Kajol

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Decepcionada me senté en el sofá. Tenía puesto el vestido negro que Shahrukh me recomendó usar, me maquillé un poco, incluso pedí comida. Planeaba tener algo especial, aunque sea pequeño, ya ni siquiera me importaba si Shahrukh me mintió y no había sorpresa, solo quería a mi esposo por una vez.

El reloj marcó las once y treinta, tenía un nudo en la garganta. Y me levanté dispuesta a cambiarme el vestido por las pijamas, ya no quedaba mucho de mi aniversario. 

Ajay siempre fue un hombre serio, y eso me atrajo hacia él.

Era misterioso, independiente, hacía lo que mejor le parecía, y tenía una atracción extraña y magnética que me llevaba a él. Tal vez, y muy a mi pesar, era demasiado independiente. No me necesitaba. En el trabajo podía lograrlo sin mí, podía manejarse perfectamente frente a otras personas, podía solucionar las cosas con Nysa en una sola conversación. Y esperaba que yo hiciera lo mismo. 

Desde el primer momento tuvimos independiencia económica y social. Él tenía amistades que a pesar de no ser de mi agrado, no dejó de frecuentar, al igual que, aunque su relación con Khan no era la mejor, nunca me pidió que no lo viera o comentó algo sobre él. 

Después de casarnos, los celos desaparecieron. Y me sentía tranquila por ese lado, confiaba en mí ciegamente.

Quizás demasiado.

No quiero ser malinterpretada, no me he sentido atraída por nadie desde que me casé con él, al menos sexualmente, pero podría hacerlo. Soy una mujer sensual e inteligente, y no tengo por qué ocultar mis cualidades, o cambiar mi forma de ser solo porque estoy casada, y debido a esto, me han propuesto aventuras en algunas ocaciones y aunque siempre las rechacé, un poco de emoción no le vendría mal a este matrimonio.

No recibía la atención que quería por su parte, esta relación la llevábamos cada quien por su lado. Incluso la economía era 50/50, ganábamos igual, lo que significaba que yo era más cotizada, pero recibía menos de lo que merecía porque este país tiene un problema con mi sexo.

Eso tampoco parecía molestarle, mis logros estaban allí, los suyos también. Era una relación tan equitativa, tan igual. Como deberían ser los matrimonios, y todo sería perfecto si tan solo el amor fuese equitativo también.

Yo lo amo.

De eso no tengo ninguna duda, amo a mi esposo como si fuera el primer día, aún me emociono cuando nuestros ojos se encuentran, aún despierta mi apetito sexual. 

Pero yo a él ¿Quién sabe?

Me hace sentir insegura.

Hay muchas mujeres que son más jóvenes y bonitas en su trabajo, abogadas, economistas, contadoras, secretarias...

Se me revolvió el estómago enfermo de celos.

Todas pasan más tiempo con mi marido que yo.

Trabaja desde las siete de la mañana y me jura que su hora de salida son las diez y quiero creerle, juro que deseo que sea cierto, y he rezado porque lo sea más de una vez.

Pero a veces los sentimientos me ganan y no puedo evitar sentirme de esta forma.

Justo como me siento ahora.

Desplazada, aburrida, sola. 

Iba a subir por las escaleras, la puerta se abrió, me giré para enfrentarlo.

Ajay traía una bolsa llena de regalos, y un globo de helio amarrado a un ramo de rosas, en una mano y en la otra un osito que parecía haber sido aplastado por un camión, lo apretujó y el osito cantó Janam Janam, mi canción favorita.

El peso del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora