Epílogo

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Empecé a escribir mi diario cuándo tenía diez años y los niños se reían de mí. Lo utilizaba como una manera segura para no enloquecer.

Actualmente, estoy haciendo lo mismo. Pero mis delirios ahora no tienen nada que ver con el sufrimiento, de hecho, es todo lo contrario.










El doctor Fischer escuchaba a Seungmin parlotear sobre sus primeras semanas en pareja. Sentado en ese diván era lo más que había escuchado hablar al chico de ojos grises, el profesional guardaría esos momentos como el punto cumbre de la mejoría de su paciente. Echó un vistazo a su reloj luego de otros cinco minutos de hablar sin parar por parte del joven. Él le contaba sobre su futura universidad, sobre Chan y Minho, también se permitía dar detalles sobre su relación con Hyunjin.

El profesional notaba lo feliz que era con todo ese asunto de su noviazgo, sus amigos y la carrera. Parecía como si no hubiera rastro alguno del chico que había atendido por primera vez hacia más de un año. Sonrió.

— Entonces has sido muy feliz últimamente —reparó, obteniendo un asentimiento emocionado—. Muy bien, este es un nuevo comienzo en tu vida. Tienes un novio, una carrera que te gusta, amigos leales y todo un futuro por delante. Sin embargo, debes recordar que todos los caminos suponen baches y atajos.

— Sí, estoy consciente.

— Y yo también, por eso decidí darte un obsequio —se puso de pie, acercándose a su escritorio para tomar el presente. Volvió a su sofá y entregó el articulo al joven. Seungmin lo observó con detenimiento.

— ¿Un cuaderno? —Preguntó interesado en los planes de su doctor.

— Es un diario. A partir de ahora necesito que escribas lo que sientes y piensas. Es tuyo y personal, pero debes hacerlo para que puedas conocerte mejor, así nuestras conversaciones tendrán un toque más personal y te ayudarás a ti mismo de vez en cuando.

— De acuerdo, doctor Fischer  —sonrió, presionando el cuaderno de pasta negra entre sus manos—. Muchas gracias.

Se despidió del doctor en la puerta del consultorio, Hyunjin le esperaba con una sonrisa contenta.

— Te veo mañana, Hyunjin —le recordó al otro jovencito, quién asintió gustoso.















— Dos veces en mi vida he visto las estrellas. Y ambas contigo.

Hyunjin observó a su novio, señalando los luceros. Ambos recostados en el tejado de la casa.

— ¿Estás intentando ser romántico?

— No —dijo. Seungmin rio para sí, moviéndose un poco para besar su mejilla— ¿Tienes ganas de hacer alguna promesa arriesgada? —Preguntó con atrevimiento, Hyunjin lo meditó unos segundos.

— ¿Como cuál?

— No lo sé, cualquier promesa de esas que conllevan peligro y riesgo —se impulsó con agilidad para estar sentado, Hyunjin lo imitó—. Solo por diversión, o tal vez porque creamos que podemos cumplirla.

— Llevamos menos de un mes saliendo, las promesas a estas alturas ¿son positivas? 

— Oh, vamos, ya perdimos suficiente tiempo.

Hyunjin volvió a pensárselo, Seungmin le sonreía de esa forma en que solo él sabía hacerlo. Suspiró, rodando los ojos.

— ¿Que promesa sería, en todo caso?

— Que tal ¿el terrible para siempre?—Seungmin sonreía con emoción al decirlo, él asintió. Levantaron el meñique a la altura de sus rostros, mirándose a los ojos antes de unirlos. — Para siempre, Hyun.

— Para siempre, Seungmin.

Hyunjin se acercó para besarlo, sin romper el agarre que simulaba una promesa.

La primera promesa que hice en mi vida, esperando cumplirla. Seungmin lograba eso en mí... el deseo de lo irreal. El anhelo constante por ser mejor cada día. Estaba seguro de que este chico era el indicado, sin importar lo escépticos que éramos ambos respecto a ese tipo de cuestiones. El para siempre iba a ser, por mi parte, real.






El cuarteto de amigos había decidido comenzar juntos su etapa universitaria. Tres de ellos ya habían cumplido dieciocho años, mientras el asiático seguía en los diecisiete, aunque su apariencia lo hiciera ver como el mayor.

Se encontraron frente a las instalaciones de la universidad, observando lo imponentes que eran. Hyunjin tomó la mano de Seungmin, él la mano de Minho y a su vez el pelirrojo tomó la mano de su novio.
Un respiro antes de poner un pie en el que sería su nuevo instituto por los siguientes años. La imagen de ellos era buena, no tardaron en obtener miradas, pero a ninguno le importó.

Chan y Minho fueron los primeros en separarse de ellos. Ambos tenían el mismo horario y la suerte de poder tomar las asignaturas juntos. Dijeron adiós a sus amigos, concordando en verse durante el primer descanso.

Hyunjin, aunque su edificio estaba cerca, fue con su novio hasta el salón indicado. Seungmin le sonrió con amplitud y cerró los ojos cuándo el alto tomó su rostro para besarlo con lentitud.

Nos miraban y que más daba.

— No coquetees con nadie, no hables con nadie ni respires cerca de nadie —pidió, obteniendo unos ojos volteados por parte de Hyunjin—. Sé fiel a este pobre diablo.

— Ofendes al diablo —le burló, Seungmin se levantó en sus puntas para besarlo rápidamente una vez más—. Tú no le des tu número de teléfono a nadie ni tampoco le sonrías a ningun hombre.

— Cuenta con ello.

Se despidieron con un último beso. Seungmin lo vio marchar, sonrió antes de ingresar a su salón de clase.

Al final había decidido tomar una carrera que lo haría feliz y aunque no tuvieran el mismo horario habían seleccionado sus clases a fin de que fueran lo más similares posible y también similares a las de sus amigos.
Seungmin tomó un lugar en los asientos del medio, echó un vistazo general a todo el curso. Ningún rostro similar o conocido. Nada nuevo, tampoco.

Suspiró cuando el profesor ingresó, unos minutos más tarde. Era un hombre mayor, de semblante taciturno y cabellos grises. Supuso que no encontraría un profesor Yeun Mirren por esos lares. Daba igual. Era la universidad, aún habían cosas que ver.

Bellas artes. El inicio de un camino que determinará el futuro de su vida. Seungmin estaba satisfecho con su decisión y apenas era el primer día.

La profesora explicaba tranquilamente, él tecleaba en las letras de su computadora el sistema evaluativo que sostendrian ese primer semestre. Una sonrisa elevó sus labios, miró la hora. Segunda clase, pronto el primer descanso de su horario.

Todo iba relativamente bien hasta el momento. Debía continuar así ¿y por qué habría de cambiar, de todos modos?


Hyunjin observó a su novio caminando junto a Minho, habían ido por bocadillos a la máquina expendedora. Una sonrisa asomó sus labios, Chan le miró ilusionado.

— ¿Y lo quieres mucho? —Preguntó como por milésima vez en la semana. Él sonrió aún más, volviendo la vista al pelirrojo.

— Ya te lo dije, Chan... podría quererlo incluso ante la muerte.

— ¿Incluso si el diablo te pide tu alma en lugar de la suya? —Le preguntó con malicia, obteniendo una mirada traviesa.

— Él es el diablo, no te lo olvides.

Chan comenzó a reír, Hyunjin no le dijo que ese chiste jamás podría aburrirle, tratándose de que, en algún momento, era realidad.












— Querido diario... —murmuró Seungmin, escribiendo en la primera hoja, negó— Querido amigo... —meditó, rayando el escrito— Solo pondré mis pensamientos sin preámbulo —decidió, comenzando a escribir en una hoja nueva.

Nuestro primer día fue bueno, el primer día del resto de nuestras vidas... o al menos por unos años. Pero si de algo estoy seguro es de que jamás me arrepentiré de este desenlace.











El Aforismo De Lo No Dicho (HyunMin) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora