CAPÍTULO 20: LA ESTÚPIDA MESERA

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Hoy era el último día que pasaríamos en la cabaña de mi familia, hoy se acaba este fin de semana repleto de aventura y locura al lado de Zane, debíamos volver aunque ninguno de los dos quisiera, hay responsabilidades que nos esperan en la ciudad, a veces deseamos tanto quedar en un lugar que se nos olviden que a pesar de desear tanto algo, debemos seguir con nuestras responsabilidades y con nuestra vida, pero a pesar de cualquier cosa, seguiré adelante en mi vida, con Zane haciendo parte de ella.

Esa mañana me desperté un poco temprano, el día era muy lindo, el sol estaba muy reluciente, las nubes blancas y deformes como siempre y el cielo azul. ese día decidí que debía desayunar en los jardines de la cabaña, siendo el ultimo día quería disfrutar las pocas horas que quedaban allí, ya que lo más probable es que no vuelva durante un tiempo, arregle la mesa, puse un poco de flores del jardín, Luz me ayudo hacer el desayuno, hice panqueques con fresas, chocolate y jugo de naranja. Zane siempre cocinaba para mí y deseaba de cierta forma hacerlo, aunque no me guste mucho.

—Luz, yo termino de arreglar aquí, ve a mi habitación y por favor dile a Zane que el desayuno ya está listo.

—Sí niña.

—Ah, pero no le digas que es en el jardín, deja que el me encuentre —ella sonrió y se marchó.

Pasaron unos cuantos minutos y no había venido, pensé en ir a buscarlo, pero esperé unos minutos más y lo vi a lo lejos, él me sonrió al verme.

—Oye llevo buscándote como cinco minutos.

—Quería que me encontrarás —mi sonrisa era instantánea, era feliz.

—Pues me tarde un poco.

—No impor... —me interrumpió dándome un beso.

—¿porque decidiste que debemos desayunar aquí? —me dijo mientras se sentaba.

—El día está muy bello y quería un desayuno algo diferente, bueno quiero desayunar en un lugar diferente.

—Pues debo decirte que yo no puedo recibir el sol —se rio al terminar la frase.

—Deja de decir estupideces.

—¡Ah! digo estupideces —se hizo el ofendido mientras me comía una fresa —¡no me crees?

—No, no te creo.

—Deberías creerme, en cinco minutos me quemaré por completo y moriré —no pude evitar reírme.

—No vas a morir.

—Si lo voy hacer, por eso me comeré todo este banquete rápido antes de que pase.

—Hoy amaneciste muy bromista —el solo se rio —don bromista.

—Te prohíbo que me digas así —lo dijo de inmediato.

—Te empezaré a llamar así.

—¡No! —lo dijo rotundamente.

—¿Por qué no?

—Porque no me gusta.

—No me importa, tú me tienes un sobrenombre ahora este será el tuyo "Don bromista" —me gusto la cara de enojado que hizo, solo estaba molestando.

—¿A qué horas nos vamos?

—Pues yo tenía pensado irnos en dos horas.

—¿Por qué tan ligero?

—¿Te acuerdas del restaurante que vimos a mitad de camino?

—Si, claro que me acuerdo.

—Pues ahí, venden una comida deliciosa y pues me gustaría que almorzáramos ahí, y si, ya sé que almorzaremos un poco tarde, pero me gustaría también que tu probaras las hamburguesas que hacen, son deliciosas —me emocione al decirlo.

BELLA SALVACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora