Khan

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Decidimos mudarnos juntos, pasé mis cosas a casa de Kajol, y ella me esperó feliz, cuando me vio entrar por la puerta, corrió a abrazarme. No pude con mi sonrisa, estaba viviendo un sueño.

— Mi vida— Me dijo antes de besarme fugazmente— Las chicas irán al cine ¿Te instalas tú solito?

Mi sonrisa se borró, no es que me moleste que se vaya al cine, o algo dramático, no, me molestaba que la casa esté hecha un desastre y ella sabe mi debilidad por el orden, así que aprovechó perfectamente eso para escapar.

— Kajol, yo solo ¿Todo?— Ella asintió encantadora— ¿No cocinaste o sí?— Pregunté preocupado porque ella cocina algo que debería hacerse en una olla, en dos ollas, cinco platos, cuatro cucharas, la licuadora, etc, etc, etc, y para colmo la comida sabe a... 

No hablaré de la sazón de mi mujer.

— No, ya sé que no te gusta mi comida—Rodó los ojos— Te ayudé limpiando la cochera para tu auto, solo te trajiste uno ¿Verdad?— Asentí— Sí, porque Nysa dejó su auto aquí.

— No te preocupes.

— Bueno, entonces iré a cambiarme...— Iba lentamente deslizándose de mi abrazo, pero la atraje nuevamente— ¿Sí, dulzura?

— No voy a limpiar tu casa.

— "Nuestra" casa— Corrigió, y puede sonar cursi, pero eso me emocionó— Y sí, tienes que limpiar porque también es tu casa, así que déjame la sala y la cocina, ordena el resto.

Asentí derrotado— Ok.

— Listo, te adoro, adiós— Se fue subiendo las escaleras, pero pronto regresó— Ah, por cierto... ¿Arreglas la terma antes?

— Voy— Empecé a caminar hacia ella.

— Y luego... ¿Tomamos una ducha?— Su rostro y su tono se sincronizaron perfecto para manipularme como solo ella podía hacerlo. Corrí a esa terma y la instalé como debería haberse hecho al principio.

La estaba probando cuando detrás de mí, unas manos acariciaron mi espalda— Te ves tan sexy arreglándome eso...

Me giré para verla, traía una bata, que pícaramente dejó caer. No me contuve, la tomé empujándola contra la pared de la ducha, sin dejarla responder, apagando su quejido por la frialdad de la pared con un beso. 

Hicimos el amor apasionadamente, y salí contento a arreglar nuestra casa.

— Me voy, cariño, te traeré palomitas.

— Bueno— Me lanzó un beso, y se fue tarareando una canción.

Me dispuse a hacer lo que ninguna de las dos personas que habitaban esa casa hacían: ordenar.

No entiendo por qué una madre y su hija eran tan desordenadas, encontré maquillaje por toda la casa, zapatos, pulseras, aretes.

En fin, guardé todo donde pensé que irían. 

La ropa de Kajol estaba echa un laberinto en los cajones, así que los ordené. Terminé como a las 11 de la noche, y Kajol todavía no llegaba, seguramente se fue a bailar con sus amigas. 

Me puse a hacer avena y ordenar mis propias cosas en la cocina (sí ordené eso también), dejé mis cajas de proteína, atunes, y comida, porque ellas solo tenían cajas de galletas bajas en azúcar y helado, entre otras cosas que claramente les produciría gastritis. Sabía que kajol no cenaba, pero era impresionante que tampoco hubiera comida en su refri y solo galletas, leche, cereal, y todo envasado que mentía sobre su cantidad de azúcar.

Cuando terminé prendí la televisión, y solo tenía contratado Netflix, vi su lista y todas eran películas románticas. Abrí mis cuentas y me puse a ver algo un poco menos intenso.

El peso del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora