𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟒

782 107 17
                                    

—¿Cómo sabes mi nombre? —me preguntó al tiempo que me lanzaba una  mirada llena de sospecha

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Cómo sabes mi nombre? —me preguntó al tiempo que me lanzaba una  mirada llena de sospecha.

¿Puedo sentarme? Te lo explico enseguida. —Frunció el ceño, pero no dijo que no, así que cogí una silla de una mesa vecina y tomé asiento.

Lalisa Manoban era la única mujer soltera sin acompañante que iba a asistir a la boda. Los otros dos nombres correspondían a dos ancianas: una estaba completamente postrada en la cama; la otra, afincada en Florida, ya no podía subirse a un avión. Estaba claro que las dos habían sido invitadas por cortesía.

Lisa era mi única oportunidad. Tenía que conseguir que me ayudara. Había ido a su despacho para intentar reunirme con ella, pues la situación era demasiado complicada para explicarla en un correo electrónico; podía haber acabado pareciendo uno de esos abogados nigerianos que te prometen por Facebook cientos de millones de dólares si les envías trescientas libras en concepto de gastos administrativos. Así que había decidido que lo mejor sería ir a su despacho y pedirle una cita de trabajo; al fin y al cabo, se trataba de una propuesta comercial.

Cuando me crucé con ella en la calle, me pareció familiar y guapísima, pero no había vuelto a pensar en ello mientras iba al baño de la cafetería antes de presentarme en su despacho. Mientras tenía la polla en la mano, me había dado cuenta de quién era. Y no pensaba dejar pasar la oportunidad de acercarme a ella. Había demasiado en juego.

Tengo entendido que eres consultora de Recursos Humanos —dije—. Y, por lo que sé, muy ambiciosa. Ya te han ascendido en Foster & Associates, y solo llevas un par de meses trabajando con ellos. —Hice una pausa. Tenía que ir más despacio; tomarme mi tiempo. No podía echar a perder esa posibilidad.

Me recliné en la silla y la miré. Las fotos que había encontrado de ella en las redes sociales no le hacían justicia. Llevaba el pelo más largo de lo que había pensado, y le caía en suaves ondas negras hasta los hombros, y lo que yo creía que eran unos ojos marrones oscuros resultaban ser unos iris de color casi miel ... que me abstraían por completo. Tenía los labios carnosos, sin rastro de maquillaje, y un lunar en el pómulo izquierdo del que se habría sentido orgullosa cualquier pinup del Hollywood de los años 50.

Me miró con el ceño fruncido.

¿Por qué sabes cuánto tiempo llevo en mi puesto de trabajo? No importa, tengo que irme.

Sé que esto es un poco extraño. —Me eché hacia delante—. Dame un par de minutos más para explicarte todo el asunto. He venido a hacerte una propuesta de negocios. Una propuesta que creo que encontrarás muy interesante.

Había investigado sobre esa mujer, como hacía siempre que pretendía establecer una nueva relación comercial. Lo peor que podía pasarte en un negocio era que te llevaras una sorpresa después de firmar el contrato; era la forma más fácil de acabar gastando dinero de más. Así que consideraba mucho más lógico hacer el esfuerzo por adelantado: saber lo que iba a costar y añadirlo al presupuesto.

𝙋𝙧𝙚𝙩𝙚𝙣𝙙 𝙇𝙤𝙫𝙚 | ℓк αυ ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora