CAPÍTULO 2: HERMANOS

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Me encontraba a punto de salir de mi casa, lo pensé toda la mañana y parte de la tarde, pues no sabia que era en realidad mejor.

Me pregunté a mí misma, si era buena idea, hace mucho que no salía y creo que lo necesitaba, pero no sabía muy bien si era correcto salir, sabiendo que hace un día había salido del hospital psiquiátrico, al final deje de pensar tanto y tome la perilla de la puerta, mientras salía y pasaba el ante jardín grande que estaba frente del porche de mi casa, observe que la camioneta negra de ayer salía, pude ver que él que la manejaba era el chico que vi en la noche desde el mirador de mi habitación, esta vez al igual que ayer me causo curiosidad, tenía las ventanas del auto a bajo, gracias a eso pude observar que era aquel chico de ayer, yo me encontraba en el andén de la carretera y cuando paso por un lado pude sentir que me miró e igual sentí su curiosidad en mí, al igual yo lo mire solo que creo que un poco más discreta que él.

—Iría, ¿Qué miras?

—Nada Nico, nada —le metí.

Caminamos hacia la cafetería el centro, seguía pensando en aquel chico, no entiendo porque me causa tanta curiosidad. Me preguntaba quién es y desde cuándo está viviendo en el vecindario, creo que le debo preguntar a mi madre, ella podría saber algo.

—¿En qué piensas? —me pregunto Nicoll sentada enfrente de mi.

—Es que hay un nuevo vecino —Nicoll me miró extrañada —, nuevo en el vecindario y me causa un poco de curiosidad.

—¿Es lindo? —pregunto de inmediato.

—¡Nico! —lo dije un poco descolocada por la pregunta.

—¿Lo es o no?

—Si lo es.

Ahora que ella me hizo esa pregunta no lo repare mucho, es lindo, pero no sé porque lo es, solo sé que lo es —es extraño— no repare nada de él, mo lo observe como para siquiera saber el color de cabello o sus ojos.

Esa tarde la pase genial, estuve en toda la ciudad, me sentí libre de nuevo, pude sentir que todo estaba bien, de nuevo, que mi enfermedad volvía a pasar al segundo plano donde siempre solía estar. Aunque no puedo negar que la vida cambio un poco, aunque no se, si fue la vida la que cambió o la vida me obligo a cambiar. Ya no soy la niña loca e irresponsable del año pasado, ni la cual veía la vida como si fuese un juego, mi enfermedad me hizo darme cuenta de los errores del pasado y la clase de persona que era y la cuál no deseo volver hacer.

Me encontraba volviendo a casa con un cono de helado en la mano y con la otra en mi celular viendo Instagram. Cuando llegue a mi casa pude observar que en la casa de enfrente, por la gran ventana del segundo piso, se hacia visible, una silueta de un hombre que me suponía era el chico de ahora, lo peor es que esa silueta es perfecta, se veía que hablaba por celular y movía un poco las manos pero no parecía disgustado o eso creí. Por unos minutos fue como si entrara en un transe por culpa de esa silueta, solo quise quedarme ahí parada, aunque pasará el tiempo. Pero el pensar como me vería de estúpida parada a mitad de la calle mirando la silueta que se ve a través de una estupida ventana.

Solo me entre a la casa y fui directo a la cocina, allí se encontraba mi madre preparando la cena.

—Madre que preparas —. Ella levanto su mirada y me sonrió.

—Algo, te pienso sorprender —dijo con una sonrisa dulce en sus labios.

—Espero que sea algo rico.

—Cuando yo he cocinado algo que no sea rico —dijo cruzando sus brazos.

—Nunca —le sonreí a mi madre, pero en ese momento me acordé del chico de enfrente y tenía curiosidad, mas de lo que podria considerarse normal, ¿Porque tenía tanta curiosidad por ese chico?

BELLA SALVACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora