Epílogo

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Años después...

ODETTE

—¡Colette! ¡Ven a ayudar a mami! —grito desde la cocina, cortando las verduras para la cena —. ¿Colette? —me empiezo a preocupar, deteniéndome y alzando mi cabeza —. ¿Holly? —dejo el cuchillo en la mesa, sacudiendo mis manos.

Veo pasar a Odean, mi primer hijo con su cabello ondulado de color castaño, igual al mío y sus ojos color miel. Una copia exacta de mí.

—Odean, ¿vista a tus hermanas? —pregunto con curiosidad, acercándome a mi hijo que tiene un pincel en su mano.

—Deben estar en su escondite no tan secreto —responde y se escoge de hombros, siguiendo su camino a su cuarto.

Mi hijo tiene las mismas habilidades que yo al pintar, pero mejores.

Sonrío por inercia y subo las gradas para ir a la habitación de Caden y mío y escucho susurros en la parte de mi armario.

Camino y abro las puertas, encontrándome con mis dos hijas hechas un ovillo y sonriendo con maliciosa.

Mellizas.

La mayor por unos minutos, Colette, tiene el cabello rubio con algunos destellos castaños, ojos miel con un toque de azul en su iris derecho.

Luego, Holly, tiene el cabello negro y ojos azules, idéntica a su padre. Con el mismo carácter.

Coloco ambas manos en mi cintura, divertida —¿Escondiéndose de nuevo, pequeñas traviesas?

Ellas me silencian con sus dedos en sus labios, riendo con nerviosismo.

—Nos estamos escondiendo de papi —responde Holly, mirándome con diversión.

—Oh, claro, entonces me iré —respondo con una sonrisa en los labios.

—¿No le dirás a papi, verdad, mami? —pregunta con temor Colette, haciendo un puchero con los labios.

—Claro que no —les guiño un ojo y ríen entre risas bajas. Cierro la puerta y vuelvo mis pasos hasta cerrar la puerta de la habitación y bajo las gradas, encontrándome con Caden, mi esposo.

No cambió nada, tal vez excepto el cuerpo, que está más musculoso, sus facciones se volvieron más duras. Más apuesto. Y todo mío.

—¿Viste a las niñas? Estamos jugando a las escondidas y no las encuentro desde hace media hora —pregunta con una sonrisa de oreja a oreja, colocando una mano en mi cintura y las mariposas en mi estómago no pasan desapercibidas.

—No, claro que no, pero creo que las vi en la sala, corriendo —respondo, riendo con naturalidad.

Besa mi mejilla con rapidez y asiente con la cabeza, bajando de nuevo y yendo a la cocina.

Suelto una risa malévola y niego con la cabeza, dirigiéndome a la cocina, pero encuentro a Odean, metiendo su dedito en la crema del pastel por el cumpleaños de mis mellizas.

—Odean —pronuncio su nombre y levanta la cabeza, pillado y sus mejillas se tiñen de color rojo, sonriendo con nerviosismo.

—Mamá... yo... eh... estaba probando la deliciosa crema... y sí, está rico —dice con nerviosismo, separándose de la crema y rascándose la parte trasera de su cuello, como lo hacía su padre —. Yo... eh... me voy —y corre, dirigiéndose a su habitación.

...

—¡Feliz cumpleaños! —gritamos todos hacia mis hijas, ellas soplan las velas del pastel y sonríen, mostrando sus huequitos de las mejillas.

Les doy a ambas un sonoro beso en la mejilla y ellas me embarran con crema en el rostro.

—¿Quieren embarrar a su padre? —pregunto en un susurro en el medio de las dos.

Ellas sonríen con maliciosa y asienten con sus cabecitas.

Caden está detrás de mí, esperando su turno para felicitarlas.

Nos damos la vuelta al mismo tiempo y preparo la crema en mis manos, lista para atacarlo.

Caden parece desconcertado un momento, pero luego ve nuestras manos y abre sus ojos, empezando a correr al jardín. Nosotras lo perseguimos hasta el jardín y las primeras en llegar son nuestras hijas, embarrándole su ropa. Me detengo y contemplo la escena con cariño.

Pero Caden les susurra algo al oído y voltean a verme con malicia.

—¡Ataquen a mamá! —grita Caden, corriendo hacia mí y embarrándome la ropa que tengo puesta y el rostro.

Luego vienen mis hijas y embarran mis piernas, riendo a carcajadas.

—Esto es la guerra, Harris —digo con diversión, separándome y dando un alto al ataque.

Se escoge de hombros, divertido y con una mirada pícara.

—Demuéstramelo en la noche, Aniston —responde con una sonrisa coqueta y con un guiño de ojo.

Niego con la cabeza, sonrojándome como la adolescente que solía ser.

Mis pequeñas parecen confundidas por las palabras de su padre, pero se escogen de hombros, pasando de nosotros y yéndose a encontrar con sus abuelas que viene con muchos regalos.

—Eres tan... sutil, Caden —digo con sarcasmo, negando con la cabeza.

—¿Qué puedo decir? Soy genial en ser sutil —responde, acercándose y colocando sus manos en mi cintura, atrayéndome.

—No mires atrás, Caden —digo, asustándome un poco por ver detrás de él: un niño se acerca tímidamente hacia Colette, llevándole un regalo de cumpleaños.

Ah, claro, Caden lo hace y su cuerpo se tensa ante la escena.

—No asesines al niño, Caden —digo con una sonrisa ladina, divertida y deteniéndole por la muñeca.

—Oh, claro que lo haré —dice mientras se suelta de mi agarre y va a la dirección del pobre niño.

FIN

Odette & Caden [Sensaciones #1] [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora