Capitulo 2

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¿Como diablos le gustara el café al señor Firtz? ¡Agh, Diablos! Tomo una charola pequeña de la cafetería privada que esta justamente al lado del pasillo principal y colocó en ella su taza de café, una cuchara y dos sobres de azúcar. No me dijo como le gusta su café, así que él mismo se lo prepare.

Me dirijo a su oficina un poco molesta. En primera ¿Por qué debo de llevarle café? Soy su secretaria no su chacha y en segunda ¿Por qué debe ser un verdadero patán en ese cuerpo tan perfecto? Pongo los ojos en blanco, que pregunta tan tonta me acabo de hacer. Entro a la oficina y siento una sensación incomoda al instante, alzo la vista y noto como todas las secretarias me miran de reojo, no entiendo que es lo sorprendente, me imagino que ellas también tienen que hacer este tipo de cosas... ¿cierto?

Llego a la puerta del despacho de mi jefe y toco la puerta suavemente. A lo lejos llego a oír un "Adelante". Suspiro y con cuidado de no derramar el café abrí la puerta; y allí esta él, sentado detrás de su enorme escritorio revisando unas carpetas. Su despacho es elegante, las paredes son de color gris azulado claro, dos grandes ventanas de techo a piso al fondo de la oficina que dejaban entrar la luz del sol a la perfección y no muy lejos de ellas hay un escritorio negro como de metro y medio de largo y casi otro metro de ancho, demasiado exagerado si me preguntan; de mi lado derecho hay una puerta igual de color negro y una placa plateada donde se puede leer "Archivos", a mi izquierda hay otra puerta del mismo color a lo que creo que puede ser un baño, junto a la puerta del mismo lado izquierdo hay un sillón doble de color gris quemado; su oficina es bastante elegante, demasiado diría yo. Con un pie cierro la puerta detrás de mi y me dirijo al escritorio, él alza la vista y me mira de pies a cabeza con ojos entrecerrados.

No sé porque, pero cuando empieza a evaluarme me siento algo incomoda y una sensación de calor empieza a recorrer de la punta de mis dedos hasta la cara...

—Gracias— dice al fin apartando su mirada y volviendo a revisar sus carpetas.

¿Qué le pasa a este tipo? ¿Cree que me quedare de pie en adorno?

—Señor Firtz— digo con voz suave. — ¿Dónde le dejo su café?

Sin mirarme señala con un dedo un pequeño espacio al lado de la computadora. Me acerco al escritorio sintiendo como la sensación de calor se intensifica en mi cuerpo y coloco la taza de café, la cuchara y los sobres de azúcar junto a su computadora. Sigue sin decir nada asi que mejor hago una mueca y me dispongo a retirarme.

—Espera— dice de repente.

Me detengo y lo miro. Él levanta un dedo en señal de que espere y sigue revisando sus papeles. No sé si sentirme nerviosa o enojada, no creo que me quiera aquí todo el día... ¿oh sí?

Me giro completamente a modo que estoy mirándolo fijamente y empiezo a deambular mi mirada por su rostro; tiene unos labios semi gruesos, unas cejas bien pobladas pero definidas, una nariz perfecta, sus orejas no son del todo perfectas pero bueno... su cabello castaño corto y bien fijado por el gel de cabello, bajo mi mirada y su camisa blanca esta impecable y bien planchada, su saco negro de la misma manera, desvío mi mirada a sus brazos, se ven grandes o mejor dicho parece que hace ejercicio pero no de tal forma que se vea tosco o al menos eso pare...

El señor Firtz cierra su carpeta de golpe y yo doy un respingo. Santa madre hasta a donde habrán llegado mis pensamientos. Él señala una de las sillas frente al escritorio y cautelosamente me siento. Él se acomoda en su silla alejando sus papeles y se acerca la taza para prepararse su café.

—Así que usted es mi nueva secretaria— dice vertiendo el segundo sobre de azúcar.

—Así es señor.

El sabor del PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora