CAPÍTULO 40: EL BAÑO DEL AVIÓN (+18)

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Sus labios se posan en los míos, puedo sentir como su lengua toca mi labio inferior y sin pensar, continuó el beso, el beso que deseo, un beso que despierta cada uno de mis sentidos y el cual cada sentido corresponde y no quiere que deje de besarme. Sus manos en mi cuello bajan hasta mis caderas, las cuales las tomó con fuerza y cortó toda distancia que mi cuerpo guardaba.

Mis manos estaban incontrolables y lo único que deseaba era tocar su cuerpo, su piel desnuda pegada a la mía y como sus grandes manos tratan de tocarme de la forma más delicada, sin hacerme daño, pero con la fuerza suficiente para que no fuera tan dulce. Mis labios dejan de besar los suyos, sus sentidos reaccionan y sus ojos perfectos me miran y esperan que diga algo, cualquier cosa, que se detuviera o que siguiera, pero necesitaba que su camiseta dejará de estorbar. Le sonreí dulcemente y dejé que mis manos aferraran su camiseta blanca y sin pensar empecé a subir, él alzó sus brazos, permitiendo que la camiseta pasara por sus brazos y cabeza hasta que no fuera un obstáculo y desapareciera por algún lado de la habitación.

Sus labios besan mi cuello, mientras sus manos recorren mis piernas desnudas ocasionado un escalofrío pase por mi cuerpo —yo sonrió— y me dejo llevar, mis manos recorren su espalda y siento unos granitos demasiado pequeños por su piel blanca, empiezo a subir mis brazos hasta su cabeza en la cual la acaricio y busco sus ojos, los ojos penetrantes y demasiado misterioso para las personas, pero para mí no, me deja ver por medio de ellos la verdad de su vida, las ganas y el deseo que tiene esta noche. En el momento en que sus ojos me miran deseo que sus labios vuelvan y besen los míos, pero deseo admirarlo, tocar su rostro como si nunca antes lo hubiese hecho, a pesar del deseo que ambos tenemos puedo ver que él también desea mirarme, llevo mis manos a su rostro y toco ambas de sus mejillas, las cuales son bastante suaves, en su mejilla derecha pude sentir la cicatriz del accidente que tuve que es casi invisible, pero un tanto palpable. Sus ojos me miran, mientras estoy encima de su cuerpo y mientras sus manos están en mi cintura, no dice absolutamente nada porque sabe que lo arruinaría, las palabras solo estorbarían.

Pero por alguna razón al volver a mirar sus ojos fue como una mirada a la realidad y me impidiera seguir, seguir con el deseo, con Zane y cada cosa que pasaría, pero nada fue suficiente, debía despertar del sueño, odie mi vida y mi existencia, por unos cuantos segundos, hasta voltear a ver a un lado y ver a Zane durmiendo todos en el avión duermen o eso supongo, las luces del avión estaban apagadas y lo que era visible ante mis ojos solo era él.

El deseo seguía en mí, me sentía muy acalorada y deseaba besar a Zane y que él me besara todo el cuerpo sin excepción. Me sentía excitada y deseaba saciar las ganas que tengo, no se porque me sentía así, pero no lo odiaba, voltee a ver de nuevo a Zane y podía ver como dormía, quise despertarlo y sabría que amaría la razón por la que interrumpiría su sueño, pero el sentirme así, me avergonzó un poco, no seria algo muy normal el despertarlo para que tengamos sexo, y mucho menos en un avión a unas cuantas horas de llegar donde mi hermano —definitivamente es una locura—.

—¡Mierda! —dije en voz baja.

Me acomode un poco en el asiento para volver a dormir y no pensar mas en tener sexo con mi novio en un avión, la idea no está loca y da un poco de morbo, da mucho morbo. Al tratar de dormir no podía dejar de olvidar como Zane me besaba y me tomaba con sus manos y deseaba que me besara igual, que me tomara con sus manos grandes y me hiciera suya, completamente suya.

Me seguí moviendo hasta lograr acomodarme de una manera, que me fuera posible volver a dormirme y tal vez hasta continuar ese sueño y calmar el deseo que todavía sigue en mi y desea ser saciado.

—Sisu, ¿estás bien? —. La voz de Zane estaba un poco ronca y se notaba la pereza en sus palabras.

—Si, lo estoy.

BELLA SALVACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora