una mirada preocupada. Hyunjin alcanzó a asentir y disimular una sonrisa. Su alma descansó al tenerlo consigo, porque de cierto modo le hacía sentir seguridad— ¿Te encuentras bien? —Insistió. Hyunjin lo miró y asintió de nuevo, tratando de verse convencido. Él lo analizó por un momento para luego volver a hablar—. De acuerdo, quería despedirme de ti —encogió los hombros con una sonrisa—. Antes solíamos charlar demasiado, pero ha pasado un tiempo desde la última vez que acudiste a mí.

Antes, cuando había iniciado el bachillerato, el profesor Yeun Mirren, de Literatura, era un gran amigo solía visitarlo cuando no tenía clase y además de que había sido tutor de su grupo durante el primer año en bachillerato, lo escuchaba como una madre a un hijo. Sin embargo, durante el segundo año se iba olvidando de él. Limitando su relación a profesor y alumno.

— Lo siento —lo miró a los ojos, por primera vez en todo ese tiempo—, he estado ocupado.

— Ya lo creo, aunque déjame decirte que te he visto más disperso en tu mundo últimamente —inspiró el adulto—. Solo a veces te he visto sonreír, durante el almuerzo, pero veo que estás muy bien con Minho y no quisiera interrumpirlos. De todos modos ven de vez en cuando a conversar conmigo, sería bueno ponernos al día.

— Seguro.

— Bien, ve con cuidado.

Se despidió con una sonrisa antes de perderse por el pasillo, Hyunjin lo vio marchar, saludando a otros alumnos. Era uno de los profesores más jóvenes en el Instituto, pero poseía un aura de sabiduría y maternidad que permitía a algunos abrir sus corazones con él. Hyunjin no era el único que lo consideraba su amigo y en parte eso le gustaba. Quizás algun día iría de nuevo a su clase o tomarían el almuerzo juntos para que pudieran charlar de cosas triviales. Se anotó esa tarea mentalmente.

Sonrió, emprendiendo su camino, pero alguien pasó a su lado, dándole un golpe en el hombro, los libros que llevaba en sus brazos cayeron, algunas hojas de las libretas se esparcieron por el suelo mientras el chico que le había golpeado, accidentalmente, se alejaba por el pasillo con los audífonos puestos, sin  enterarse de lo que ocurría. Hyunjin suponía no lo conocía, y aunque lo hiciera no se atrevería a reclamarle, por lo que se dispuso a inclinarse para levantar sus cosas y poder irse.

— Eso te pasa por estar coqueteando con el profesor Mirren —le sentenció la voz de Seungmin a sus espaldas. Él se sintió pequeñito y vulnerable en ese mismo instante.

Optó por no responder y continuar recogiendo sus pertenencias, aunque con manos temblorosas. El miedo comenzaba a instalarse en la boca de su estómago, deseando que el grupo de amigos no apareciera.

Seungmin , por su lado, posó su zapato sobre la última libreta, Hyunjin detuvo su mano antes de tomarla y levantó la mirada con temor.

— ¿Me la puedes dar?

El rubio solo lo observaba, sin expresión. Desde su posición él podía ver el rostro del chico más afilado y detallado. Sus pestañas se batían en un parpadeo, luego frunció el ceño. No dijo nada, se limitó a patear su libreta con la punta de su pequeño zapato, haciendola deslizar por todo el pasillo hasta chocar con la pared. Hyunjin, quién siguió la trayectoria del artículo, sintió ganas de llorar por la rabia y volteó a verlo, con el ceño fruncido. Él sonrió de lado, orgulloso por lo que acababa de hacer.

— ¿Estás asustado? —Preguntó sin obtener respuesta— Por tu bien, deberías responder.

— No.

Seungmin asomó una sonrisa divertida antes de colocarse de cuclillas, mirandole a los ojos. Sus pupilas grisáceas se posaron en las de Hyunjin. Él podía verse reflejado en su iris, dándose cuenta de lo patético que se veía para él.

— ¿Por que me odias? —Se atrevió a preguntar sin dejar de mirar su reflejo, como si estuviese hablando consigo mismo.

— Por lo que eres... —respondió el chico con voz gruesa, seria y sin ápice de bien en ella— La gente como tú llega a nuestro país para robarse nuestros recursos, tomar beneficios que no pagan y sobre todo para inculcar en nuestra sociedad sus horrorosas costumbres y su mal funcionamiento de una comunidad.

— Lo sé —musitó, bajando la mirada al suelo— ¿Vas a llevarme con tus amigos?

— Hoy no. Hoy ha sido día terrible para mí y no quiero gastar mi tiempo contigo.

Hyunjin lo observó levantarse hasta tener su altura correcta y luego de mirarle por largos segundos se retiró, dejándolo solo y sin respuestas coherentes.

Incluso alguien como él tenía días terribles. Pero, ¿que podía hacerlo sentirse mal, si él era el mal mismo?

El Aforismo De Lo No Dicho (HyunMin) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora