CAPÍTULO 27: RUBIAS, AMIGOS Y MENTIRAS

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Me encuentro sentada en la banca detrás de los pequeños árboles, dibujaba en mi cuaderno el cielo, las colinas y todo lo que me pareciese hermoso y plasmable en una hoja de papel. Dibujaba porque eso me relajaba y permitía que mi mente mantuviera tranquila y sin estrés alguno.

Mis padres desde pequeña insistieron que dibujara, al principio no me gusto, me parecía ridículo y pensé que no sería buena, pero poco a poco vi que el dibujar me traía tranquilidad y hacía que no pensara nada más que no fuese dibujar, no era la mejor dibujando pero era buena, no suelo dibujar muy frecuentemente, antes si lo hacía, vivía muy agobiada que lo único que disipaba todo lo que sentía era el dibujar, en un momento un pajarito muy pequeño se posicionó en la baranda del acantilado, empiezo a observarlo y él me observa, el ladea su cabeza de un lado a otro y un momento extiende sus alas y sale volando.

Desearía que la vida fuese tan fácil como extender las alas y huir de todo en la vida y solo sentir el viento soplar en nuestro cuerpo y sentir la libertad que deben sentir los pájaros al momento de volar, empecé a recordar ese pajarito y trate de dibujarlo lo mejor posible y creo que lo logre.

Me encontraba devolviéndome a mi casa, con mi cuaderno de dibujo en mi mano derecha y el lápiz y borrador dentro de aquel cuaderno, al llegar a mi casa me detuve a mirar enfrente de la casa de Zane, sus padres se fueron ayer tras pasar un mes junto a él, me alegro tanto por él y sus padres, sé qué hace mucho no le dedicaban tiempo a Zane y sabía que a Zane le dolía que sus padres le importa más su trabajo que él, pero ese mes pude observar cómo sus padres lo aman, sé que de serían estar más constante pero no todo en la vida es fácil y como me dijo Sebastián «la vida nos exige algunos sacrificios, por más duros que puedan llegar hacer deben dejar a un lado lo que tanto amamos para amarnos a nosotros, sin dejar a un lado a las personas que podemos sacrificar, porque al final por ellas fue que hicimos aquel gran sacrificio» creo que Sebastián tenía un poco, de mucha verdad pero duele que a veces debemos sacrificar lo que amamos para amarnos a nosotros.

Mientras me quitaba la ropa para darme una corta ducha, recordaba momentos con Zane, la vida a su lado ha sido más fácil en muchos sentidos, lo amo y demasiado, no sé qué quiero que pase en mi vida, pero no quiero ver mi vida si no es con Zane, suena extraño ya que apenas somos unos niños, por decirlo así, pero él ha sido la persona que llena mi mundo de color y no sé si yo lleno la suya, aunque espero que sí.

Salía de mi casa hacia el grupo de apoyo solo que esta vez un taxi me esperaba afuera de mi casa, no deseaba caminar, mi padre pensaba llevarme, pero tuvo una junta en la empresa de último momento y no pude venir por mí, al llegar al hospital psiquiátrico entre cómo era lo normal y me dirigí al ascensor.

Estuve dos horas, esta vez no hable no tenía nada de lo cual hablar, pero había algo extraño ya que Isaac no vino, al salir le escribí y no me contestó, así que empecé a llamarlo, insistí lo suficiente para que contestará.

—Isaac ¿dónde estás?

—Perdón, ¿usted es amiga o familiar del muchacho que está aquí?

—¿Le paso algo?

—Si, ha tenido no sé cómo un ataque de pánico o algo así, está muy nerviosos y está temblando —en la voz de la chica se escucha su preocupación.

—¿dónde está? —me preocupe al instante.

—En la cafetería el centro.

—Bueno, no lo muevan, no llamen a nadie yo ya voy para allá —no deje siquiera que la chica colgara, empecé a correr hasta llegar a la cafetería, nunca antes había corrido tanto en mi vida, al llegar no había nadie en la cafetería, no veía a nadie y eso me preocupo.

BELLA SALVACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora