capítulo 10

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Cuando salgo del salón con la cámara en las manos no puedo evitar mirar para ambos lados buscando a mí potencial modelo.

El trabajo que me habían dado para pasado mañana era una foto desde un ángulo alto con el atardecer detrás y una persona o algo allí, llamando por completo la atención de quien sea que mire la fotos. Comienzo a moverme por los pasillos para salir del lugar, antes de hacer las fotos debía ir a buscar a Erre. Si no lo hacía ese maldito comenzaría a defecar por todos lados.

Cuando ya estoy dentro del edificio me cruzo con Cooper, el dueño del edificio. Un hombre de unos cuarenta y tantos, lleva el pelo teñido de negro, unos ojos marrones lo analizan todo y como de costumbre como vestimenta lleva su característico traje negro.

Él no era una persona muy amable que digamos, solía remarcar con frecuencia las cosas que no podíamos hacer, las cosas que debíamos cuidar y sobre todo le gustaba decir a cada rato que no se podía tener mascotas. Todo esto cargado de una mala cara y un tono de voz acusador.

— Señorita.— saluda y yo le sonrió de forma fingienda.

—Señor Cooper.— respondo mientras intento subir las escaleras pero él se interpone.

Su mirada se posa por un momento en mi vestimenta, se que no está mirándome porque le parezca atractiva si no que desastrosa. El pantalón de jeans que tengo puesto no está tan mal pero la remera gigante con estampado de Bob esponja si lo esta al igual que mis rulos desalineados por culpa de viento.

— ¿Como te va?— apoya su espalda contra la pared y vuelve su mirada a la puerta del edificio.

— Bien, ¿Y usted?— respondo.

— Me alegro, señorita, ¿Sabe?— sus ojos vuelven a mí por un momento— Escuche unos sonidos extraños en su departamento.

Trago saliva lentamente e intento actuar con normalidad los ojos de aquel hombre me miran buscando alguna clase de nerviosismo que le indique que está en lo cierto.

— ¿En serio? Que raro mi departamento esta vacío—acomodo mi bolso en el hombro— Estoy segura que lo que sea que haya oído viene del departamento de Anna, sus niños se la pasan todo el día corriendo y mirando videos.— suelto una risita relajada y luego lo esquivo para subir las escaleras— que tenga buen día, señor Cooper.

Él asiente con la cabeza y no dice nada más.

Cuando abro la puerta de mi departamento veo a Erre esperándome sentado mientras pequeño chillidos salen de su hocico.

Todo había estado demasiado cerca, debía resolver esto cuando antes o ambos acabaríamos en la calle.

Acaricio su cabeza y sonrió al sentir la suavidad de su pelo, parece que el shampoo especial para perros había funcionado.

—Estamos en serios problemas.

Las horas habían pasado y la luz naranja se asomaba por la ventana, ya era de ir a tomar las fotos así que meti a Erre en un bolso blanco que mamá había comprado para mí hace años y salí del departamento.

El señor Cooper ya se había ido por lo que ya no había problemas con salir con el canino. Camino varias cuadras escuchando música y acariciando su pequeña cabeza que se asoma para ver que está pasando.

Cuando llegó al parque lo bajo dejando así que corra por todos lados, esto de sacarlo a pasear se había vuelto rutina debido al poco espacio que tenía para que él estira esas patitas. Mientras saco la camara del estuche me siento en el pasto y me dedico a ver a la bola de pelos enérgica esperando que se quede quieta para sacarle una buena foto.

Besos sobre tu tumbaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora