31.-Inesperado

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El día transcurre con besos inesperados,y mimos que nunca están de más para una embarazada primeriza.
Nicolás se despide de mí en el desayuno para atender sus asuntos importantes. Mis brazos rodean con delicadeza su cuello,entrelazando mis dedos en su robusto pelo.

-Vuelve pronto a casa,mi amor. Aún no te has ido y ya te estoy extrañando-voleteo mis grandes pestañas mientras que hago pucheros como un bebé.

-Estaré aquí antes del anochecer mi amada esposa,te lo prometo-me afirma con un dulce besos en mis labios.

Mientras me quedo en la puerta observando cómo se marcha en el carruaje. Él me mira desde la ventanilla sonriéndome,enamorándome de nuevo.

Cuando me giro para entrar a palacio,veo a Hernando observándome a escondidas. Pero hago caso omiso y decido esquívarlo.

No niego que siento un cariño especial por él,después de todo,fue todo para mí en su momento. Pero todo lo que ocurrió se salió de control,y ahora solo rezo porque se marche para siempre. No puedo vivir viendo a mí pasado todos los días de mi vida,cuando mi único presente y futuro es Nicolás,solo él.

Las horas transcurren con lentitud. Para mí sorpresa,mi madre a llegado de visita y no he podido contener la gran noticia.

-¡Hija mía, enhorabuena!¡No te imaginas la felicidad que siento en este momento!-sus lágrimas se dejaban ver sin ninguna intención de esconderse de la emoción.

-Madre...¿Sabes que este es tu hogar, verdad? Puedes venirte a vivir con nosotros y así cuidaremos de este bebé. Aquello es demasiado grande para tí-le acaricio su rostro apenada.

-Cataleya, sabes que no puedo hacerlo. No puedo abandonar el palacio de tu padre,aunque él ya no esté,es mi deber seguir ahí y mirar por el pueblo. Hasta que llegue tu día y seas tú quien lo gobierne.

Mi silencio,responde a su respuesta. Sé que será en vano intentar luchar en esta conversación para que viva aquí con nosotros. Desprenderse de los recuerdos de mi padre,no debe de ser nada fácil y entiendo perfectamente su compostura.

La tarde a estado lleno de risas contagiosas,historias de mi infancia que me han echo recordar aquel olor a jabón que tanto me gustaba en mis prendas, y confesiones que nos a echo abrirnos aún más el corazón.
-Cuidate hija mía,te quiero.

-Yo también te quiero,madre. Vuelve pronto,te voy a extrañar muchísimo-mis brazos se extendían ante ella como la vida misma.

Su carruaje se desvanecía en aquella niebla,desapareciendo por completo.
Las horas pasaban con lentitud,mientras que mi mirada se perdía en aquel reloj gigante que controla el tiempo.

Me despierto repentinamente. Sin darme cuenta me quedado profundamente dormida,miro apresurada hacia la ventana pero no veo su carruaje. Es tarde y me resulta extraño que aún no haya regresado, así que decido ir fuera a preguntar algunos de los trabajadores si saben algo de Nicolás.

Cuando decido ir hacia la puerta,aparece por sorpresa el protagonista de mis pesadillas.
-¿Isaías?-pregunto extrañada por su visita.

-Me alegro de verte, princesa. Tan hermosa como siempre- sonríe maliciosamente.

-¡Sabes que no eres bienvenido, Isaías! Así que te agradecería que te marcharas-mi dedo le señala su camino de vuelta.

-Esta bien,como usted desee princesa. Solo venía a darle mis más sentido pésame.
Cuando se disponía justo a salir,lo agarre bruscamente del brazo.

-¿De qué demonios estás hablando, Isaías?-pregunto desconcertada.

-Es una pena que te hayas quedado viuda tan joven,Cataleya.

El Secreto De Cataleya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora