capítulo 2

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Miro detrás de él y entonces veo a Alaska bajar las escaleras mientras acomoda su vestido, vuelvo mis ojos al chico que acaba de decir su nombre y rápidamente lo tomó de la mano arrastrándolo a la barra donde pido un vaso más de vodka. A estas alturas de la noche se suponía que debía estar bailando, riendo y pasándola genial con mi novio y mejor amiga pero en lugar de eso estoy emborrachandome mientras Kale, un perfecto desconocido, me observa e intenta arrebatarme el vaso de las manos.

Había bebido demasiado, tanto que incluso el último trago que le doy a la bebida no tiene sabor.

—Daría lo que fuera por verte mañana con la resaca del siglo. —Dice divertido mientras agarra el vaso y lo deja sobre la barra— No deberías...

—Hay tantas cosas que no deberían ser y son. —murmuró interrumpiendo lo que iba a decir.

—¿Por qué lloras?—en su pregunta no hay ningún rastro de diversión o humor, lo que hay es preocupación.

Llevo mis manos a mis mejillas y maldigo por lo bajo. En este preciso instante debo parecer un mapache, el maquillaje se me debe haber corrido por las lágrimas.

Así no se suponía que debía ser todo esto.

—Voy a salir a tomar aire—le digo mientras dos varios pasos tambaleantes hacia atrás.

—Estas muy ebria, al único lugar al que podrás llegar sola es al piso—responde mientras me toma de la cintura y me ayuda a salir de la multitud que se aglomera alrededor de la barra.

Miro hacia atrás y la veo, está buscándome. Luce como si no hubiera pasado nada, como si solo hubiese ido a buscar un trago como había dicho, quiero gritar y llorar por todo lo que implica el hecho de que estuviera durmiendo con mi novio, corrección, ex novio.

Ya nada volverá a ser como antes.

Kale abre la puerta de la casa y todo ocurre muy deprisa en cuanto el viento nocturno golpea mi rostro.

Las ganas de expulsar el exceso de alcohol me invaden y vomitó manchando por completo mi ropa y salpicando la de Kale.

Vergüenza. Vergüenza ajena doy.

—Perdón, yo... Lo siento mucho. —balbuceo.

—Tranquila, todo está bien. —responde mientras intenta secar mis lágrimas—¿Donde vives?

Como un balde de agua helada me quedo petrificada, ¿dónde se suponía que iba a dormir esta noche? Viva con el idiota de Simón, todas mis cosas estaban en su casa.

—No tengo casa. — respondo, cosa que lo hace reír.

—¿Vives debajo de un puente?—se quita la camisa a cuadros que llevaba puesta y solo se queda con una musculosa blanca.

—Luego de esta noche, si. —afirmo.

Alaska, Simón. Ambos desnudos...

—Debes ir a tu casa, no puedes estar así aquí.

Besándose, teniendo sexo...

—¿Sam, me escuchas?— pregunta chequeando sus dedos delante de mis ojos.

—No puedo ir a mi casa, vivo con mi novio y él estaba follando con mi mejor amiga en uno de los cuartos de arriba—le explico.

Decirlo en voz alta me duele más de lo que debería, siento que estoy siendo estúpida e injusta por estar arruinandole la fiesta al pobre chico que solo intenta ayudarme.

Me siento en uno de los escalones donde no hay vómito, levanto mi vista del suelo y entonces veo la camioneta de Ryan estacionada del lado de enfrente de la calle.

Besos sobre tu tumbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora