Parte 20 Estúpido, ilógico e inoportuno

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Freia Nicols

—Mamá puedes calmarte para que pueda explicarte. -Trato de razonar con mi madre, darle explicaciones sobre mi ausencia pero no me lo permite, ella regaña y después pregunta.

Dejo que se termine de desahogar y me siga recalcando lo pésima hija que soy, dice que cargaré en mi conciencia su muerte y la de mi padre por ser tan inconsciente. Que diga eso genera que tenga que tragar fuerte y grueso, imaginando que si me equivoco, que si no hago lo que se me dice esa posibilidad puede que esté cerca. El solo imaginarme sin ellos llama a un centenar de lágrimas que terminan convirtiéndose en un llanto acompañado de hipidos con lo que me muestra mi imaginación. Dos féretros conteniendo lo que  queda de lo que más me importa en la vida, mi familia.

—No llores que no es para tanto, con que te disculpes y prometas no volver a hacerlo en suficiente. -Dice ella al percatarse de mi estado.

Lo que pide me hace llorar aún más, porque lo que me pide está lejos de poder hacerse, según Igon me tengo que alejar si los quiero mantener al margen de todo está lío en el que me metí solita por curiosa y por andar de confianzas con desconocidos.

Después de hacerle una promesa que no voy a poder cumplir cuelgo y me dispongo a llamar a Martín, con él no va a ser tan sencillo porque me conoce demasiado y sabrá de entrada que algo no anda bien.

—Soy yo, estoy bien. -Es lo único que se me ocurre decir después de que mi mejor amigo coge la llamada.

—Tienes cinco segundos para explicar que mierda te pasa, para decirme por qué tú apartamento parece la escena de un crimen, por qué tus padres no sabían nada y por qué coño llamas hasta ahora.

Mi llanto ha parado después de haber colgado con mamá, pero el hecho de haber sido tan estúpida para obviar que uno de ellos obviamente se presentaría en mi casa genera que un nuevo ataque de llanto me tome, grave error porque Martín tan solo pregunta dónde estoy y le digo, lo conozco y no estará tranquilo hasta verme. Él no se traga mis vagas excusas, él no se deja tranquilizar con mentiras como mamá y papá y por ello ahora sé que va a llegar a la oficina y no sé si Igon se moleste o si me gusta que mi mejor amigo ignorante de todo se meta al igual que yo en la boca del lobo.

Una hora se tarde en llegar Martín a las oficinas principales del negocio del hombre que no me dice una mierda de lo que está pasando, una hora en la que he bebido una cantidad exagerada de cafeína gracias a mis nervios y al hecho de que no tengo idea de que excusa creíble puedo darle a mi mejor amigo, excusa que se trague para que entienda que debo estar lejos de él si lo quiero bien.

Fuera de las tarjetas y el lujoso móvil ahora también tengo una oficina en el mismo piso de la de Igon, un gigante y ostentoso lugar que estaría disfrutando y alardeando si no fuera por los nervios y el frío que recorre mi columna vertebral.

De la recepción me informan de la llegada de Martín y como alma que lleva el viento me dispongo a encontrarlo en el primer piso, no quiero que Igon o Dina lo vean, el primero seguro se enfadaría por no haberle hecho caso y la segunda me da aún más miedo porque esa perra loca fácil podría hacerle algo solo para lastimarme.

—No ha sido buena idea que vinieras aquí. -Digo al interceptandolo. Este solo me repara de arriba abajo como si esperara verme herida o algo por el estilo.

El alivio al verme bien se nota en su semblante y le quiero aún más por ello, Martín es un amigo real y me siento pésima por meterlo en todo esto.

—Tienes mucho que explicar. -Pide serio y yo asiento, aunque aún no se que puedo decirle.

Solo se me ocurre ir a la sala que está en el subsonato, cerca a los parqueaderos. Lo llevo allí mirando a todo lado, estoy muy nerviosa es como si sintiera que él me vigila a casa nada y que tenga que pagar caro este atrevimiento.

BEAST SOULDonde viven las historias. Descúbrelo ahora