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Caprice Scorts

Miré el anillo en mi dedo anular.

Fue muy tierno cuando Jaret me dijo que si podía ser su esposa para siempre. El anillo era conformado solo por una liga color verde limón y la de Jaret era de su color favorito; Rojo. También me contó una historia cuando me lo entregó.

El me había contado que su madre le dijo que el verde no era un color para las niñas, Jaret muy enojado con su mamá la corrigió diciéndole que los colores son colores.

Yo me sorprendí en cuanto me contó eso.

A decir verdad yo siempre me quedaba callada cuando la gente decía que el color rosa era para niñas y el azul para niños. Me arrepiento mucho haberme quedado callada, el mundo está lleno de estereotipos asquerosos, lo peor es que la gente no hace nada para cambiarlo, ni siquiera lo intentan.

Volviendo a la realidad, me puse de pie y camine hasta la cocina. Hoy estaba muy hambrienta.

George se fue desde temprano por lo que he estado sola, ni siquiera me dijo a dónde iría o dónde estaría. Cogí el pie de limón que teníamos en el refrigerador. Me dirigí a la sala para ver un poco de televisión. Pasaron unos minutos y mi celular comenzó a soñar.

—Hola—contesté.

—¡Hola, tesoro!— era mi padre.

—Hola papá, ya casi no nos hemos visto.

Eso era verdad, no porque no quisiera verlo ni nada de eso. Habíamos estado muy ocupados los dos, él en su trabajo y yo en mis tareas.

—Lo sé, yo te extraño mucho. ¿Cómo vas con el inútil de tu novio? Desde que te mudaste estás como que en la luna, algo tonta.

Solté una carcajada que hizo que el también carcajeara.

—Papá, George no es un inútil y yo no estoy tonta, prometo hablarte más seguido, lo prometo.

—Si, tú no te preocupes, y también perdón. He estado muy ocupado yo igual. Un día de estos iré a visitarte, obviamente cuando no esté ese—solté otra risita baja, a papá aún no le agradaba George—, ¿cómo has estado ¿y la escuela?

Respiré hondo incorporándome un poco en el sofá.

—He estado bien, en la escuela voy bien y estudio mucho y a veces George me ayuda, o le digo a mis compañeros o profesores.

—Me alegro, te ves muy feliz. Y supongo que también tiene que ver ese... ese.

—George, papá es George.

—Es lo mismo.—lo escucho hablar con alguien más, se escuchan murmullos que no alcanzo a escuchar—. Tesoro, tengo que irme. Aún estoy en el trabajo. Te amo.

—Yo igual te amo papá.

Esa palabra... la palabra que todavía no había sido capaz de decírsela a George. ¿Qué tal y el aún no me amaba? ¿Lo pondría incómodo? No quisiera incomodar a mi George, eso era lo último que quería.

Una vez intenté decírselo, pero me acobardé en el primer intento. Ya tendría tiempo de decírselo sin apuros.

Por ahora no tenía idea de cuando llegaría George, me termine el pie de limón. Que por cierto sabía a refrigerado y aún así me lo tragué. A mi estómago no pareció importarle porque no dejé nada en el plato, miré la hora en el reloj; 4:38 de la tarde y mi novio ni un mensaje echaba.

De pronto una idea cruzó por mi mente, esto era algo que no hacía hace mucho tiempo. Recuerdo que cuando Samantha no estaba en el departamento o salía de viaje con sus padres, lo hacía.

Perfectamente imperfectos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora