— Me quiero bajar.— insisto.
Él me sonríe y eso no hace más que llevar a un punto límite mi paciencia.
— Frena el auto o me tiro ahora mismo...
— La puerta esta cerrada.— me responde con la sonrisa todavía adornando su cara.
—¿Se puede saber que cosa es tan graciosa como para que estés sonriendo como idiota?
Ryan dobla en una esquina mientras su sonrisa se ensancha aún más.
— La forma en la que estas actuando es tan infantil.
—¿Yo actuó de forma infantil?—Llevo ambas manos a mi cara con desesperación. Las emociones comenzaban a rebasarme.— Que yo sepa no soy yo quien esta jugando a la estúpida ruleta del karma, no soy yo quien sigue aferrado al pasado.
La sonrisa se borra de su cara, mi corazón está acelerado y mi garganta pide seguir escupiendo verdades.
—¿Eso es? ¿Simplemente el pasado para ti?— él niega con la cabeza.— No tienes idea.
Muerdo con fuerza mi labio inferior mientras dejo que el aire entre por mis fosas nasales con lentitud.
— Si, Ryan. Si que la tengo, rompí tu corazón en pedazos. Fui una hija de puta y te juro que la vida misma me está dando lección tras lección... No hay un maldito día donde no me arrepienta de las cosas que hice.
Mis pensamientos vuelan a través del tiempo, recordando cada detalle de nuestra relación, de los momentos lindos y divertidos. De como nos juntábamos simplemente para hablar de tonterías, de como se había vuelto un pilar importante en mi vida y de como mi propio miedo al rechazo lo destruyo todo.
— Si estas buscando...
Mi celular comienza a sonar interrumpiendoló, veo de quien es el número y comienzo a decir todo tipo de insultos.
Estúpido Ryan, estúpido Kale y estúpida yo.
—¿William?— Digo atendiendo la llamada y captando la atención de Ryan.
—Me dijo Brandy que haz tenido una emergencia. ¿Todo esta bien?— Su tono de voz es tan dulce y a la vez preocupado que no puedo evitar sonreír y sentirme culpable por dejarlo plantado.
— Si, todo está bien. Gracias al universo solo fue una falsa alarma... Si quieres podemos dejar lo de la cita para otro día.
Su risa me hace reír a mi también.
— Si, desde luego me parece lo mejor. Podríamos ir al cine o al parque...
William sigue hablando del otro lado de la línea pero mis oídos han dejado de escuchar y prestar atención en el momento en el que Ryan apoyó su mano en mi pierna. En ese instante su tacto me hizo sentir como si mi piel ardiera y mi respiración se acelerara.
De repente, mi mente se nubló y lo que había estado hablando con William se esfumó de mi cabeza. Solo podía concentrarme en la suave caricia de la mano de Ryan en mi muslo y en el intenso calor que se estaba despertando en mi.
Intenté concentrarme en lo que William estaba diciendo, pero era imposible. Mi cuerpo estaba reaccionando a la cercanía de Ryan de una manera que no sabía como manejar. Era como si todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo se hubieran despertado de arrepentimiento y estuvieran exigiendo atención. Mientras tanto, Ryan siguió acariciando mi pierna con una lentitud deliberada, como si quisiera explorar cada centímetro de mi piel. Como si con esas caricias intentará responder a todo lo que lo había dicho antes de la llamada.
—¿Cita?— pregunta en cuanto corto la comunicación.
—Si.— Respondo—¿Algún problema?
—¿Que clase de imbécil te invitaría a una cita luego del trabajo cuando tu sales a las cuatro y media de la madrugada?— Se queja apartando la mano de mi pierna para volver a ponerla en el volante y poder estacionar.
—¿Que clase de imbécil sube a la chica a su auto con la excusa de que algo terrible sucedió?— Lo contradigo.
— Lo mio por lo menos fue más ingenioso— Responde mirándome directamente y frunciendo la nariz.
—Un segundo...— Me tomo la libertad de tocarle la punta de la nariz con mi dedo índice— Estás celoso.
Aparta mi mano con un golpe gracioso.
—No, de ninguna manera pelirroja. Con quien estas en estos momento es conmigo.
Su respuesta me hace sonreír.
—Pero que romántico.— le respondo mirando hacia el frente y descubriendo que estamos donde nos habíamos sentado el otro día a ver el amanecer y a desayunar.
Ryan niega con la cabeza.
—Eso no es para nada romántico.—Me contradice.—¿Pero sabes que si lo es?
—¿Que?— pregunto viendo como estira su brazo hacia los asientos de atrás y me entrega una cosa cuadrada bastante grande envuelta en papel de regalo.
— Esto.
— Dime que es lo que creo que es...
— Si.— me responde con sus mejillas ligeramente rojas.
Con ansiedad y emoción, mis dedos tiemblan mientras rasgan la envoltura del paquete, que se lo que es pero aun asi me siento demasiado contenta. Mis ojos se abren de par en par mientras contemplo la obra de arte que se encuentra frente a mí.
El cuadro de un atardecer está tan bien logrado que me transporte instantáneamente a ese momento cuando estuvimos desayunando, el sol saluda desde lo alto dejando un cielo pintado de tonos dorados y rosados, iluminando los edificios y árboles con los primero rayos del día.
Me quedo allí, en silencio, observando cada pincelada, cada trazo, cada matiz de color que se fusiona en la composición con una maestría única.
Ryan tiene una mano tan ágil para pintar que incluso lo que tengo delante parece hecho con una tableta gráfica. La suavidad de las líneas, la precisión en cada sombra y el contraste perfecto entre los tonos me dejan sin aliento.
<<Observo el atardecer que tenemos enfrente, una mezcla de tonos cálidos y fríos que pintan el cielo de naranjas y morados. La luz se está desvaneciendo lentamente, dejando paso a una oscuridad que parece cada vez más inminente. El aire está fresco y cortante.
Le extiendo un trozo de chocolate y él lo acepta sin mirarme.
Las cosas habían estado demasiado raras últimamente, no habíamos hablado mucho y con la cuestión de que se iría a vivir con su abuela había estado faltando muchísimo a la escuela.
—¿Que cosas te gustan?— pregunta y yo me lo quedo viendo.
Su cabello negro cae en mechones sobre su frente, algunos de ellos estan enredados, haciéndolo parecer un niño pequeño y tierno. Su rostro por otro lado esta sonrojado por el frío y de vez en cuando, exhalaba un aliento blanco en el aire.
—¿A que te refieres?— le respondo con otra pregunta.
— A eso, que cosas te gustan.— muerde un trozo de chocolate y mientras lo mastica me muestra sus dientes los cuales están todos negros debido a que el chocolate de quedó en cada uno de los huecos de los brackets.
— No seas asqueroso.— Me quejo dándole un empujón.
—¿Cómo crees que se verán mis dientes cuando me los quiten?
Hermosos.
—Normales.
—¿Me vere bien? Es que siento que se han vuelto una parte de mi.
Yo me río ante sus palabras.
— Yo creo que te vas a ver bien.
Le da otra mordida al chocolate mientras observa el horizonte, nos quedamos en silencio por unos momentos hasta que vuelvo a hablar.
— Me gustas tú.— Susurro haciendo que Ryan me devuelva la mirada rápidamente,—Me gustaria que me regales uno de tus cuadros, me gusta tu sonrisa y como eres como amigo.
Demonios. Amigo, amigo, amigo.
Esa palabra no va en la misma oración que "me gusta" sobre todo no si lo que intentas hacer es confesarte.
—Cómo amigo, si. Claro.
Se burla haciéndome reír y quitando la tensión del ambiente.
—Se que no te gusto como un amigo.—Continúa utilizando un tono de voz fanfarrón.
— Bueno, tampoco para que se te suba el ego.— le doy un empujón y le quito la barra de chocolate mientras siento mis mejillas rojas.
—¿Cómo para que no se me suba el ego? —Se pone en pie mientras pasa la lengua por sus brackets para quitar los trozos de chocolate de sus dientes.— ¡Le gusto a la chica más hermosa que vi en mi vida! ¿Y tu dices que no es para que se me suba el ego?
Mis ojos se cristalizan y le hecho la culpa al frío viento que se levantó.
—Deja de decir tonterías.
—Lo que estoy diciendo no es ninguna tontería.>>
—Está precioso.— le digo aun mirando el lienzo— No puedo creer que realmente me estés regalando un cuadro tuyo.
Ryan me sonríe.
— Prometí que cuando mejorara en la pintura te regalaría un cuadro.
— ¿Acaso llego el momento de que cumplamos todas las promesas que nos hicimos?
— Quizás si.— responde pasando saliva.
— ¿Incluso la promesa de destruirme?
Sus labios se aprietan sutilmente y vuelve a colocar sus manos en el volante.
—¿Vamos a dormir?— pregunta poniendo el auto en marcha nuevamente.
— Aunque duela responde mi pregunta.— Le pido.
— No puedo mirarte y no sentir un millón de cosas, pelirroja.— Responde simplemente.
El auto se frena en un semáforo en rojo y no puedo evitar la sensación de no querer ir a dormir a su casa, de no querer verlo ni un segundo mas pero Erre estaba ahí esperándome en esa casa y mañana tenia clases así que debía descansar sin quemar mis neuronas pensando en a donde meter la cabeza para dormir.
Mañana sería un nuevo día y me preocuparía por eso.
El auto vuelve a ponerse en marcha y en unos pocos minutos más ambos nos bajamos del auto y caminamos hacia la puerta de la lujosa casa de su abuela.
— Tus respuestas me dejan con más preguntas que antes.— Le digo a modo de despedida mientras comienzo a caminar hacia la puerta de la habitación donde me estaba quedando.
Al cerrar la puerta detrás de mi y ver a Erre mover su cola una sonrisa se escapa de mi boca junto con un par de lagrimas.
Dejo el cuadro que Ryan me había regalado apoyado sobre la cama y entonces noto que atrás tiene algo escrito.
"Kiss me."
Más preguntas que respuestas.
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Besos sobre tu tumba
Teen FictionSavannah Miller; egocéntrica, reina del baile, capitana del equipo de porristas y un sin fin de calificativos que llevan a lo mismo. Una perra que se cree más que nadie. Ryan Black; la víctima preferida de Savannah, la palabra imperfección es la que...