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—¡Es hora de levantarse! Hoy es un nuevo día, y es hora de que salgas de esa cama.—empieza Azul gritando y abriendo la ventana haciendo que todo el sol me dé en la cara.

Me puse la almohada en la cara, segundos después Azul me la arrebató, me quitó la sábana y yo gruñí.

—Es hora de levantarse—repitió—, Alan invita el desayuno en una pastelería muy buena.

Se mostraba bastante rara, fruncí el ceño cuando la vi textear algo en el celular. Era muy raro que estuviera con el celular por las mañanas y texteando, Azul es de las personas que tienen teléfono y nunca lo ocupa, de las pocas veces que hablábamos en chat era porque yo le mandaba mensaje, y si hubiese sido otra personas no contestaba «ella y sus cosas»

Tomé mi toalla y salí de la habitación para ir al cuarto de baño, ayer me sentí mejor que los días anteriores. Me quede un buen rato en la ducha, tratando de no pensar en George, debería estar más feliz porque pronto entraría a la universidad. Como no quise salir a cambiarme me vestí en el baño, vi el espejo que estaba frente a mi.

No pude evitar sentirme triste al ver que mis costillas se remarcaban, mis ojos aún estaban rojos y un poco hinchados. Respiré  hondo, hoy empezaría a comer, trataría de hablar con George en unos días y seguiría mi vida. Sola.

Aún no estoy lista para hablar con el...

Me puse un vestido flojo de diferentes colores, Azul como siempre me dijo que me veía hermosa, mis hermanos no estaban en casa por lo que no me despedí de nadie. Salimos del departamento y bajamos las escaleras infinitas, al salir del edificio el auto de Alan estaba estacionado frente al edificio, no lo saludé sólo subí al auto.

Necesitaba urgentemente un pastel de limón, mientras íbamos a la pastelería encendí un cigarrillo. La ida no fue tan larga de lo que pensaba, fui la primera en bajar del auto, así que le di una calada más al cigarro antes de aplastarlo en el suelo. Sin esperar a Azul y Alan, me dirigí a la entrada.

El olor a pastel, azúcares y café, inundó mis fosas nasales, cerré los ojos aspirando el olor, los volví a abrir con una sonrisa en él rostro. Pero... toda esa sonrisa se desvaneció cuando presencié a George.

Tragué saliva en seco, di un paso hacia atrás y choqué con el pecho de mis amigos.

—Escúchalo, por favor...—rogó Azul, mis ojos llorosos no podían verla, intentó tomar mi brazo pero lo aparte.

—Aún no est...

—Por favor... solo deja que te explique las cosas. Puedes hacer lo que quieras después, anda linda.

Ni siquiera asentí cuando ellos ya estaban sentándose en una mesa aparte. Me quedé de espaldas mirando el suelo, podía irme y no dejar que George me explicara nada, podía salir por esa puerta y perder a alguien que quiero pero que él no a mi... o eso pensaba yo.

Miré la puerta de cristal y di un paso hacia ella, estaba apunto de abrirla cuando un señor de de cabello negro, alto y con ojos azules hermosos negaba con la cabeza, fruncí el ceño, me hizo una seña para que fuera adentro y levantó el pulgar. No entendía nada ¿esa persona me conocía o...? El señaló a George y a mi y asintió con la cabeza.

Voltee a mirar a George quien tenía su vista fija en mi, el no se había dado cuenta del señor con ojos azules, intenté volver a mirar al señor pero él ya no estaba, sin decir otra cosa me armé de valor para ir y sentarme con George.

Con cuidado me senté en la mesa, sus ojos se encontraban hinchados, también tenia una grandes ojeras, se nota que estuvo llorando..., crucé mis deseos arriba de la mesa. Miraba mis dedos en vez de mirarlo a él, carraspeó antes de hablar.

Perfectamente imperfectos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora