-¡Buenos días princesa Cataleya!- le dice Juana, la sirvienta que vio nacer a la hermosa princesa y la más fiel a la familia real de hace años.
Juana retiraba las cortinas,mientras un rayo de sol resplandeciente entraba a la habitación sin pedir permiso.
-¡Vamos dormilona,tienes que prepararte para el día!- le decía mientras le hacía cosquillas para despertarla.
-¡Tengo sueño,déjame dormir un poco más!- decía la princesa a carcajadas mientras buscaba un escondite debajo de todas las sábanas.
Cuando de repente se abrieron las puertas de la habitación.
-Pero bueno,todavía no se a despertado la señorita Cataleya- decía la reina mientras se acercaba a la cama de su gran retoño.
La princesa se encondio al fondo de los pies de la cama,y las sábanas cojieron la forma de una gran montaña.
-Alteza, está mañana la princesa no está a la labor de levantarse- dijo Juana(la sirvienta).
-No se preocupe Juana,puedes retirarte- le dijo la reina.
-Si,alteza- le contesto agachando su cabeza en forma de reverencia.
La reina se entremetio por debajo de la gran montaña de sábanas, y ahí como una cochinita de campo,estaba su princesa.
-¡Es hora de levantarse preciosa,no te vas a quedar aquí para siempre!- le decía la reina dándole un beso en su mejilla rosada.
-Esta bien mamá- le respondió la princesa devolviéndole su beso.
Sentada frente al espejo,su madre la peinaba su largo cabello de color miel tostado, y con pétalos de rosa machacadas en polvo,terminaba de peinarla para que su fragancia se impregnara en su melena,y así oliera como una rosa más del jardín.
Su piel seguía siendo rosada como cuando nació, sus ojos verdes adquirieron con los años un color a campo seco, como cuando llega la ansiada primavera.
Su vestido color marfil, con bordados de color oro,resaltaba los pequeños detalles del vestido y sus pequeños volantes de las muñecas le daban un toque a más juvenil.
-¡Estás resplandeciente mi Cataleya,eres la más hermosa de todo el reino!- le decía la reina mientras en sus ojos podías percibir el amor tan puro y tan grande que podía sentir una madre.
La princesa sonreía para el espejo, pero su reflejo le venía de vuelta para su hermosa madre.
De repente sin previo aviso,alguien entró a la habitación.
-Maria luisa,¡dónde te habías metido,tengo que dictar un castigo de penitencia y sabes que tienes que estar en mi presencia,así que no me hagas esperar más!- le dijo el rey desde la puerta.
La reina le dio un beso en la frente a su princesa,y se puso en fila detrás del rey.
Ella se quedó sola en su habitación, y mientras miraba para la puerta, en su mente de niña, tenía claro que el amor verdadero no era como el que se tenía sus padres.
Mientras en el salón de los reyes.
-¿Cuál es el pecado que a cometido este campesino?- preguntaba el rey sentado en su trono.
-Majestad,este niño a robado tres gallinas a un noble- le responde el soldado.- mientras que lo tenían agarrado por los dos brazos.
El niño con su cara sucia,pero su alma pura,miro al rey mientras le suplicaba que lo soltaran.
-¡Sabes que no tienes derecho hablar sin mi consentimiento,soy el rey,y se hará lo que yo dicte!- decía mientras cada palabra se atenuaban a más.
La princesa que caminaba dando paseos por el castillo,cantando sus hermosas canciones que sonaban como ángeles del cielo, escucho el grito de su padre. Y decidió mirar escondida lo que sucedía.
-¡Os doy pequeñas tierras para que sembreis vuestros alimentos y así nos lo pagan,pecando de ladrones!¡Cortarle las manos,y así nunca más podrá robarle a nadie!- así sentenció su penitencia,dura,cruel,y despiadado era el rey.
-Bartolomé...¿!cómo le vas hacer eso,es un niño?!- le suplicaba la reina con su corazón encogido en la mano.
-¡¿Cómo os atrevéis a darme órdenes al rey,tú como reina solo estás para presenciar, no para dictar?!- le respondió el rey muy enfadado.
Cuando los soldados se dispusieron a llevárselo,mientras el niño indefenso suplicaba que no le cortaran sus delicadas manos. De repente como un soplo de aire que se cuela en la ventana,entró la princesa Cataleya.
-¡No papá, por favor no le hagáis eso!- decía la princesa mientras que sus ojos se ahogaban en un mar de lágrimas.
La gente se quedaron anonadados mirando a la princesa, y el silencio se apodero de la sala.
-Cataleya...- solo le salió su precioso nombre en ese momento(reina).
El rey se quedó inmóvil por la imprudencia de que su hija interrumpiera en la penitencia.
-¡¿Quién te manda a ti, a interrumpir este acto Cataleya?!¿Dónde está tus modales de princesa que te hemos enseñado?!- el rey se levantó de su trono,mientras que la reina le agarro el brazo para que volviera ocupar su lugar.
-Cataleya,por favor...sal de la sala hija mía,no puedes estar aquí- le suplicaba su madre,aterrorizada por lo que pasaría después de este acto.
Cataleya sin pensarlo se dirigió al niño campesino que tenían agarrado los soldados. En su rostro sucio lo único que se dejaba ver,era el tono de sus ojos azules que tenían el color del mar cuando está en calma, eso era lo que más resplandecía sobre toda esa suciedad.
-¡Soltadlo!- le dijo la princesa a los soldados.
Los soldados se quedaron atónitos ante la situación y miraron con desespero al rey.
Cataleya aunque fuera una princesa y tenía que acatar las órdenes y comportarse como tal, su corazón enorme y las injusticias no entraban en su mente real.
El rey se levantó del trono, y se acercó en dos pasos agigantados hacia su hija.
-¿Quieres que suelte a este ladrón,Cataleya?- dijo al rey mirándola fijamente.
Cataleya no lo dudo ni un segundo.
-¡Si, papá!- le respondió con autoridad.
Mientras la reina en su trono, observaba toda la situación, esperando expectante si tenía que intervenir por su hija.
-Lo voy a dejar libre,pero con una condición- le dijo el rey.
Cataleya asentía con la cabeza.
-¡Tú tendrás tu castigo, a cambio de salvarle las manos!¡¿Estás dispuesta a eso por un simple campesino?!- le gritaba el rey, dándole segundos para ver si se arrepentía de esa decisión.
-Estoy dispuesta...- contestó la princesa.
La reina se levantó rápidamente del trono para dirigirse a su hija,pero los soldados no la dejaron acercarse por órdenes del rey.
-¡Con ese corazón endeble,nunca podrás gobernar al pueblo,no naciste para ser reina,si no para ser uno de ellos!- le dijo el rey mirándola a la cara, y en su voz se notaba la decepción y la verguenza que sentía.
La princesa agachó la cabeza, y no la levantó hasta que su padre dio la orden para que se la llevaran. Cuando alzó la mirada antes de irse, miro fijamente al campesino, y en esos ojos color azul del mar, ella sintió que navegaba en un barco a la deriva, pero donde encontraria la isla que la salvaria.
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El Secreto De Cataleya
RandomSiglo XVI, Europa. Una princesa de la alta nobleza,llega a la edad en la que es obligada a casarse con un duque desconocido. Pero su amor, ya le pertenecía a un joven que ya conocía desde la niñez,estando pérdidamente enamorada, desafiando los pecad...